Estoy empezando a tener que decir que no. Tampoco de una forma apabullante, pero es un hecho: desde hace unos meses algunas editoriales o autores se ponen en contacto conmigo para ofrecerme sus libros, publicados o escritos –según el caso. Y yo, por educación o por carácter, soy una persona a la que le cuesta decir no. Pero digo no, porque también aprendí hace tiempo que uno no debe traicionar sus pasiones: para mí uno de los placeres de leer ha sido siempre poder seleccionar lo que leo. Voy de un autor a otro, paseo y entro en esta o aquella biblioteca, o librería de primera o segunda mano, busco información en internet o en revistas, compro por impulso… Y que una editorial publique un libro que me interesa, ir a una librería y comprarlo, me parece un acuerdo justo.De hecho, cuando me cambié de carrera en la universidad, no me pasé a Filología Hispánica, entre otros motivos, porque no quería leer lo que otros me dijeran que leyese. Y a veces he pensando que debería hacer estudiado Filología Hispánica pero también, al no haberlo hecho, he sentido el orgullo de haber podido leer de un modo ecléctico lo que me ha parecido. Y así, como lector, he acabado por tener lagunas inmensas, pero también he atesorado algunas orillas inesperadas.
A pesar de lo expresado en el párrafo anterior, esta vez dije que sí. Uno de los editores de Lengua de Trapo me escribió un correo electrónico para ofrecerme este libro. Y dije que sí porque ya me había fijado en el nombre de Pablo Gutiérrez (Huelva, 1978), y lo tenía anotado como uno de los nuevos escritores españoles que quería leer, sobre todo a raíz de las positivas críticas que ha recibido su novela Nada es crucial. Y dije sí, también, porque Ensimismada correspondencia, su nuevo libro de relatos, quedó finalista del II Premio de Narrativa Breve Ribera del Duero, y leí hace unos meses al ganador, El final del amor de Marcos Giralt Torrente, porque entre los finalistas había nombres de la talla de Javier Tomeo y Marcelo Lillo, escritores a los que admiro. Y además Pablo Gutiérrez fue elegido por la revista Granta como uno de los 22 mejores escritores en español menores de 35 años; lo que hace que tenga curiosidad por saber qué escriben estos autores de mi generación, o ligeramente más jóvenes que yo.
Empecé a leer Ultramort, el primero de los 10 cuentos de Ensimismada correspondencia, en el autobús que me acerca por las mañanas al colegio donde trabajo. La última página (de las 19 que consta) la leí aceleradamente porque ya veía, desde las ventanillas del autobús, las puertas del cole, los niños de la ruta se levantaban de los asientos, cogiendo sus mochilas, y yo no quería dejar la lectura. Necesitaba que el efecto del cuento se asentase en mi percepción lectora sin cortes. La historia narrada en Ultramort es en apariencia sencilla: un hombre joven va en coche a pasar un día de playa, solo, o más bien en compañía del libro Las personas del verbo del poeta Jaime Gil de Biedma. Y los planos del cuento se despliegan: el protagonista es el joven que va solo a la playa y también es el poeta, de quien –imagina el lector- el primer personaje está intentando reconstruir escenas de su vida a partir de lo leído en los poemas. Y este protagonista-lector cae en el romanticismo de cualquiera de nosotros, también lectores: pensar que la vida del poeta, tal como la reflejan sus versos ha sido más intensa que la nuestra, para darnos cuenta de que en realidad la experiencia vital del artista admirado tuvo que ser, en el fondo, como la nuestra: “Mejor asumir ciertas cosas. Tomar conciencia de la vulgaridad, la patraña cotidiana, recta y ordenada de las horas del día: asumir que nada feliz ni dramático vendrá a romper eso.”, escribe Gutiérrez en la página 26, usando una segunda persona que interpela tanto a su personaje como al lector. Este cuento, Ultramort, me conquistó de forma inmediata, por su cuidado lenguaje poético y su combinación de elementos: vida del anónimo protagonista o vida del Gil de Biedma, acercándose a ellos desde la primera, segunda o tercera persona…. para narrarnos una experiencia común a cualquier lector o persona.
En el segundo cuento, Antipoema 20, Gutiérrez se sirve de un recurso similar a Ultramort: usa aquí la figura del poeta Pablo Neruda, y su poemario más popular, Veinte poemas de amor y una canción desesperada, para hablarnos de la historia de desamor de otro personaje anodino.Apunto ya que los cuentos de Pablo Gutiérrez se separan bastante del modelo carveriano, al que nos hemos acostumbrado durante las últimas décadas: casi no hay acción en ellos, no se destaca una situación para insinuar otra, los personajes no interaccionan en el momento de la acción narrativa, sino que la acción es evocada por un personaje normalmente aislado, preferiblemente en una habitación. Y el estilo desde luego que no es carveriano: en vez de ser lacónico e insinuante, Gutiérrez construye sus composiciones con una cuidada prosa poética, que profundiza en la búsqueda del detalle y la metáfora. Para insinuar el ritmo de la poesía, en muchos casos las frases no están separadas por los puntos que podrían parecer necesarios, sino que fluyen como si fueran versos. Para observar esto, transcribo aquí el comienzo de Antipoema 20: “De nada sirve volver al jugo del lorazapam que te abomba el ánimo y te aplasta como un fantoche en el sofá, no quiero esa guarida, en la penumbra habita una criatura aún más fiera, yo puedo fabricar una sustancia mejor exprimiendo el recorrido de mis válvulas, qué vulgares laboratorios con monigotes de blanco encorvados sobre sus decantadores para conjugar un pálido reflejo de la oxitocina”.Este cuento, siendo un cuento correcto, no ha conseguido emocionarme como lo ha hecho Ultramort. y en este segundo nos encontramos con elementos narrativos ya desarrollados con más fuerza en el cuento anterior. Pero habría que decir que, para mí, el listón estaba alto: Ultramort es un relato que debería estar en todas las antologías de relato en español de los próximos años. Leí hace un año la antología Siglo XXI. Los nuevos nombres del cuento español actual, un libro con una destacable selección de relatos, y si Ultramort hubiera estado entre ellos me habría parecido uno de los mejores leídos en ese libro.
El tercer cuento, Razia, con 3 páginas, es el más corto del conjunto. Como en los otros dos se elige la figura de un poeta –Federico García Lorca, aquí- para vertebrar lo narrado. Me ha gustado el cambio respecto de los otros dos: frente a la figura solitaria y triste de los anteriores, nos encontramos en éste con un cuento de denuncia del franquismo, “Entre julio de 1936 y enero de 1937 la represión ordenada por Queipo de Llano fusiló o degolló a 3028 personas en la ciudad” (pág. 43).
En los 5 cuentos Búsqueda.doc (4º), Virgen de las aguas (5º), Mujercitas (7º), Conferencia (8º) y Ensimisma correspondencia (10º), encuentro las suficientes semejanzas como para comentarlos de forma conjunta: aquí ya no utiliza Gutiérrez la figura de un poeta, o sus versos, como soporte narrativo del relato poético o contraste espiritual con la realidad retratada, sino que los personajes están solos (o más bien aislados) y nos acercamos a su vida mediante la descripción general de sus conflictos. De estos cuentos destaco Virgen de las aguas, que nos acerca al sufrimiento de un profesor de religión de lunes a viernes, que desde el vienes por la noche hasta el domingo sucumbe a su adicción al porno. Me he sentido identificado con el discurso generacional del protagonista de Conferencia, un funcionario que da charlas en colegios a adolescentes sobre la prevención de drogodependencias.La creación del personaje de la adolescente superdotada y exibicionista de Búsqueda.doc me ha resultado menos lograda que los otros dos personajes comentados, pero sigue siendo un cuento correcto.Para hablar de Mujercitas y Ensimismada correspondencia voy a citar el primero de los consejos sobre cómo escribir cuentos de Roberto Bolaño: “Nunca aborde los cuentos de uno en uno. Si uno aborda los cuentos de uno en uno, honestamente, uno puede estar escribiendo el mismo cuento hasta el día de su muerte”. (página 324 de Entre paréntesis). En estos dos cuentos me ha parecido sentir el peso de la repetición de planteamientos respecto a los otros 3 que he separado en este grupo, y sin ser malos me han interesado menos.En realidad, los 5 cuentos de este grupo (a los que podría unir alguno más) tienen un planteamiento que en primera estancia podría parecer de escritor principiante: describir a un personaje quieto es una de las primeras tentaciones de un narrador novato. Siempre me pareció que en los cuentos que más me gustaban había interacción entre varios personajes, había acción, y aquí el personaje se sienta delante de un ordenador, se tumba en una cama o mira un prado… y evoca. Pero Pablo Gutiérrez no me parece un narrador novato; por el contrario, pienso que conoce el problema del que hablo y consigue sortearlo con éxito gracias a la solidez de su estilo poético y al encuentro del detalle peculiar; y el único problema que veo a esta subversión de los valores del cuento puramente carveriano o chejoviano (con el que normalmente me identifico) es cierta repetición de elementos, como ya he apuntado.
Gigantomaquia, el noveno cuento, nos acerca a la angustia existencia de un jugador de baloncesto, y lo he separado del conjunto anterior, porque está escrito con un estilo diferente: más que de modo poético y detenido, este cuento está escrito de forma eléctrica, con constantes saltos del pulso narrativo. Así consigue adentrarse en la mente angustiada de su protagonista que no deja de evocar un error del pasado. Me ha gustado.
Y dejo para comentar al final el sexto cuento, Georgina Hübner, en el cielo de Lima, donde Gutiérrez indaga en un suceso real en torno al poeta Juan Ramón Jiménez: cómo dos aspirantes a poeta de Lima le engañaron para establecer correspondencia con él gracias al artificio de inventarse una voz femenina y admirativa de sus versos. Aquí si existe una interacción de personajes y su levedad chejoviana ha hecho que sea junto con Ultramort mi cuento favorito del conjunto. Otra pieza digna de cualquier antología de relatos.
Así que para mí Ensimismada correspondencia tiene al menos dos cuentos perfectos, muy llamativos para antologías sobre nueva narrativa en español, y al menos 3 ó 4 cuentos más muy buenos, y sólo, quizás, adolece de una ligera sensación de repetición de planteamientos en algunos cuentos, que no acaba, en cualquier caso, de afear un conjunto de relatos muy notable.