Un trabajo titulado “EEUU dice que Hussein intensifica la búsqueda de piezas para la bomba atómica” (2) fue aprovechado por la Casa Blanca para defender su estrategia bélica, ya con el respaldo de la llamada “prensa liberal” (3).
Un año –y centenares de miles de muertes- después de la invasión, “The New York Times” entonó el mea culpa (4): reconoció que “sus informaciones no habían sido debidamente contrastadas” (5). Efectivamente: las fuentes del diario habían sido militares estadounidenses, supuestos "expertos en inteligencia" anónimos y la oposición iraquí (6).
Hoy, este diario repite la misma práctica en Venezuela. Nicholas Casey es su “periodista empotrado” en las filas de la oposición, cuya versión de los hechos es la única que llega a los lectores (7). Un ciberataque desde EEUU dejó sin luz, agua y transporte al 80 % del país, en un acto abierto de guerra (8). ¿Qué leemos en el Times? Que, según unos supuestos “líderes sindicales” –anónimos, sin nombre-, la causa fue un “incendio en la maleza que desestabilizó la red” eléctrica (9).
En los trabajos de Casey los millones de militantes –y votantes- del chavismo no existen (10). No se recoge la opinión de analistas de izquierda (11), ni de colectivos que -como Code Pink, en EEUU- apoyan a Nicolás Maduro (12). Solo narran, opinan y especulan sus detractores (13).
La última inmundicia ha sido un reportaje titulado “Nicolás Maduro usó a médicos cubanos y a los servicios de salud para presionar a los votantes” (14). El Times asegura que, en las últimas elecciones, cooperantes de Cuba iban “puerta por puerta, en barrios pobres”, para advertir que se “cortaría el acceso a los servicios médicos si no votaban por Maduro”.
La fuente: 16 supuestos médicos de la Isla –de los que solo dos tienen nombre y foto- que abandonaron la misión solidaria en Venezuela (15).
Pero ¿el periodista entrevistó a otros cooperantes que trabajaron junto a dichas personas, para contrastar sus graves acusaciones? ¿Entrevistó a algún paciente? Nada de nada (16). Como en Irak.
Alguien facilitó al diario las declaraciones de dichos médicos, persiguiendo cuatro objetivos (17): uno, grabar a fuego en la opinión pública que Maduro ganó las elecciones con artimañas; dos, que Cuba colabora con ellas, como parte de su “injerencia” en el país; tres, ensuciar la imagen de la cooperación médica cubana, reconocida y premiada internacionalmente; y cuatro, facilitar el regreso del “Cuban Medical Professional Parole”, un programa que, antes de ser abolido por Obama, otorgaba asilo político a los equipos sanitarios cubanos, y que reclama esta minoría de desertores para poder emigrar a EEUU (18).
Como en la invasión de Irak, “The New York Times” es instrumento de los laboratorios de la guerra psicológica. No por casualidad, este reportaje era aplaudido y difundido por halcones como John Bolton, Rick Scott y Marco Rubio (19).
Solo por Venezuela han pasado, en 18 años, 140 mil cooperantes médicos de Cuba, que han realizado 3.300.000 intervenciones quirúrgicas y han salvado 1.470.000 vidas (20). En la actualidad se mantienen 24 mil. Nada que interese a periodistas mercenarios como Nicholas Casey, que deberían explicar a sus lectores que estos programas de salud –inexistentes antes de Hugo Chávez-, serían abolidos por un eventual gobierno de oposición.
Y si no, que se le pregunten a las millones de personas que, en Brasil, se acaban de quedar sin la única asistencia médica gratuita que tenían –la cubana- por obra y gracia del presidente –antes opositor- Jair Bolsonaro (21).
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