Edición: Lumen, 2012Páginas: 96ISBN: 9788448833800Precio: 21,95 €Leer, soñar, imaginar. Evadirse de la realidad para
adentrarse en un mundo mágico de colores suaves y acogedores, donde habitan los
personajes más variopintos de la literatura universal y podemos navegar junto a
ellos en un barco pirata, acudir al baile con Cenicienta o escondernos en el
zapato en el que la Princesa Minúscula duerme plácidamente. Son lugares de
ensueño, lugares de los que nadie querría escapar, pero también es posible caer
en las garras de una pesadilla oscura, protagonizada por un ser malvado que
pretende hacernos daño. Cuando ocurre eso, despertar del sueño no parece tan
mala idea.El álbum Ensueños,
ilustrado por Conrad Roset (Terrassa, 1984) y con textos de David Aceituno
(Badalona, 1977), nos invita a entrar en el
extraordinario mundo de los sueños, un universo de tonos pastel lleno de
poesía que ha sido cuidado al detalle para cautivar a los lectores tanto como
su predecesor en la colección, esa pequeña joya llamada Besos que fueron y no fueron con la que tiene mucho en común y que
ningún amante de los álbumes ilustrados debería perderse. Ensueños mantiene al autor de los textos y cambia de ilustrador
—cosa que me parece un acierto porque, aunque adoro los dibujos de Roger Olmos,
de este modo el público puede conocer técnicas de ilustración diferentes—; por
encima de todo, desprende ese encanto y esa demostración de trabajo bien hecho que
ya me cautivó hace un año.Los textos de Ensueños
están en la línea de Besos que fueron y no fueron: fragmentos breves,
poéticos, algunos sentimentales, muchos simpáticos, que no siguen un orden
lineal y son perfectos para leer al azar durante una tarde melancólica de
domingo. Este tipo de álbum me encanta porque tiene una extensión que justifica
su precio y además permite desplegar un amplio abanico de temas; no es un
simple cuento. Por ejemplo, hay abundantes guiños a diversos personajes de los
clásicos de la literatura infantil (princesas, Peter Pan, El mago de Oz…),
para los que David Aceituno imagina posibles sueños, y también hay páginas
especiales con juegos divertidos. Todo en él rebosa imaginación, ternura y cuidado de los detalles, las palabras se
integran en las imágenes y se nota que ha habido una gran labor de edición
detrás para que todas las piezas encajen.Con respecto a las ilustraciones, no soy (ni mucho menos)
una especialista en el asunto, pero desde mi ignorancia puedo deciros que
tienen un efecto «aguado» que
en mi opinión potencia todavía más ese carácter efímero de los sueños. La
mayoría tienen tonalidades suaves, como la de la cubierta, un mundo de
nubes de algodón de lo más dulce y entrañable, aunque hay algunas de colores
vivos, adecuadas para reflejar la personalidad de los personajes y escenarios
que representan. Son dibujos en los que prima
el color sobre el detalle, la forma en la que la pintura se distribuye para
lograr crear estos efectos. Personalmente, me gustaron más las ilustraciones de
Roger Olmos en Besos que fueron y no fueron, sobre todo por la expresividad de sus rostros y su enorme dulzura,
pero las de Conrad Roset también son muy bonitas y a mi parecer encajan
perfectamente en Ensueños.Cambiando de tercio, lo que más me cautiva de este tipo de álbumes no es solo
su riqueza de contenidos y la belleza de sus imágenes, sino su capacidad para
sacarme una sonrisa y sorprenderme página tras página: lo abro, leo el texto,
miro la ilustración que lo acompaña, me lleno de su sentimiento. Ensueños ha conseguido hacerme sonreír y
me ha maravillado por la poderosa imaginación que demuestran los textos (¡nunca
el tema onírico había dado tanto de sí!). Tanto por esto como por su formato —está
publicado en papel de calidad y sus dimensiones son de 27 x 30 cm, es decir, estamos
ante un álbum de gran tamaño—, lo considero un ideal para regalar a lectores de todas las edades, porque, aunque
los personajes de la literatura infantil y el tono simpático de la narración
puedan asociarse a los niños, la realidad muestra que este tipo de obras
también gustan (y mucho) a los adultos.En definitiva, estamos ante un álbum ilustrado muy
tierno, con imágenes que brillan por su maravilloso uso del color y hacen un
gran despliegue de personajes que tienen algo que contarnos sobre sus sueños. Se
repite la fórmula de Besos que fueron y no fueron, pero con otro ilustrador para que los lectores no nos cansemos del
mismo estilo y conozcamos otras posibilidades del dibujo. Si os gustó aquel
álbum de los besos, no os podéis perder Ensueños;
y si no conocéis ninguno de los dos, tenedlos en cuenta como idea de regalo (o
autorregalo), porque quedaréis divinamente y os pueden salvar en aquellas
ocasiones comprometidas en las que se quiere regalar algo especial y no se sabe
el qué. Por mi parte, solo me queda añadir que espero que la editorial continúe
trabajando en esta línea, con álbumes completos y creativos que, por si fuera
poco, apuestan por el talento de los autores autóctonos. ¿Qué más se puede
pedir?