Foto de Internet.
Hoy por hoy y a pesar de que van diciendo por ahí que éste pasado dos mil doce ha sido uno de los grandes años para el cine español en cuanto a recaudación creo poder decir con razón, conocimiento de causa y alzándome cómo voz de muchos compatriotas que, por lo que a mi respecta se puede ir al guano y por lo que respecta a mi bolsillo directamente a la mierda. Digo ésto porque a ninguno se nos escapa que todos los españoles, lo queramos o no, vayamos a la sala o no, pagamos el cine de éste país. Es más, si hay una industria sobrevalorada, sobrefinanciada y que peor trata a sus paganinis, tratándolos directamente de imbéciles ese, señores, es sin duda, el cine de éste solar o terruño patrio. O más bien debiéramos llamarle conjunto de imágenes correlativas en los que salen señores que según gobiernen unos u otros se erigen en garantes y vox pópuli sin que nadie, por nada, los haya erigido para tal actividad. Esos señores que se autodenominan temerariamente artistas y que, sinceramente, de artistas tienen casi lo mismo que el que suscribe.
De Goya, el cabezón.
Ignoro que habrá hecho el pobre Goya para ver tan vilipendiado su nombre y su testa. El Cabezón, cómo entre los miembros de la Curia cinematográfica española se conoce al preciado galardón, es uno de nuestros más conocidos e internacionales pintores y supongo que tuvo la desdicha de ser elegido para premiar a los esperpentos elegidos a dedo por la Academia de las Artes Cinematográficas, también conocida cómo Cueva de Alí Babá o de los expoliadores de la subvención que tan alegremente dispensa el Ministerio de Cultura mientras nuestros mayores se tiene que pagar las medicinas, por no elegir a otro pintor cómo Velázquez, el Greco o Sorolla. Este último porque sería de rima fácil y mal sonante y la verdad, aunque Goya tambien rima con según que miembro, a lo que los españoles nos tocan los que lo reciben está ligeramente más abajo y en número de dos. Manda concejales el espectáculo que nos mamamos por obra y gracia de nuestro cine.
Porque ir a ver cine español es cómo ver los documentales de la Dos. Todo el mundo los ve pero nadie tiene ni pajolera idea de lo que sale en ellos. Debe ser por la cosa de hacernos los inteligentes e interesantes. Pues el cine en cuestión es igual. En España se financia, vía impuesto revolucionario expedido por el Menestro de Incultura unos cuantos cientos de títulos al año. Mierdas infumables en su mayoría que terminan en la basura o en un paquete de oferta para alguna cadena de televisión venida a menos con el que poder llenar el huequito de sobremesa. Las que pasan el corte pasan al circuito profesional y comercial y finalmente, si alguna triunfa es por una de éstas dos razones. Son actores extranjeros los que salen en ellas o el Almodóvar quien las firma. No falla. Por lo demás, si se puede tirar el dinero público de una manera más onerosa, digánmelo, pues no conozco otra más pésima que financiando malas películas, peores directores y patéticos actores.
La renovación.
Es algo así cómo la Sopa Boba. ¿Para qué hacer algo decente si de todas maneras te lo van a pagar del dinero que les quitan de la boca a los hijos de los españolitos? Debe de ser algo del Estado del bienestar, pues se mantiene del mismo modo que la Sanidad o la Educación, perdón, el Adoctrinamiento. Sólo que en el fondo, la utilidad cinematográfica sólo sirve para sacarnos los colores a los que la financiamos sí o sí. Cómo tantas otras cosas en éste país. Al final resulta que un Estado que debe de ser eficiente, mínimo, gastar en cosas verdaderamente importantes y funcionar a tope de tecnología para reducir al máximo costes, queda en evidencia financiando a los de la Caverna actoril que, encima, gustan de morder la mano que les da de comer utilizando la gala de los Cabezones, que digo, la de los insignes Goyas para, en lugar de vendernos su mierda cómo si fuera caviar para que vayamos a verla sólo están para dar la matraca con los recortes, los politicastros y cómo no tenemos guerra a la vista, con los deshaucios que esa es otra.
Otro gallo les y nos cantaría si, en lugar de darles alegremente el dinerito público, tuvieran que buscarse las castañas por lo privado. Lo mismo ganaban en competitividad y calidad. Es posible que, incluso, en lugar de hacer una castaña medio fumable al año, salieran películas muy en condiciones, comerciales y que no hablen de la Guerra Civil o de lo guay que eran según que especímenes de tiempos pasados. Quizás, no se, pudiéramos ver una película en condiciones, de tiros, de bombas y explosiones. No deja de sorprender que sigamos sin tener un listón lo suficientemente alto en todo lo que nos proponemos en cuestión cinematográfica. Al menos nos quedará Torrente que, sino gran producción si es el exponente más claro del cutrerío al que estamos sometidos en todos los aspectos de neustra vida y más que ninguno en el cine de manufactura nacional. Así no vamos a ningún lado y a esos también hay que recortarles, con el peligro de que su tribuna, la que tienen para hacer ruido es mucho más alta.
En fín...
No voy a nombrar ni de pasada las barrabasadas que se pudieron proferir en los Goya. Por mi parte el divorcio entre mi persona y el cine español me lleva a ver alguna producción sólo cuando alguna de las cinco mil mediocres cadenas que nos provee el TDT o internet ponen ante mis narices. De hecho muchas veces es que pasar de los primeros quince minutos ya es un logro, pues el planteamiento, el nudo y el desenlace es tan similar a todo lo financiado anteriormente que, vista una vista todas. Eso sin entrar a valorar que hay mas politicastro profesional entre los actores que en el Congreso y que sus prédicas son mucho más parecidas, por norma general, a mítines a destiemmpo que a explicaciones sobre lo que se hace con nuestro dinero. Craso error el mío pues sí puedo aseverar que se hace con él sin que un actorazo de nuestra pléyade de meteoros nos lo diga, comprar trajes carísimos para actrices de medio pelo que van soltando la primera imbecilidad que se les pasa por la cabeza cuando el bueno de Goya cae en sus manos. Señor que Cruz.