Entonces me aferro a ella, porque soy de los que creen que la mujer, como el tiempo y la felicidad, es fugitiva e inabarcable. Entonces la beso de nuevo y la miro y la muerdo y trato de guardar su olor en mi memoria, por siempre. Entonces me asaltan dos temores: Uno razonable -el de que se vaya- y otro irrazonable -que se desvanezca-. * www.suspirosyprosas.blogspot.com