Con la perspectiva del tiempo, la verdad de los hechos se ha impuesto a la mentira para mostrarnos que no hay el menor rastro de ETA en la autoría del mayor atentado perpetrado en territorio europeo, que la rendición y "traición a los muertos" eran una calumnia que se desvanece ante el incuestionable debilitamiento de los eternos cobardes, que la familia no la rompen los gays sino las drogas o la violencia de género, y que solo existe una Nación, porque si el preámbulo constitucional no tiene eficacia jurídica, mucho menos puede tenerla el preámbulo de un estatuto. En este país hubo quien decidió entrar en el redil de la mentira y, ante la aplastante verdad, hoy se pregunta "¿han llegado a la convicción de que somos una pandilla de borregos?". A la vista de los hechos, la pregunta sobra.
Con la perspectiva del tiempo, la verdad de los hechos se ha impuesto a la mentira para mostrarnos que no hay el menor rastro de ETA en la autoría del mayor atentado perpetrado en territorio europeo, que la rendición y "traición a los muertos" eran una calumnia que se desvanece ante el incuestionable debilitamiento de los eternos cobardes, que la familia no la rompen los gays sino las drogas o la violencia de género, y que solo existe una Nación, porque si el preámbulo constitucional no tiene eficacia jurídica, mucho menos puede tenerla el preámbulo de un estatuto. En este país hubo quien decidió entrar en el redil de la mentira y, ante la aplastante verdad, hoy se pregunta "¿han llegado a la convicción de que somos una pandilla de borregos?". A la vista de los hechos, la pregunta sobra.