El siglo XVIII presenta variados síntomas de cambio en la concepción de las diversas ciencias humanas. Los cuestionamientos realizados desde el ser humano en cuanto a su pensamiuento y existencia, sobrepasaron los espacios hasta el momento realizados en el siglo XVII, y encontraron posteriormente las herramientas para hacer una construcción histórica de ello. Es decir, se logra una ampliación disciplinaria en post de explicar la construcción que ha tenido el hombre en la naturaleza, dejando de lado el rol divino en este tipo de historia (Historia Natural). Además de lo anterior, se comenzaba a valorar la categorización de ella misma con respecto a la historia sagrada y secular. Ahora bien, tal como señala la historiadora María Inés Mudrovcic, este proceso es parte de una relación de proporción directa con el lugar del ser humano en la historia, es decir, la máxima de una Historia Natural era dada, en un principio, para subordinar a este ser. Conforme pasa el tiempo, la Historia Natural comienza a ser reemplazada por la noción del uso de razón.
Sumado a lo anterior, cabría ver un segundo lado del río, es decir un cambio o la existencia de otro régimen de temporalidad dentro de la propia modernidad, desde fines del XVIII y comienzos del XIX. Para entender esta diferencia podríamos situar a dos espectadores de la Revolución Francesa, Joseph De Maistre y Chateubriand, ambos de nacionalidad francesa. El primero de ellos, un tipo muy conservador y de religión católica se preguntaba por la razón que Dios habría tenido para permitir la revolución (Sloterdijk), encontrando respuesta en que tal período de crisis servía para ver la verdadera lealtad hacia la fe y comprender que la razón del hombre no era más que un error que acercaba hacia las puertas del infierno. En relación con De Maistre, Chateubriand también miraba con cierto pesimismo el tema revolucionario, aunque este buscaba con desolación el pasado donde se encontraba el buen salvaje.
Comparando ambos puntos, podríamos decir que durante el proceso de Revolución existe una clara consciencia de la aceleración del tiempo experimentada por De Maistre y Chateubriand, así como el hecho de comenzar a mirar el pasado con cierta distancia, así como si se estuviera realmente alejando, provocando cierta tensión en el momento presente de los personajes (Hartog). Además de ello, existe una clara visión desde el punto de vista hacia la filosofía, pues ambos franceses la repudian, a diferencia de lo que pasaba con Voltaire quien prefería una filosofía de la historia en vez de una historia para sí misma. Ahora bien, es posible discernir que esta diferencia de punto de vista se atribuye al proceso revolucionario en cuanto crisis de la historia, un punto de inflexión entre dos momentos distintos dentro de la modernidad. El proceso revolucionario provocó un distanciamiento del siglo XVIII, que en un comienzo era visto de forma melancólica, para luego estabilizarse y pensar de manera consciente cómo es que se puede construir el futuro luego de tal fruto de crisis. Por tanto la creencia de la razón que se tenía en el XVIII sobre la filosofía cambia, pues no es útil para explicar lo nuevo.
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Bibliografía:
Mudrovcic, María. Historia, narración y memoria. Madrid: Akal, 2005.
Sloterdijk, Peter. Los hijos terribles de la edad moderna. Madrid: Siruela, 2015.
Hartog, Francois. Regímenes de historicidad. México, D.F: Universidad Iberoamericana, 2007.
Berman, Marshall. Todo lo sólido se desvanece en el aire. Buenos Aires: Siglo veitiuno, 1989.