Fuera y dentro del país hay gente que se pregunta qué es lo que anda mal en la sociedad mexicana. Más fácil sería respondernos qué anda bien. Por principio de cuentas, no hay quien pare la escalada de odio, que en los últimos años ha cobrado cerca de 100 mil muertos (10% de la sangre que costó la Revolución de 1910), y estos muertos se han cargado al narcotráfico, cuando realmente hay entre ellos numerosos inocentes. A río revuelto, cualquiera hace de las suyas.La injusticia, la impunidad, la indiferencia pública ante tan funestos sucesos sientan sus reales en pueblos y ciudades del país. La gente se acostumbra a la mala vida. Sin embargo, esto no es, no puede ser normal. Los políticos hablan de “recomponer el tejido social”, pero nunca explican lo que esto significa. Al menos reconocen que algo muy importante se rompió en la estructura social, algo dejó de funcionar ahí. Recomponer el tejido significa reconstruir algo destruido, que está roto, en ruinas. Y tratándose de una sociedad, esto no es fácil.¿Qué fue lo que se rompió? Para saberlo necesitamos averiguar, primero, qué es lo que más une, lo que más integra a una sociedad. El joven poeta liberal Juan Díaz Covarrubias (1837-1859) decía que el lazo que une los eslabones de la cadena social no es otra cosa que el amor, algo muy inestable -admitía-, pero real.En efecto, tomando en cuenta que la familia sigue siendo la célula de la sociedad, y que su existencia se basa fundamentalmente en el amor, entendemos que lo que se ha roto en la sociedad mexicana es precisamente la cadena del amor, el amor a la patria, el respeto al prójimo y a la propia familia.¿Y qué es lo contrario del amor, lo que permea en la sociedad actual?: El odio que surge de las desavenencias por la ambición de poder, del dinero, con sus secuelas de injusticia, impunidad, desigualdad, falta de oportunidades en educación y empleo, abandono de tradiciones, pérdida de identidad y de valores.En consecuencia, no hay más camino que revalorarnos como mexicanos, atar de nuevo las buenas voluntades y restaurar la moral pública, porque del otro lado está el abismo. La familia, la escuela, la empresa y el gobierno tienen mucho qué hacer en este campo, porque como decía el propio Díaz Covarrubias: Cuando se despoja de amor el esqueleto de la vida lo mismo da ser o no ser, vivir hoy que morir mañana…
Fuera y dentro del país hay gente que se pregunta qué es lo que anda mal en la sociedad mexicana. Más fácil sería respondernos qué anda bien. Por principio de cuentas, no hay quien pare la escalada de odio, que en los últimos años ha cobrado cerca de 100 mil muertos (10% de la sangre que costó la Revolución de 1910), y estos muertos se han cargado al narcotráfico, cuando realmente hay entre ellos numerosos inocentes. A río revuelto, cualquiera hace de las suyas.La injusticia, la impunidad, la indiferencia pública ante tan funestos sucesos sientan sus reales en pueblos y ciudades del país. La gente se acostumbra a la mala vida. Sin embargo, esto no es, no puede ser normal. Los políticos hablan de “recomponer el tejido social”, pero nunca explican lo que esto significa. Al menos reconocen que algo muy importante se rompió en la estructura social, algo dejó de funcionar ahí. Recomponer el tejido significa reconstruir algo destruido, que está roto, en ruinas. Y tratándose de una sociedad, esto no es fácil.¿Qué fue lo que se rompió? Para saberlo necesitamos averiguar, primero, qué es lo que más une, lo que más integra a una sociedad. El joven poeta liberal Juan Díaz Covarrubias (1837-1859) decía que el lazo que une los eslabones de la cadena social no es otra cosa que el amor, algo muy inestable -admitía-, pero real.En efecto, tomando en cuenta que la familia sigue siendo la célula de la sociedad, y que su existencia se basa fundamentalmente en el amor, entendemos que lo que se ha roto en la sociedad mexicana es precisamente la cadena del amor, el amor a la patria, el respeto al prójimo y a la propia familia.¿Y qué es lo contrario del amor, lo que permea en la sociedad actual?: El odio que surge de las desavenencias por la ambición de poder, del dinero, con sus secuelas de injusticia, impunidad, desigualdad, falta de oportunidades en educación y empleo, abandono de tradiciones, pérdida de identidad y de valores.En consecuencia, no hay más camino que revalorarnos como mexicanos, atar de nuevo las buenas voluntades y restaurar la moral pública, porque del otro lado está el abismo. La familia, la escuela, la empresa y el gobierno tienen mucho qué hacer en este campo, porque como decía el propio Díaz Covarrubias: Cuando se despoja de amor el esqueleto de la vida lo mismo da ser o no ser, vivir hoy que morir mañana…