Poco antes de que juzgaran estos días al cantautor Javier Krahe por supuesta ofensa a los sentimientos de los católicos en un video en el que cocinaba una imagen de Cristo, en Almonte, Huelva, una turba fanatizada saltaba una verja para llevarse la imagen de la Virgen del Rocío, acto que para muchos católicos no es menos blasfemo que el de Krahe.
El Artículo 525 del Código Penal socialista de 1995 define como delito la ofensa “a los sentimientos de una confesión religiosa”, que muchas veces son ridículas emociones ajenas al dogma aceptado.
Los primeros iconoclastas y los ilustrados hirieron los sentimientos de las masas más supersticiosas, y al ridiculizar numerosos ritos, incluso con “animus injurandi”, hicieron que la sociedad progresara hacia el racionalismo, padre de la ciencia.
Cuando unos fieles se crucifican en Filipinas o se descarnan la espalda a latigazos en la Rioja, o penan encapirotados y encadenados, quizás tengan fe, pero también, y usted perdone, una risible pasión masoquista y exhibicionista.
Como es chusca y brutal la ceremonia chiita de la Ashura, en la que se multiplica por muchos miles en número de picaos de la Rioja, y también de miles de litros de sangre derramada, que mejor sería el bondadoso y también rojo Tempranillo.
Quien señale estos alardes como salvajes y necios puede sufrir el artículo 525 y ser condenado a multa de ocho a doce meses, que en el caso de Krahe valora en 144.000 euros su denunciante, el Centro Jurídico Tomás Moro.
Queriendo imponer en todo el mundo desde la ONU legislaciones parecidas al Artículo 525 español los islamistas pretenden acabar con las libertades de pensamiento y expresión ganadas en Occidente hace varios siglos.
Y juicios como el de Krahe ayudan a esos islamistas: nos somete a los censores religiosos y no a la razón, y si a veces nos reímos de la razón, hagámoslo también de los sentimientos místicos sin que se nos castigue, porque se empieza con multas y se termina en los cadalsos.
La Inquisición todavía mató en España en 1826, hace menos de dos siglos.
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SALAS