La comparación de sus programas electorales evidencia las enormes discrepancias que caracterizan dos visiones opuestas de la realidad y de los proyectos con que pretenden abordarla sus candidatos. El magnate Trump confía en su experiencia empresarial, nula en política, para dirigir la nación y encarar los problemas a que se enfrenta, apelando a un patrioterismo ramplón de medidas extremas, como levantar un muro en la frontera con México para evitar la inmigración irregular, y a la fuerza, con tortura incluida, para combatir el terrorismo, como si este fuera un enemigo visible al otro lado de la trinchera. Frente a él se sitúa la exsenadora Clinton, que promete dar prioridad a la recuperación económica, sobre todo de los sectores más desfavorecidos, y potenciar desde el gobierno valores que estima duraderos, como la libertad, la igualdad, la justicia y la oportunidad.
Es desde el punto de vista de sus ideas, talantes y propuestas que la comparación entre la candidata demócrata Hillary Clinton y el candidato republicano Donald Trump parece la misma que entre la bella y la bestia. Son como la noche y el día, no sólo en lo físico o estético, sino en lo ideológico y ético. Confiemos que la sensatez, la racionalidad y el sentido común guíen a los votantes que elegirán al próximo presidente de USA. Nunca nos hemos jugado tanto en unas elecciones presidenciales norteamericanas.