Serían el mayor partido Los que más allá de las inclinaciones ideológicas que puedan tener están más cerca del hastío que de la militancia. Los que suelen andar por el centro amplio del espectro político y que en su inmensa mayoría verían con sumo agrado un gran acuerdo entre los dos grandes partidos políticos para recuperar sus esperanzas de futuro. Son quienes contribuyen al mantenimiento básico del país y que formarían desde su indefinición ideológica y padecimientos comunes el mayor conglomerado político y social español, tras una pancarta que dijera a los políticos más significados: “Uníos para barrer toda la porquería y sacarnos adelante”. Millones de personas esperando lo que se les antojaría un milagro. Y se lo merecen, sin ninguna duda, porque lo que no se merecen es a quienes les han gobernado en el último decenio largo por mucho que les hayan votado, y recriminado hacia sus adentros eso mismo tantas veces acordándose ‘de sus familias de ellos’, que se dice por ahí.
Última horaSegún la última encuesta conocida, realizada por Sigma Dos para Mediaset a mediados de este diciembre, Podemos sería la fuerza más votada de celebrarse ahora las elecciones con un 28 % de papeletas. No sé el grado de cocina que tendrá, pero me quedo con que el PP, con el 26, y el PSOE con algo más del 18 estarían en ese entorno del 20 o 25 % que aventurábamos en esas mismas fechas en este rincón.
La rebeldía de PodemosMás allá de la relatividad de esas cifras, a casi un año de las elecciones y sabiendo que una cosa es responder a un cuestionario y otra muy distinta votar, es evidente que la rebeldía frente al estado de cosas que sufrimos y a los partidos políticos que lo han propiciado tiene una posición firme. Y también está claro que Pablo Iglesias es el político que suscita más ilusión a más gente. Muchos le achacan que sobre todo tiene gancho entre los más jóvenes, pero ojo, se olvidan de que quien no es rebelde a los veinte años es que tiene pocas luces, por no hablar de ilusiones. Y de que el voto de los menores de cuarenta años es decisivo en España. Y razones tienen de sobra para la rebeldía; tantas que es aburrido repetirlas.
Hay otro dato que enarbolan quienes relativizan demasiado el fenómeno Podemos, y es el hecho de que ha menguado la efervescencia de afiliaciones que crecía en progresión geométrica. Pero tanto una realidad como la otra responden a la lógica. El gran crecimiento fue natural debido tanto a la respuesta social de la indignación reinante a un mensaje político bien estructurado para aglutinarla, y a la frescura social de sus representantes, como a que era gratis y muy cómodo hacerlo vía internet, y sin ninguna exigencia, además. Y su freno responde a la propia naturaleza de los orígenes de extrema izquierda de sus líderes, con el propio Iglesias a la cabeza, puesta de manifiesto por la inmensa mayoría de medios de comunicación; que sin ninguna duda le puso un freno a sus expectativas de ser una opción de gobierno y no de simple oposición, como tanto aseguraron. De ahí el inteligente giro estratégico de su discurso hacia la socialdemocracia en octubre y noviembre, bien recibido y con buen eco en el electorado no comunista. Así que cuidadín con el llamado “coletas”, que unos desde el desprecio, otros desde el miedo y muchos coloquialmente, hemos elevado a la categoría de personaje de primerísima fila, aparte de su indudable valía, e influirá poderosamente en el próximo gobierno de España.
A gobernar en solitario no llegará, porque su estigma bolivariano, pro iraní, comunista y hasta pro etarra es demasiado lastre para convencer a la mayoría social española; aparte de alguna de sus enloquecidas propuestas económico políticas como lo de doblar hasta los seis millones el número de funcionarios y empleados públicos, aunque haya moderado otras; pero será determinante en los otros dos escenarios, una vez alcanzado el máximo techo electoral producto de la rebeldía social, que hemos cifrado alguna vez aquí mismo en menos de seis millones de votos. La única posibilidad real que tendría es que el PSOE perdiera los papeles definitivamente y le apoyara en plan suicida.El miedo y el mal menorEl primero de los escenarios propiciados por su hipotético éxito en las urnas sería el del miedo, que pondría en el tablero la posibilidad de una gran coalición postelectoral de PP y PSOE con la adenda de otros como la alicaída UPyD y el creciente Ciudadanos de Albert Rivera, para oprobio de Rosa Díez; deseable para muchos millones de españoles que huyen con mucha razón de experimentos en el gobierno de un país. Y el segundo es el que originaría lo del mal menor en cualquiera de sus variables, mucho más factible en el sentido de los conservadores de Rajoy hacia los socialistas, e incluso de Podemos en último extremo y en plan muy matizado. En ambos casos, Pedro Sánchez tendría muchas opciones de presidir el gobierno si no lo impide quien tutela el PSOE con demasiada ambigüedad desde su feudo andaluz, Susana Díaz, con la anuencia entre bambalinas de sus antiguos líderes, y, pásmense, también de un sobrepasado y sorprendente Rajoy.
Pero los socialistas han de llevar mucho cuidado y elaborar una estrategia más diáfana y uniforme. Para gobernar deben huir de las divisiones internas, en primerísimo lugar, y es fundamental que superen con claridad los últimos resultados electorales de Rubalcaba. El 25 por ciento sería el mínimo exigible de Sánchez - ojo a las municipales- o Díaz en votos para acariciar el timón de nuestro destino.