Entre lonas, arena y montes

Publicado el 19 abril 2018 por Daniel Guerrero Bonet
Estamos en plena semana festiva de Sevilla, los días en los que se celebra la festividad anual de la Feria de Abril, la fiesta grande, divertida, derrochadora y multitudinaria en que la ciudad se transmuta en su doble de casetas de lonas y calles de albero por donde discurren en aglomeración mujeres ataviadas con ceñidos trajes de flamenca y flores en el pelo y pasean jinetes enhiestos sobre hermosos caballos, sujetando con una mano las riendas del animal y apoyando la otra sobre el muslo o asiendo una copa de manzanilla, para que un millón de visitantes participen del espectáculo de beber, cantar, comer y bailar en familia, amigos, conocidos y desconocidos hasta que el cuerpo aguante y el bolsillo lo permita. Es la primera fiesta del calendario con que se da carpetazo al invierno y se inauguran los cielos azules y los primeros calores con el fragor infernal de una calle de “cacharritos” ruidosos que levantan el estómago, tómbolas en las que siempre toca y circos ambulantes con sus enanos, trapecistas y elefantes. También son siete días de atascos imposibles en la ciudad, hoteles repletos de turistas y trenes abarrotados que vomitan visitantes en la estación, atraídos como moscas por los colores, sonidos y aromas de la gran fiesta por antonomasia de Sevilla.
Otros, también muchos en la diversidad, optan por sustituir el bullicio, el ruido y la obligación imperativa del jolgorio y la diversión con el sosiego de una playa inmensa, silenciosa y plácida como el amor de una madre, aprovechando la bondad de una primavera caprichosa. O las caminatas sin prisa entre matorrales y quebradas para entablar diálogo silente con las aves cantoras, las llamadas lejanas de animales que no se ven pero se adivinan o el suave murmullo del viento entre las ramas de los árboles. Incluso para huir al sillón favorito, al abrigo de una habitación en soledad, en el que abandonarse a la lectura siempre dispuesta o la cabezada ocasional, sin que nadie te chille ni empuje.
Son posibilidades de disfrutar estos días, entre lonas, arena y montes, que se nos brinda para quebrar la cotidianeidad rutinaria del año y que cada cual aprovecha a su antojo, mientras la ciudad se entrega por sevillanas y hedonismo a su impetuoso florecer primaveral. Salud y que los disfruten como gusten.