Revista Arte

Entre los genios, los otros creadores y la verdadera autoría, lo único que realmente existe es el Arte.

Por Artepoesia
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En el Arte se entiende el concepto de Forma como un valor estético propio, sin otras consideraciones ajenas al mismo, como pueden ser las cuestiones sociales o morales. La Forma son los elementos visuales que dan consistencia a lo representado, como la composición, los colores y su estructura.  El escultor alemán Adolf von Hildebrand (1847-1921) expuso ya en su libro El problema de la forma en la pintura y en la escultura,  su teoría de que en el Arte la Forma tiene siempre dos maneras de ser representadas. Una espacial, física sobre todo, arquitectónica; otra, funcional, espiritual, más expresiva. Así estableció que la forma espacial era aquella donde dominaba la geometría, la racionalidad y el equilibrio. La otra, la funcional, acentuaba más que nada la significación de la creación, la emoción más profunda, incluso a medida que ésta evolucionaba. Por supuesto, cualquier obra de Arte requiere disponer de las dos; sin embargo, en cada creación concreta siempre hay una que resalta sobre la otra. En general, la tendencia más espacial acabó por denominarse Clasicismo; la más emocional, Barroquismo.
En una visión global de todas las Artes, según el crítico español Eugenio D´ors (1882-1954), podríamos situar a la Pintura como si ésta estuviese en el centro de una imaginaria gráfica horizontal, que también nos serviría, incluso, como una virtual escala cronológica. A su izquierda (más antigüedad) iríamos situando la inclinación artística más Clasicista, más espacial, más física, como es la Arquitectura y la Escultura; a su derecha (más moderna) las más expresivas, las más emocionales, como la Música o la Poesía. Siguiendo a este crítico español, en el término medio de esa escala, entre los dos extremos de esa gráfica imaginaria, situaríamos a la Pintura-Pintura, en donde se encontraría un creador insigne, el genial Velázquez (1599-1660) y su genial pintura. La proximidad de la Pintura al extremo de la Escultura y la Arquitectura nos darían, por ejemplo, obras que van desde el clasicista francés Nicolas Poussin (1594-1665) hasta los creadores del renacimiento, alcanzando a llegar al cuatrocentista (siglo XV) Andrea Mantegna (1431-1506). En el otro extremo, el que tendería hacia lo Musical y lo Poético, nos darían creaciones de, por ejemplo, dos genios: el Greco (1541-1614) y Goya (1746-1828).
 Es decir -según D´ors-, de Velázquez a el Greco se va ascendiendo en la escala de la expresividad (y dos genios pueden saltarse la de la cronología), que después además siguieron a través de múltiples artistas, tendencias y escuelas. De Velázquez a Mantegna, se dirige la escala de la construcción, la del espacio. De este modo, cuando la Pintura tendía más hacia sus inicios más acentuaba el dibujo, la forma definida, geométrica, precisa, lineal y equilibrada. Hacia el otro lado nos dirigimos hacia una mayor emotividad, hacia el triunfo cada vez mayor del color, hacia la expresión más poderosa en el Arte, que alcanzaría ya, por ejemplo, en el siglo XIX, al maravilloso Impresionismo. Hay dos momentos en la Historia del Arte en donde la pintura resalta más claramente estas dos posiciones: el Renacimiento y el Barroco. Y ambas materializan, además, la mayor contradicción artística de la creatividad del ser humano. Las dos tendencias se solaparon en el tiempo, es decir, no se separaron muchos años una de la otra. Es ésta una curiosidad histórica y cultural extraordinaria. ¿Cómo se pudo cambiar tan radicalmente de pintar en tan pocos años, teniendo tan pocas formas de comunicar, además, esas tendencias con los medios tan limitados de comunicación de aquellos siglos XVI y XVII?
Las autorías de las obras de Arte han sido muchas veces confundidas por los críticos. No todos los creadores firmaban sus obras; y si lo hicieron, no lo hicieron a veces muy legibles. Es por esto que sólo se podían identificar ciertas creaciones por los rasgos que individualizan una obra; por su propia personalidad, como son los detalles, los colores, los pliegues, el estilo de los trazos, etc. Así se pudieron clasificar obras pero, al mismo tiempo, se lograron equivocar identidades. En el Renacimiento han habido muchos casos de errores en la autoría de obras. Uno de ellos fue el de un pintor desconocido, inidentificado casi, Giovanni Agostino da Lodi (1467-1525), nacido en el norte de Italia, en Lombardía, cerca de Milán. Otro pintor italiano, nacido el mismo o un año después en Emilia-Romaña, cerca de la Lombardía milanesa, fue Boccaccio Boccaccino (1466-1525). Las pinturas de ambos pintores fueron confundidas durante años, incluso murieron los dos, curiosamente, el mismo año. De hecho, hoy por hoy, no existe una autoría oficial de algunas de sus obras. Por ejemplo, el cuadro Muchacha Gitana, fechado entre 1505 y 1518, tiene dos autores diferentes según se dirija uno a Web Gallery de Art o a Ciudad de la Pintura. Sin embargo, en el museo donde radica el cuadro, la Galería de los Uffizi en Florencia, indica a Boccacio Boccaccino como el autor. A cambio, además de la referencia de Ciudad de la Pintura, en donde ya se le denomina a Giovanni Agostino da Lodi también como el Pseudo-Boccaccino, existe otra referencia a este mismo pintor en el Museo Thyssen, en donde tienen dos obras de este autor.
La genialidad es algo existente, pero sólo algunos, muy pocos, la poseen. En el Arte esto está claro. La multitud de creadores que han existido y existen no les ha quitado ni les quita la pertenencia al Arte, pero la genialidad es sólo una característica permanente en todas las obras de algunos autores nada más. Sólo si se consigue que todas sus obras tengan el rasgo propio de los genios, sus creadores lo son. Los ejemplos están ahí: Velázquez, El Greco, Goya, Caravaggio, etc.. Otros sólo crearon alguna vez alguna obra que destacara especialmente. Es el caso, por ejemplo, del pintor italiano Jacopo Amigoni (1682-1752), que como muestra de ésto indico dos obras suyas, una en donde no consigue destacar nada especialmente, otra, sin embargo, en donde raya la genialidad en la mirada convincente, emotiva y sincera del Niño Jesús en brazos de la Madonna. ¿Por qué sólo ahí? ¿Por qué sólo en ésa? Por lo mismo que la autoría de los que se confunden, o las obras de los autores que, a veces, cuando la inspiración les utiliza, han llevado a crear sólo Arte, nada más que el Arte, lo único que verdaderamente existe. Es el Arte el que, haciendo uso de los seres inspirados, no se sabe bien por qué, consigue por sí solo crear Arte. Los utiliza, a los creadores, como si éstos fueran unos polichinelas de su misteriosa Creación. El Arte es el único identificado en sí; el único que nunca se confunde, el único que realiza extraordinarias obras de creación artística. Así ha sido y así será. El único, además, que se atribuye toda la auténtica creación..., excepto los genios.
(Óleo Muchacha Gitana, 1505-1518, ¿de Giovanni Agostino da Lodi ó de Boccaccio Boccaccino?, Galería de los Uffizi, Florencia; Cuadro Lavatorio, 1500, del pintor Giovanni Agostino da Lodi, Galería de la Academia, Venecia; Óleo Ladón y Siringe, 1510, Giovanni Agostino da Lodi, Museo Thyssen, Madrid; Óleo Sagrada Familia, 1500, Giovanni Agostino da Lodi, Louvre, París; Cuadro Cristo cargando la cruz y la Virgen desmayada, fragmento, 1501, Boccaccio Boccaccino, National Gallery, Londres; Óleo Virgen con santos, fragmento, 1505, Boccaccio Boccaccino, Galería de la Academia, Venecia; Óleo Joven con frutas, 1594, del genial Caravaggio, Galería Borghese, Roma; Extraordinaria obra La vocación de San Mateo, 1601, Caravaggio, Iglesia de los Franceses, Roma; Óleo Sagrada Familia con San Juan, aprox. 1740, Jacopo Amigoni, Alemania; Lienzo Madonna con su Hijo, 1740, Jacopo Amigoni, Museo de Leizig, Alemania; Cuadro Shakespeare al anochecer, 1935, del pintor americano Edward Hopper, colección privada.)
Vídeo de la película Anonymous, 2011, basada en la duda sobre la autoría real de las obras de Shakespeare:

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