Un profesor de física y matemáticas, ahogado por el sistema educativo, decide indagar sobre el mejor método para devolver la motivación y confianza de los alumnos en los estudios y en ellos mismos. Escribe un libro, y al cabo de un tiempo el director Pablo Usón le propone llevar sus teorías a la práctica y hacer un documental sobre ello. El resultado es Entre maestros, una experiencia educativa de lo más interesante que conecta emotiva e intelectualmente con el espectador, sobre todo con cualquiera que haya sido adolescente —es decir, todos— y que sueñe con una mejor educación —todos otra vez, a excepción de los gobiernos y administraciones que podrían hacer el sueño realidad, claro—.
El instigador de todo este proyecto es el pedagogo Carlos González, y la experiencia, inspirada en su libro Veintitrés maestros, de corazón: un salto cuántico en la enseñanza, consistía en juntar a 11 alumnos adolescentes, de perfiles distintos, durante 12 días de clase. En total, fueron 50 horas lectivas, todas grabadas, en las que González no enseñó a los chicos las leyes de la física ni los distintos tipos de ecuaciones matemáticas, sino que trató de provocarlos, de sacar lo peor y lo mejor de sí mismos, pero también de despertar en ellos la curiosidad, el autoconocimiento, el respeto y la amistad.
Una de las excelencias de Entre maestros, pues, es esa defensa y demostración práctica de que hay un método —aunque no el único— que puede mejorar la educación. Ahora sólo queda cambiar las bases de nuestra sociedad actual para utilizar estos distintos métodos a nivel global; una tarea, en estos momentos, desgraciadamente utópica.
Con todo, más allá del contenido y las consecuencias políticas y sociales que podamos extraer de este documental, hay que destacar también la forma en que se nos presenta. La realización de las cámaras, el sonido y el montaje, en este sentido, consiguen en tan sólo hora y media capturar la fuerte conexión emocional que se establece entre los protagonistas, así como crear una nueva conexión, no menos fuerte, entre ellos y el público. A la hora de la verdad, no obstante, son estas 11 personas las que, con valentía, simpatía, locura o rebeldía despiertan las lágrimas y la reflexión del espectador. Es en ese momento que se convierten en maestros de todos nosotros, dándonos una lección de vida que nadie, nadie debería perderse.
Lo mejor: el objetivo que persigue, y consigue, la naturalidad del proyecto, una más que acertada realización y la conexión emotiva que se crea con los protagonistas.
Lo peor: que, a corto plazo, y si seguimos así, no se podrá aplicar a nivel escuelas ni institutos, no porque no sea adecuado, sino porque el sistema no lo permite.
Nota: 9
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