Vuelvo a hablar de musicales. De alguna manera, «Mamma Mia!» y «Hoy no me puedo levantar», los dos musicales de mayor éxito en España, han seguido caminos paralelos. Se estrenaron con pocos meses de diferencia en Madrid: en noviembre de 2004 la primera, y en abril de 2005 la segunda. Tras varias temporadas de éxito en la capital, hicieron gira y también temporada en Barcelona. El próximo domingo, el musical sobre la música de ABBA dejará el teatro Coliseum, de Madrid, y la obra creada a partir de las canciones de Mecano bajará el telón en el Tívoli barcelonés. Después rematarán sus respectivas giras.
No me gustó en su estreno, en líneas generales, «Hoy no me puedo levantar». Estuve tentado entonces de hacer una gracia y haber titulado la crítica «Porque me he quedado pegado a la butaca», pero había detrás -eso era innegable- mucho esfuerzo y mucha ilusión. En resumen: me pareció excesivamente larga (más de tres horas y media), con un libreto flojo y una puesta en escena que era más ruido que nueces, en la que demás había varias canciones maltratadas. No entendía su éxito hasta que volví, bastante tiempo después, a ver el musical; en cuanto empezaron a sonar los primeros acordes, parte del público empezó a jalear la música con palmas y alguno incluso alzó su mechero encendido. Me di cuenta entonces de que «Hoy no me puedo levantar» no es, tal y como yo lo entiendo, teatro musical, sino un concierto en el que a las canciones se les adereza con una historia y con una costosa y espectacular producción escénica.
Son dos conceptos de espectáculo tan diferentes como válidos, pero yo me sigo quedando con el modelo que representa «Mamma Mia!».