Entre montones de libros

Por Mientrasleo @MientrasleoS

Tecnoartes.net. Escultura Alicia Martin


     Muchas veces me preguntáis cómo es posible que lea tanto. Y tantas otras he contestado que era debido a que muchos libros que salen los he leído hace más o menos tiempo. Supongo que la pregunta es sobre el momento en que uno se decanta por la lectura.
Ahora es más difícil, ya que la vida está llena de trampas mortales para futuros lectores disfrazadas de juegos de palabras en red y pajaritos cabreados que intentan matar a cerdos a cabezazos. Ahora hay whatsapp, wii, nds, ndsi y tantas otras cosas cargadas de tantas siglas, que me recuerdan los tiempos en que intenté comprar mi primer coche y descubrir que significaba aquella maraña de letras situada por fuera de la matrícula. Lo cierto es que con una televisión con dos canales, una radio llena de estática y cintas a las que había que dar la vuelta de forma periódica, era mucho más sencillo pensar en libros. La biblioteca de mi casa constaba de una Biblia, como toda casa que se preciase, y media docena de bonitos títulos encuadernados todos iguales que daban un aspecto estupendo a la estantería. Los usados se limitaban a unas cuantas novelas de Marcial Lafuente Estefanía, media docena de Arlequín y la enciclopedia Espasa de turno. Supongo que ahora, estaréis pensando que tengo años suficientes como para que la vida en mi juventud fuera en blanco y negro.... y seguramente acertéis. Si alguien le hubiera dicho a mi abuela que existirían los e-reader... bueno, y los tablet! se hubiera reído de buena gana.
     Pero más o menos fue así, y en una casa con una televisión más te valía buscarte la vida para distraerte mientras la familia miraba ese invento del maligno que, ya en aquel momento, subía el volumen sólo para poner anuncios. Y así fue como empecé con Julio Verne, que me descubrió su mundo submarino con cohetes que parecían balas y volcanes que nos dejaban pasar a las entrañas del mundo. empecé a pedirlos por mi cumpleaños, y cuando me regalaron el videojuego del momento (dos palitos manejados con sendos mandos a rosca que golpeaban una pelota cuadrada en la tele y llamaban tenis), preferí sentarme a leer La historia interminable mientras cedía mi turno. Y se mantuvo hasta que me empezaron a guiar y descubrí autores pensando que eran tesoros, para luego saber que eran conocidos por todos. Leí poesía, teatro, terror, ficción... todo lo que caía en mis manos pasaba por delante de mis ojos. Y poco importaba el sitio; salvo una vez que estaba leyendo un libro un tanto subido de tono en el autobús y lo fui cerrando mientras miraba a mi alrededor, un ojo en el libro, otro en la gente... como si estuviera cometiendo un delito.
     Poco a poco fui llenando de libros mis estantes y, como quien no quiere la cosa, los empecé a posar en la sala. Un día uno, otro un par... y tomando posiciones. Conociendo a Bulgakov, Steinbeck, Capote... y empezando a escuchar esto de, "Y si ya lo has leído, ¿para qué lo quieres?" Pero, evidentemente lo quería, y los sigo queriendo cuando los conservo en su sitio exacto. No por orden de compra, ni autores, editoriales o colores. No, así no están mis libros. Tras veinte años comprando mis libros se apretujan unos contra otros sin otra disposición que el hueco que quede. Se apilan en dos filas por estante y se completa colocando girados sobre ambas filas aquellos que tienen tapa blanda. Se codea el mismísimo Rey Lear con Lestat el vampiro que le comenta que su autor no sólo murió sino que se duda de su autoría, mientras junto a Moby Dick , Alicia se queja de que la ballena no pasa por su espejo para ver si en ese otro mundo puede hablar. Peter Pan tampoco vuela, supongo que por miedo a tener a su lado a El señor de las moscas, y una niña mala mira de reojo a un coronel, que ya no tiene quien le escriba aunque sea del mismo puño y letra. También están la chica de las cerillas, la de la gasolina y otra que vive en un palacio en el que siempre suena el viento; y todas ellas juegan con las luces a ver si ven las sombras de un tal Grey, que les han dicho que es un hombre muy majo, nada que ver con psicópatas o perturbados no, esos son Salvajes y aquí todos pasamos por El tratado de las buenas maneras.
     Lo único que me falta de enseñaros es un estante vacío, donde voy colocando los libros que me quedan por leer y un cuaderno donde apunto poemas. Y, justo arriba de todo, el cuaderno en el que apunto los libros que no tengo pero tendré, los que me recomendáis o encuentro por el camino y que, mas tarde o mas temprano, pasarán a estar en la pila que se sostiene desafiando a la gravedad  que es la de mis lecturas actuales e inmediatas. Y es justo a esa pila a la que me refiero cuando digo que estoy Entre montones de libros.
     Y trasladando una pregunta que hicieron el otro día en el café, ¿cómo colocáis vosotros los libros?
     Gracias