Llegamos a tierra de vikingos, donde se esconden los trolls, en busca del sol de medianoche, y ansiosos por ver y navegar por los famosos fiordos noruegos. Nuestros pies llegaban a la capital noruega, Oslo.
Se trata de la ciudad más poblada de Noruega y la capital más antigua de los países escandinavos. Probablemente, si organizas un viaje por los fiordos noruegos, Oslo será la ciudad desde la que partirás tu viaje, y al menos te recomiendo que le dediques un par de días.
La ciudad no es muy grande y el centro está bastante recogido, por lo que resulta bastante fácil moverse sin necesidad de transporte público. Nosotros nos alojamos en el Sentrum Hostel, muy cerca de la estación de trenes, y aunque el sitio no fue de los mejores del viaje, desde luego la ubicación era muy buena ya que en unos minutos te encontrabas en la calle principal y comercial Karl Johans. Una larguísima calle que atraviesa el centro de la ciudad, y une la estación con el Palacio Real, situado sobre una colina.
La calle Karl Johans se convertirá en un buen punto de referencia para moverte, y si avanzas hacia el sur, a pocas calles de allí llegarás al puerto Brygge, situado frente al Ayuntamiento, donde pequeños barcos de pesca llegan para vender su pescado fresco, y donde alguno echo el guante para degustar el producto.
A un lado del paseo marítimo se encuentra Aker Brygge lleno de restaurantes y tiendas chic por donde pasear, y al otro extremo, se alza la Fortaleza de Akershus de origen medieval y situada estratégicamente con vistas al fiordo, desde donde divisarás la ciudad.
Y de la parte antigua de Oslo a la más moderna... la Opera de Oslo, convertida en un edificio emblemático de la ciudad, es otro de los sitios que hay que ver. Situado frente al embarcadero de Bjørvika, se encuentra este impresionante edificio de mármol blanco, que en días claros deslumbra y que en días plomizos se entremezcla con las nubes, reflejándose en sus cristaleras la imagen del fiordo que se encuentra frente a él. Se puede ir andando desde la Fortaleza de Akersus o desde la estación central. Lo más curioso de este edificio es su techo inclinado por el que se puede pasear mientras se admira el paisaje.
Otro de los rincones que ofrece esta ciudad es la península de Bygdoy, a la que se puede llegar en bus, aunque si es verano y encima os brilla el sol como a nosotros, os recomiendo mejor el ferry que sale desde el muelle Rådhusbryggey y que en 15 minutos os dejará allí. Esta es una bonita zona residencial, con gente de poder adquisitivo a juzgar por las casas y los barquitos que vimos, y donde se encuentran varios de los museos de interés de esta ciudad. Uno de los museos a los que entramos y te recomendamos es el Vikingskipshyset , el museo de los Barcos Vikingos donde se encuentran algunos de los barcos mejor conservados del mundo.
Pero esto no es todo, aún me queda decirte otro de los puntos fuertes de esta ciudad, el inmenso parque Vigeland. Se encuentra un poco más retirado del centro, por lo que es mejor acercarse con el tranvía. Este parque también conocido como el Parque de las Estatuas contiene más de 200 estatuas de personas desnudas con las que su escultor Gustav Vigeland intenta representar momentos de la vida, expresar las relaciones entre la personas y reflejar sentimientos. Algunas de las más significativas son el niño enrabietado que se encuentra entre las estatuas que hay a lo largo del puente y que ya se ha convertido en un icono de la ciudad (la veréis en un montón de postales), el monolito en el que se entrelazan un montón de personas desnudas, o la rueda de la vida.
"Extrañar es el precio que se paga por vivir momentos inolvidables"
To be continued...
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