El hecho de disponer de estandartes tenía un componente táctico a la vez que sagrado.
Por ello cuando se castigaba a una unidad, lo primero que se le hacía era ordenar la retirada de sus estandartes, dando a entender que los poderes públicos e institucionales no la reconocían.
Cuando se formaban nuevas legiones los estandartes se podían entregar al magistrado que las comandaría.
Él las podía hacer llegar a los portaestandartes para iniciar la movilización de tropas hacia el cuartel, y una vez allí, se podrían presentar formalmente a la tropa.Otra opción podría ser hacer llegar al campamento de instrucción los estandartes asignados, para que una vez allí los reclutas pudieran jurar fidelidad a las instituciones y a Roma ante ellos.
Este era también el caso de una legión nueva formada a partir de juntar dos o más que habían perdido gran número de sus componentes.
Con el otorgamiento de un nuevo número o de otros estandartes se buscaba recuperar, por un lado el ánimo de los soldados y por otro, también tendrían una nueva oportunidad de restablecer a los genii campestres. Por ello se realizaba una nueva ceremonia solemne de fides. Seguramente con la presencia de la enseña propia del comandante como muestra de lealtad de su superior.
Los generales podían disponer de una insignia propia identificativa y simbólica para indicar su presencia.La enseña propia irradiaba una serie de atributos y virtudes hacia los soldados.
Había tres tipos principales de estandarte: el águila (Aquila) era el estandarte de toda la legión en su conjunto, desplazando al lobo, al toro, al jabalí y al caballo, muestras de animales totémicos pertenecientes a una sociedad campesina. Su origen se remonta a cuando las legiones se transformaron en unidades permanentes. En tiempos de César eran de oro y plata y en el imperio de oro. El Aquila nunca se movía de dentro del campamento, a menos que la legión lo abandonara y era custodiado por la primera cohorte. Para los romanos era extremadamente gravísimo y vergonzoso que el enemigo capturara el águila. El águila, estaba vinculada desde época muy arcaica a IVPPITER OPTIMO MAXIMO, Dios celeste y soberano protector del pueblo y del ejército romano.El portaestandarte recibía el grado de “aquiliferi” y estaba encargado no sólo de marchar con el estandarte del águila imperial legionaria durante las largas caminatas, los combates o los desfiles, sino de engalanarlo y perfumarlo los días de fiesta religiosa y castrense. La pérdida del águila en combate suponía el más severo castigo ya que no sólo era una deshonra militar, sino una impiedad religiosa.Los “aquiliferi” eran legionarios especialmente curtidos, con ciudadanía romana y con bravura y valentía contrastadas.
imago
Los estandartes individuales de cada centuria (signa o signum) de la época republicana se mantuvieron a lo largo del Imperio. Además, la legión llevaba también el estandarte imperial llamado ímago. Allí donde estuviera la imagen o el símbolo del emperador, su gracia era extendida. Solo existía una ímago por legión. y lo más probable es que fuese con el legado y los otros oficiales. El soldado que lo portaba era el imaginifer. A partir de Augusto, las legiones imperiales comenzaron a adoptar estandartes con el signo zodiacal del emperador que las había creado o del mes que se formaron. Lo mismo ocurre con monedas acuñadas de cada emperador, escudos y otros estandartes.
draco
restos de vexilium encontrado en Egipto
Durante la batalla el Signifer clavaba el estandarte en el suelo y, en situaciones extremas, los legionarios se situaban a su alrededor y lo defendían con su vida.
En el campamento, los estandartes eran guardados en un santuario especial llamado Principia.