Aspiraciones vanas, desde luego; pero el amor es la más trágica de las ofuscaciones.
El séptimo velo, Juan Manuel de Prada
- Por favor ¿me dejáis retratar vuestras manos entrelazadas?
- ¿Retratar? Si no llevas cámara.
- Perdona, mis retratos son con palabras. Miro, enfoco, cuadro la luz y disparo. Luego, en mi laboratorio los revelo en párrafos.
Este pequeño diálogo lo sostuvo el retratista con varias parejas que paseaban por la playa de Las Canteras. Como algunas accedieron al retrato, estas son las instantáneas:
EL MUNDO POR MONTERA.- Las manos están asidas con fuerza. Se notan algo crispadas por el esfuerzo. Aunque no es un entrelazado natural, sí que se ve cierto. Tan cierto como auto afirmante. La mano diestra es la protagonista, algo más grande que la otra, pero igual de bien cuidadas las dos. La zurda se deja abrazar, no en un gesto de sumisión, pero sí de segundo plano. Algo así como: me dejo llevar, con convicción. Son dos manos muy parecidas. Ambas libres de anillos, al menos en lo que se ve. Enrojecidas por la crispación, una de ellas lleva un pequeño tatuaje en el dorso, justo en el valle que forman el pulgar y el índice. Se trata de un pequeño (no más de dos centímetros) arcoíris.
EL VIEJO Y LA MAR.- Una mano vieja, quemada por el sol, arrugada y llena de cicatrices, ase con fuerza a otra, blancazulada, diminuta y varicosa. El dedo anular lleva un gran sello de oro, grueso y pesado con una P, muy floripondiada, grabada en él. La pequeña mano blanca lleva en su dedo anular una desgastada alianza, también de oro. Es un entrelazado posesivo, dominante y orgulloso. Todo ello se desprende de la mano quemada y herida por múltiples jalones a las redes y a los sedales. La otra mano se deja asir con arrobamiento, con admiración.
NATA Y CHOCOLATE.- Una mano blanca, sonrosada, envuelve a otra color marrón, negra en la jerga racial. La mano blanca es una mano descuidada, de uñas mordidas, cuerillos, pellejos y algo de luto en la uñas. La mano negra, ancha y corta, está mejor cuidada. Curiosamente, coinciden, casi, en el color de la palma, ambas sonrosadas, aunque la mano negra tiene las líneas de la vida más oscuras, como dibujadas con carboncillo. Van enlazadas con suavidad, sin apreturas. Parecen saber que todo es efímero, por lo tanto, eterno.
UN SÍ ES, NO ES.- Dos manos menudas, morenas, manicuradas. Con uñas postizas, grandes, de color nácar unas, verde fluorescente las otras. Las nacaradas llevan en negro lo que se ha dado en llamar dibujos étnicos. Las uñas de la otra mano sólo tienen el color, limpio, sin dibujos. Van enlazadas únicamente por los dos dedos meñiques y se mueven casi con un movimiento de salto de la comba, sin llegar al giro completo, claro es. Esa forma de enlace trajo un pensamiento al retratista: Puede que sí pero, a quién le importa.
Hubo más manos entrelazadas, de toda índole y pelaje. Todas fueron retratadas, pero sólo éstas merecieron el honor de ser expuestas. Los ojos del retratista, a veces, parecen ver más allá de lo que hay. O de eso presume.
Quizás una de estas parejas llegue a ser la protagonista de esta canción.