Ando estos días desconcertada con el tiempo. No sé por vuestras zonas, pero aquí, donde yo vivo, el otoño ha llegado de repente coincidiendo, además, con el final de mis vacaciones (¿no me habéis echado de menos?).
El caso es que recién aterrizada, recibí una llamada de mi prima para vernos y ponernos un poco al día, y decidí estrenar mi única adquisición vacacional, un vestidito de punto fino, sin mangas, que me puse con medias, zapatos y camiseta. Estaba toda convencida con mi look hasta que vi aparecer a mi prima ¡con sandalias!
Y como llevaba varias semanas desconectada del mundo, y de la moda, me surgió la duda: ¿se está retrasando ella, o yo voy demasiado deprisa? Claro que mi prima pertenece a esa categoría de mujeres que sólo tienen en su armario botas o sandalias, con lo que el otoño y la primavera son estaciones especialmente complicadas para ellas. Ahora ya no, pero de chavalita, para mí, estos meses eran siempre los de pantalones todos los días.
Te los ponías durante cuatro semanas seguidas –distintos pantalones, claro, no siempre el mismo-, para evitar la duda: la falda ¿con o sin medias? Nunca quería ser la primera en ponerme leotardos, ni la última en renunciar la ropa de verano, por eso de no llamar la atención. Es que pocas cosas me parecen menos razonables que calzar sandalias cuando llueve y empieza a hacer frío, o ponerse medias con 25 grados de temperatura o después de haber ido a la piscina, como hace unas semanas comentaba María. Lo malo es que en estas estaciones de transición, puede pasarte que salgas de casa en septiembre y regreses en noviembre, meteorológicamente hablando.Claro que siempre se pueden mezclar elementos de las dos estaciones. De manera razonable, por supuesto, no como una turista que me crucé durante mis vacaciones y que, para mi asombro, llevaba puesto un minishort, sin medias, y con unas botas ugg (ya sabéis, esas de piel vuelta forradas con borreguito).