Entrevista a Adolfo Domínguez: "Si volviese a nacer, sería físico"

Publicado el 11 agosto 2011 por Lilik

Su discurso es pausado y de frases con argumento. Su casa, un enorme cubo en las afueras de Ourense, parece estar en conjunción con el cosmos, quizá porque sabe que "Dios no juega a los dados con el hombre", como sentenció su admirado Einstein. Adolfo Domínguez (A Pobra de Trives, 1950) aparece en el salón por sorpresa. Más que caminar, da la impresión de que levita, aunque se mueve a un ritmo frenético.

Pregunta. Al entrar en su página web lo primero que se lee es "contiene alma". ¿Qué es el alma?

Respuesta. Las investigaciones están acorralando la creencia de que es algo distinto de la materia, aunque eso no cuestiona la existencia de Dios. Einstein era un gran creyente. Yo tengo mis dudas. Pero ésa es una frase que aparecía en una camiseta. Soy un diseñador bastante interior. Mi mujer, Elena, dice que si no la tuviese al lado colapsaría por exceso de densidad.

P. ¿Cree en Dios?

R. No soy creyente a la manera clásica. No comparto el Dios de las religiones monoteístas. A lo mejor, comparto el de las religiones politeístas o el dios de Spinoza. No soy un laico recalcitrante ni un no creyente militante. Veo muchos valores en las religiones. El mundo sería mucho peor sin ellas, con todo lo que tienen de negativo.

P. Tiene pinta de monje o de anacoreta. ¿Es pose?

R. No soy ninguna de las dos cosas. Anacoreta es difícil cuando diriges una empresa con 1.700 personas, pero mi vida particular es bastante retirada. Mi vida social es más bien escasa. Soy más interior que exterior. Mis aficiones son solitarias, como leer, escribir o escuchar música.

P. Si tecleamos en Google las palabras "Adolfo Domínguez escritor" sale un tipo que se llama Gustavo Adolfo Domínguez Bastida, más conocido como Gustavo Adolfo Bécquer. ¿No le molesta que no se reconozca su faceta como escritor?

R. Bécquer es el segundo mejor poeta español del XIX. La primera fue Rosalía de Castro. No me molesta para nada. Yo soy un escritor aficionado.

P. ¿Por qué toca también el palo de la literatura?

R. He escrito toda mi vida. Hilar palabras con la sintaxis correcta para mí es un medio para poner orden en lo que me rodea.

P. ¿Escribe a mano?

R. Sí, soy incapaz de escribir a máquina. Escribo con lápiz y goma y luego lo paso al ordenador cuando no lo hace mi secretaria.

P. Antes se juzgaba la inteligencia de las personas por su caligrafía. ¿Cómo es la suya?

R. No lo sé, aunque la caligrafía es una manera de respetar a los demás. Es como el estilo.

P. ¿Es también más de aguja que de máquina de coser?

R. ¡Huy! Ahora el proceso está muy tecnificado. Tengo tantos frentes abiertos que no tengo tiempo para coger la aguja, aunque, por supuesto, sé hacerlo.

P. Publicó la novela Juan Griego y una pieza teatral que se titula Todos los hombres. Y vendió bastante. ¿No va a continuar?

R. Siempre escribo, más o menos, para poner orden en el caos. Pero no volveré a publicar porque ya he satisfecho ese deseo.

P. Hasta los zapatos que calza son de su firma. ¿Nunca lleva ropa de otro diseñador?

R. Nunca. ¿Sabe la razón?

P. Porque le gusta la suya...

R. (Se ríe) Porque me sale más barata.

P. Acuñó el lema "la arruga es bella". ¿No es lo mismo que defender que la errata es digna?

R. No sé si es digna o no, pero el error es absolutamente humano y absolutamente perdonable. Otra cosa es ser recalcitrante en el error porque eso sería estupidez. Equivocarse y rectificar es signo de inteligencia.

P. Usted dijo que la obesidad se debe al ocio excesivo...

R. Se debe a que las neveras están llenas. Cuando yo era niño estaban vacías. El ser humano siempre comió menos de lo que quiso hasta hace 30 o 40 años.

P. ¿Le gustan las sociedades delgadas?

R. Sin duda.

P. Le pueden caer palos por la anorexia.

R. Me da igual. La obesidad atañe al 50% de la población y la anorexia al 0,00... Una sociedad que ve la anorexia y no la obesidad tiene un problema.

P. ¿Cuánto come?

R. No lo peso, pero lo justo para vivir. Aunque no completamente, soy casi vegetariano. Y más bien, frutívoro. Soy descendiente de los últimos monos que bajaron de los árboles.

P. ¿Cuánto deporte hace?

R. Como mínimo cuatro horas de natación y tres de gimnasia a la semana. Además, paseo todos los días y practico yoga tres veces por semana.

P. Xosé Cuiña también practica yoga ahora.

R. No lo sabía, pero está bien porque es un ejercicio excelente.

P. De no haberse dedicado a la moda, ¿qué le hubiese gustado ser? Estudió cine en París...

R. Mi problema es que soy bastante disperso. No soy de la clase de gente que le gusta una actividad y se concentra en ella. Antes, a esta pregunta hubiese contestado concertista de chelo. Mejor, Mozart, al que adoro. Hubiese preferido tener talento musical que literario. La música me fascina. Hoy diría que si volviese a nacer, sería físico.

P. ¿No tenía oído?

R. No el suficiente. Tocaba el piano en el seminario, pero no tenía memoria musical ni habilidad manual. Me esforcé mucho, pero un compañero que no tenía nociones me adelantó en tres meses. Dejé de tocar. Fue una pequeña frustración. En la vida uno no hace lo que quiere, sino lo que puede. Hay que cambiar el chip y en vez de hacer lo que te gusta, te tiene que gustar lo que haces.

P. ¿No le gustaba el cine?

R. Menos que la música, aunque es la música del ojo. Pero no encontré hueco. Al acabar de estudiar en París intenté entrar de meritorio y no hubo manera. Entonces me dije: "Esto no es para mí". Soy bastante pragmático. Si un muro me cuesta agujerearlo, elijo un sitio más fácil.