Entrevista a Alberto Atienza
Bienvenido, Alberto, a esta tu casa en la que esperemos que te sientas cómodo. No dudes en moverte por ella como si fueras el inquilino. Pero tendrás que ganarte el favor del público lector contestando a una serie de interrogantes que nos han surgido.
Sí. ¿Puedes imaginar algo más ingenuo o más tonto? Alguien que usa una armadura de trapo para defenderse de los ataques. Aunque si lo piensas, todos llevamos una armadura de trapo para defendernos de los demás, sobre todo de esos enemigos que nos golpean en el corazón. Por mucho que creamos que nuestra armadura es de acero o de adamantium, somos caballeros que usamos armaduras de trapo, que en el fondo son incapaces de protegernos del dolor, de los desprecios, de la envidia, de la tristeza o de la muerte.
SÍ. He de reconocer que encuentro mucho encanto en los motes. Cuando yo era niño, en el colegio todos teníamos un mote. Quizá he querido realizar un homenaje a mi niñez en la novela. A mi hermano Daniel y a mi nos llamaban los gorilas.
He de reconocerte que, desde el primer momento, pensé que este sistema de cartas era el más adecuado. Ahora todo es muy sencillo y rápido, con los "wasap", correos electrónicos... Pero antes todo era muy diferente.
Pienso que la suerte es una gran tramposa y, sobre todo, tremendamente infiel. La suerte es caprichosa y cruel, absolutamente impredecible. Podemos tener una suerte inmensa y, un segundo más tarde, perderla por completo.
Es el momento del alegato final. Por favor, convence a nuestros lectores para que compren El despertar de las lechuzas.
Entrevista realizada por Francisco Javier Torres Gómez