¿Nos puede hacer una valoración de la presidencia semestral española de la Unión Europea ahora que ya ha transcurrido la mitad del mandato?
El Gobierno no está haciendo nada que merezca la pena ser destacado. Su semestre está resultando bastante inoperante aunque hay que decir en su descargo que el cambio institucional derivado del Tratado de Lisboa, ha dado un papel muy relevante al presidente del Consejo Europeo, lo que deja al presidente semestral en un segundo plano. Bien es verdad que los ministros españoles presiden los consejos sectoriales, pero tampoco ha habido ninguna iniciativa o proyecto concreto que el Gobierno español haya rematado o haya puesto en marcha. Está pasando sin pena ni gloria, muy plano, desapercibido. Después ha tenido algún sonado tropiezo como ha sido el asunto cubano. El Gobierno había anunciado su intención de cambiar la posición común sobre Cuba haciéndola más flexible y más benévola con el régimen castrista. Sin embargo, el Gobierno cubano ha aprovechado la ocasión para asesinar después de torturarlo a un pobre albañil negro que lo único que pedía era que se respetase su dignidad de preso político que defendía unas ideas muy limpias, democracia y libertad, que propugnaba un cambio pacífico en la sociedad cubana. La respuesta del régimen ha sido someterlo a palizas mientras agonizaba por huelga de hambre. Hemos asistido a uno de los episodios más abominables en un régimen famoso por sus atrocidades. No se puede demostrar mayor falta de humanidad que lo que se ha hecho con el pobre Zapata. En este clima pretender cambiar la posición común haciéndola más favorable a una dictadura brutal es algo impensable. O sea, un sonoro fracaso. Otras reformas de envergadura propuestas como el paquete legislativo de reforma de la regulación financiera, que poner orden en el entramado que ha estado en el origen de los males que nos aquejan, no es iniciativa de la presidencia española, ya venía gestándose, y no va a coronarse bajo presidencia española. Tampoco en eso el Gobierno español dejará una huella.
El Grupo Popular en el Parlamento Europeo y en particular los eurodiputados españoles del PP, hemos tenido una actitud responsable y constructiva. No hemos puesto ningún palo en la rueda ni hemos sido especialmente críticos. Hemos procurado que la presidencia española transcurra de forma positiva.
¿Y en el resto de mandato podría haber alguna iniciativa que destaque?
No, porque lo que le está pasando al pobre Zapatero es que ni siquiera consigue fotos, su verdadera especialidad. También le ha fallado la visita de Obama. Es una presidencia que no pasará a la historia. Ha habido presidencias caracterizadas por una gran visibilidad, como la última francesa, donde Sarkozy consiguió algo muy difícil, la aprobación del paquete Clima-Energía en primera lectura, una hazaña conseguida a base de un esfuerzo diplomático masivo y de una implicación personal muy fuerte demostrando un gran liderazgo. Sarkozy tiene sus defectos por supuesto pero hay que reconocerle que es un hombre de una fortísima personalidad y que cuando se lanza a algo va hasta el final. La presidencia semestral francesa intervino en la crisis de Georgia de manera muy enérgica sin olvidar la gestión exitosa de algunos sonados secuestros. Vamos, como el día y la noche. La presidencia española es de un tono gris muy decepcionante.
La misma que tenemos en España.
Ojalá pudiéramos decir que el Gobierno es gris. Por lo menos podríamos vivir con ello. Pero no. Es un Gobierno letal. Está impidiendo aquellas medidas que son necesarias para combatir la crisis, comprometiendo no sólo nuestro presente sino nuestro futuro. Y lo que hace es contraproducente. Por ejemplo, subir el IVA en plena crisis. Con ello a a incrementarse el fraude y debilitarse el consumo. Finalmente se resentirá la recaudación fiscal con lo cual el desastre será completo. Es un Gobierno que no hace ni deja hacer lo que la situación requiere. Se niega sistemáticamente a poner en marcha un programa de recorte del gasto público, un programa de austeridad severo que debería implicar sacrificios reales y poner orden en muchos ámbitos, como por ejemplo el autonómico, que representa una sangría de recursos que el Gobierno ni quiere ni puede detener. O, por ejemplo, reformar mercados que necesitan urgentemente una mejora, como el laboral. Todos los analistas solventes le dicen qué hay que mejorar la negociación colectiva, o los contratos de trabajo, o la dualidad entre empleo precario y estable o las cotizaciones sociales. Esa idea absurda de gastarse miles de millones en los ayuntamientos para hacer pequeñas obras y proyectos, muchos de ellos inútiles, en lugar de destinar esos recursos a desatascar la morosidad de las administraciones públicas con las pymes, que es terrible. Pues no. Parece mentira que sean tan absolutamente incompetentes. A veces, más que indignación lo que suscitan es incredulidad.
Si no se toman medidas, ¿España puede acabar como Grecia?
La diferencia es que nuestro PIB es muy superior. Nosotros somos un peligro potencial más grande que Grecia, Irlanda o Estonia. Somos un país muy grande. Nuestro nivel de deuda todavía está en el margen del pacto de estabilidad pero pronto dejará de estarlo. Nuestro problema es el ritmo rapidísimo de crecimiento de nuestra deuda, la magnitud de nuestro déficit público. En estos momentos el Estado español por cada euro que ingresa gasta dos. Esto se puede aguantar un ejercicio, quizás dos, pero no más.
¿Y cómo se arregla?
Reduciendo el gasto y haciendo las reformas necesarias para que la economía se dinamice y se generen empleo y beneficios en las empresas aumentando así la recaudación fiscal. No hay que ser un genio para saber esto, pero el Gobierno ni reduce el gasto público ni hace las reformas para que las empresas puedan volver a generar riqueza.
Estamos ahí, en ese impasse, mientras nuestras cuentas públicas se van deteriorando de manera acelerada. Este escenario tiene un recorrido corto. Si seguimos como hasta ahora, tengo mis dudas que podamos llegar a 2012 sin que se produzca una crisis del propio sistema en España.
¿Eso dónde nos conduciría?
A un cambio profundo de nuestro sistema institucional tal como lo conocemos, a una reconfiguración de espacios políticos, posiblemente incluso a disturbios sociales. Al final emergería un sistema político institucional distinto del que hemos tenido desde el año 1978. Una crisis parecida a la que tuvo Italia cuando pasó de la primera a la segunda Republica o la que tuvo Francia cuando paso de la cuarta a la quinta República.
Creo que estamos en un final de etapa en el que el sistema que pusimos en marcha en el 78 está dando las últimas boqueadas porque se acumulan varias crisis simultáneas: la económica que es devastadora, una crisis institucional profunda y otra moral con una pérdida alarmante de referentes éticos. Es una sociedad que ha perdido gran parte los valores que hace que las colectividades humanas sean sólidas, estén vertebradas y puedan progresar. Y después tenemos una crisis de unidad nacional escalofriante. España está al borde de la disgregación. Hay Comunidades Autónomas dominadas
por los nacionalistas que están ya en la operación secesionista abierta sin ningún tipo de disimulo y, por otra parte, el sistema está fragmentado en 17 subsistemas educativos, administrativos, fiscales, hasta el punto que los recursos naturales de todos los españoles también los estamos despiezando, véase el caso de las cuencas hidrográficas y de los parques naturales nacionales. Este proceso de degradación y de desintegración progresivo, junto con la crisis económica e institucional y un Gobierno que sin duda es el peor de largo que ha tenido España en los últimos 30 años, me hace pensar que vamos hacia una crisis de sistema, salvo que surja algún tipo de operación de salvamento en forma de pacto de Estado.
El sistema político surgido de la Constitución de 1978 va a desmoronarse. Estamos abocados a una reforma constitucional de gran calado e incluso posiblemente a una reconfiguración de espacios políticos con la desaparición de los partidos políticos actuales y la aparición de otros nuevos. Este camino que llevamos conduce al desastre. Es una pena para una gran nación como España, llena de gente estupenda con capacidad de trabajar, de esforzarse y de crear. Somos una sociedad llena de grandes activos. El problemas es más de las élites políticas y de instituciones que de la propia sociedad.
¿En qué espacio temporal lo prevé?
No le doy más de dos años al desbarajuste actual. El horizonte es el de las próximas elecciones generales. Aparte que está pendiente el tema de la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto catalán, que puede ser otro desencadenante de graves tensiones sociales y políticas.
Ante este panorama, usted había planteado en su día una moción de censura para habilitar nuevas elecciones. ¿Es una salida?
Aquí hay dos salidas, las dos irrealizables, ya que requeriría de los máximos responsables de los grandes partidos políticos españoles un sentido del patriotismo que hoy no existe, sobre todo en el caso del presidente Zapatero. Una de las salidas que planteo es una moción de censura técnica donde toda la oposición se pusiese de acuerdo para presentar un candidato independiente que fuera una figura política cuyo programa único fuera convocar elecciones y formar un Gobierno que durase 50 días y de esa manera clarificar la situación. Así le das a la sociedad tendría la oportunidad de expresarse y decidir. Ahora estamos prisioneros de ese Gobierno incompetente, incapaz de hacer lo que hay que hacer y que tampoco deja a los demás actuar. La otra sería un Gobierno de concentración hasta el año 2012 presidido por un socialista, porque son mayoría en el Congreso, del tipo de Javier Solana, Joaquín Almunia o Miguel Ángel Fernández Ordóñez. Un socialista serio, sensato, preparado y patriota, que también los hay. Formaría un Gobierno reducido (sin ministerios como el de Igualdad, Vivienda y otras estupideces), de perfil técnico alto y de competencia probada, gente de calidad, que la hay en el PP y el PSOE, no como el actual Gobierno formado por gente muy leve. Se presentaría con un programa de reformas urgentes, de tratamiento quirúrgico, donde primara la austeridad, apostando por las reformas más urgentes, como la del mercado de trabajo y el restablecimiento del flujo del crédito. Una serie de medidas de choque que permitan dar oxigeno a la economía.
Este presidente de concentración se comprometería a no volver a presentarse en 2012. Haría de puente para no perder los próximos dos años y preparar el terreno para que el nuevo gobierno tuviera un panorama más despejado. Esto, por supuesto, es impensable. ¿Se imagina a Zapatero reconociendo públicamente que ha fracasado?
Se rompería el partido.
Claro. Son cosas que deberían hacerse pero que son imposibles porque nuestra clase política es de muy baja calidad y está incapacitada para anteponer los intereses de la Nación al interés del partido o incluso al personal. No hago un análisis optimista y creo que iremos a una crisis de sistema salvo que se produzca un milagro.
En Cataluña se está produciendo el nacimiento de pequeños partidos. ¿Cómo ve el panorama electoral?
Eso son síntomas de desazón que se manifiestan en el seno de la sociedad. En Cataluña surgió Ciudadanos que recogió ese descontento social difuso que constata el distanciamiento entre representantes y representados. En las próximas elecciones autonómicas se habla que Unión Progreso y Democracia puede entrar en el Parlamento autonómico e incluso de partidos radicales monotemáticos, muy peligrosos, como Plataforma por Cataluña, cuya única agenda centrada en la inmigración puede generar problemas sociales muy agudos. Todo eso está ahí cociéndose. Lo que se perfila para las próximas elecciones catalanas es un crecimiento muy grande de CiU, sin descartar la posibilidad de una mayoría absoluta como las que obtuvo Pujol. El PP se mantiene. ERC se derrumba porque es muy volátil, como todos los partidos antisistema. Tiene crestas y valles muy rápidos. Ahora les toca bajar.
¿Y otras opciones como la de Reagrupament, con Laporta al frente?
Lo que hace es aumentar la confusión dividiendo el voto radical. Yo creo que el gran beneficiado será CiU, un partido de clases medias y medias acomodadas, nacionalista, pero que el electorado no percibe como un partido separatista, lo cual no quiere decir que su agenda no se haya radicalizado mucho en este sentido últimamente. Hay pronunciamientos de Convergencia muy claros en esta dirección. Sin embargo, la sociedad catalana no lo ve como claramente secesionista. Como el electorado lo califica como el partido más grande y más sensato, será el gran beneficiado.
¿Qué coaliciones prevé forme CiU?
Si pasan de 60 diputados harán un gobierno en solitario al igual que hizo Pujol en su última etapa, apoyándose externamente en uno u otro, según el tema.
Se habla de la posibilidad de un apoyo del PP en Cataluña para que CiU le devuelva el favor en Madrid.
Los pactos políticos no son pura aritmética. Han de tener contenido. Ese apoyo no puede darse. El PP de Cataluña no puede apoyar a un gobierno que no permite que una familia pueda escolarizar a su hijo en español en Cataluña. ¿Cómo se puede apoyar a un partido que ha promocionado un Estatuto inconstitucional, que tiene como programa político la separación de Cataluña de España y que vulnera de manera flagrante los derechos y libertades individuales de los catalanes en el campo cultural y lingüístico? Es imposible. El programa político de CiU es incompatible con un apoyo del PP de Cataluña. Tendría que cambiar CiU como un calcetín para poder hacer un acuerdo con el PP. En las circunstancias actuales es impensable.
¿Cómo ve el PP catalán?
Desde el año 1996 está en un estado vegetativo. Es como esos organismos que viven pero no se nota. No influye en la sociedad catalana. Forma parte del mobiliario, pero no está como actor político porque para eso se necesita una ambición, un coraje, unas ganas de cambiar las cosas que desde 1996 el PP de Cataluña no ha demostrado. He dicho repetidamente que debe cambiar de mensaje y de actitud porque va languideciendo sin ninguna expectativa que ilusione a sus votantes.
Usted ha solicitado recientemente participar más activamente en la confección de la estrategia electoral del PPC.
Permítame una precisión. Yo no he solicitado nada, me he ofrecido. Quiero que se sepa que estoy dispuesto a ayudar, es más, me interesa que la gente lo sepa porque no quiero que se piense que yo me inhibo y que, recluido egoístamente en mi torre de marfil de Bruselas, veo con indiferencia olímpica lo que sucede en Cataluña. Deseo que quede claro que no es así, que estoy plenamente dispuesto a colaborar con el PPC en todo aquello que se me pida y a contribuir con mis ideas y mi presencia. Creo que puedo aportar algunas ideas sobre la estrategia a seguir. Cataluña es mi tierra y la quiero, y me duele verla caer en el declive en el que está cayendo. Y es que, aparte de los partidos, la sociedad catalana está en una decadencia económica, social, industrial y cultural realmente alarmante
¿Qué directrices le indicaría al PPC?
El PPC ha de tener un discurso de una gran firmeza y un compromiso inequívoco con lo que es de verdad y dejar bien claro que en absoluto va a apoyar a un gobierno nacionalista que continúe con vulneraciones flagrante de los derechos y libertades de los ciudadanos o con agendas de tipo soberanista. Se ha de tener un discurso político bien armado, claro, incisivo, atractivo. El PPC ha de ofrecer a la sociedad catalana una auténtica alternativa y ha de trabajar para movilizar la abstención y conseguir que antiguos votantes del PSC descontentos con el tripartito vean una alternativa catalana pero integrado en un proyecto español que les ofrezca esperanza. Debe ser un discurso fuerte, diáfano, consistente y creíble. Así lo hicimos entre 1990 y 1996 y pasamos de seis diputados a 17. Y de 130.000 votos a 410.000. Y de 140 concejales a 450 en Cataluña. No es tan difícil. Desde que en 1996 Aznar cometió el error de claudicar ante el enemigo, no hemos levantado cabeza.