"Por momentos el director se lanza a través de sus preguntas en una directividad y un hostigamiento hacia el interlocutor, que no intenta ocultar. Lanzmann no disfraza su parcialidad y hasta en algunas ocasiones la exacerba para la cámara. Lejos de limitar el tema, la investigación, el conocimiento, nos revela una parte de la historia y una dimensión de la memoria del holocausto desde una perspectiva que nunca había sido mostrada. Lanzmann practica y reafirma lo que Comolli enuncia: cuando se filma estamos en situación de violencia y poder."*
MARTA CABALLERO | Publicado el 13/01/2011
Con un ojo semicerrado y el otro escudriñando al que entrevista, Claude Lanzmann pasea soberbia y surcos a sus 85 con la tranquilidad de ser alguien no sólo en la historia de Francia, "que eso no es nada", sino "en la del mundo". Filmó la obra única que es Shoah, esas nueve horas de épica testimonial en torno al holocausto; formó parte de la intelectualidad francesa de la segunda mitad del XX y fundó junto a Sartre y Beauvoir (de quien fue amante) la revista Les temps modernes, que hoy dirige. Todo esto después de haber pertenecido a la resistencia francesa y de haber escapado al genocidio. Ahora lo cuenta todo en un libro, La liebre de la Patagonia, unas memorias atípicas y sin orden cronológico que presentó en el Instituto Francés de Madrid y que han sido un éxito de ventas en Francia. "En mí país soy querido, amado, venerado, odiado y detestado, pero he alcanzado la posteridad", presume.
PREGUNTA.- Escribe usted de su propia vida como si la hubiera vivido otra persona o como si la suya fuera la peripecia de un personaje de ficción.
RESPUESTA.- No es exactamente así pero tampoco son unas memorias. Fue mi editor francés quien me obligó a poner memorias para poder encasillar el libro en una categoría clara. Al igual que el resto de mis trabajos, como sucede con Shoah, hablamos de obras inclasificables. El orden no existe en este libro aunque sí existe un criterio, el de la memoria, es decir, el de lo que en mi memoria es más importante. Por eso empiezo con un capítulo dedicado a cómo se puede infligir la pena de muerte a una persona. De allí desemboco en mi experiencia personal, en concreto en mi tiempo en la resistencia contra los alemanes, preguntándome qué habría hecho yo en el caso de haber sido capturado, en relación a los que se suicidaron para no hablar. Y me pregunto: ¿Habría sido yo capaz de suicidarme? El tema del valor frente a la cobardía es el eje del libro y la arquitectura de la obra es a la vez libre, rigurosa y sutil. Continuar leyendo
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