"El sindicalismo se siente incómodo con la tradición JP que evoca el kirchnerismo"
Por Nahuel PlacanicaAPU: En cuanto a la irrupción del kirchnerismo ¿Cómo se teje la relación con el sindicalismo?
JCT: Es una relación entre dos actores o fuerzas, cuerpos que son por definición extraños entre sí. El kirchnerismo rescata en su gestión una tradición de militancia que nos coloca o nos evoca a la juventud peronista de los años 70 y en esa tradición el sindicalismo se siente bastante extraño. No creo que existieran afinidades muy profundas entre uno y otro, lo que va a dar lugar a una convivencia comulgada por el interés.
Muchos recordarán que en los años 70 gran parte de la cúpula sindical fue asesinada de manera sistemática por expresiones del peronismo de izquierda y eso está siempre presente. A su vez, el kirchnerismo recuperando esas tradiciones, siempre miró con ojos desconfiados a esas máquinas sindicales que se habían acomodado, casi siempre, con quienes ocupaban el poder.
APU: En ese marco, pienso que usted entendería la alianza con el moyanismo como una alianza táctica.
JCT: Sí, ¿Qué necesitaba el gobierno de Néstor Kirchner? Cuando se recupera la economía se hace también por la expresión obrera y librado a sí mismo puede provocar tensiones en lo que podemos llamar dos esquemas de la política oficial. De modo que era necesario y así lo entendió Kirchner, encontrar alguna forma de coordinación entre lo que eran los objetivos del gobierno y este mundo sindical con una capacidad importante.
Se estableció una relación de compromiso donde Moyano, como el jefe de los sindicatos de la CGT, ofrecía algún tipo de colaboración a las metas del gobierno, en tanto el gobierno le garantizara a los sindicatos la subsistencia de la fuente del poder económico de los aparatos gremiales.
APU: ¿Qué lectura hace de la ruptura del moyanismo con el kirchnerismo?
JCT: Si la relación era una relación de compromiso, convengamos que estaba expuesta. Para Néstor Kirchner fue muy difícil convivir con un jefe sindical, como el caso de Moyano que era muy arrogante, muy desafiante y que se perfilaba a sí mismo con un poder propio. Convivir con un poder distinto a Kirchner siempre le resultó complicado.
Por otro lado, a su vez a Moyano alguien le hizo la cabeza o él mismo se hizo la cabeza, y comenzó a pensar que tenía un futuro político por delante. De modo que se daban así las condiciones para que uno y otro terminaran por caminos distintos y se rompiera esa fórmula de convivencia que había sido tan eficaz durante ese período que fue la reactivación de la economía.
APU: En esta discusión que parecería no saldada, ¿Cree que las nuevas generaciones de trabajadores puedan resolverla?
JCT: Sinceramente no sé qué decir. Sobre nuevas generaciones de trabajadores pueden pasar muchas cosas. Las comisiones internas de las grandes fábricas parecerían estar en manos de nuevas generaciones de trabajadores trotskistas, las generaciones de trabajadores kirchneristas no tienen presencia en grandes fábricas. Los que son un dolor de cabeza para los jefes gremiales son especialmente las comisiones internas que se referencian fuera del peronismo. No sé qué puede pasar hacia el futuro, no hay evidencia de que la experiencia de Kirchner haya fructificado la creación de corrientes alternativas a nivel de base, en un tamaño suficiente como para cerrar esa brecha.
A esta altura tenemos sindicatos con una fuerza muy sólida y dirigentes que están en la conducción de máquinas gremiales bastante potentes y se reproducen unos y otros todos los años. Hay gente en el sindicalismo que está, por lo menos, desde hace 30 años. Esto no es sólo efecto de manipulaciones o fraudes, debe tener algo que ver con su capacidad de respuesta a lo que son las demandas de la base.
APU: En una charla que tuvimos recientemente con Héctor Recalde nos decía que este escenario de fragmentación sindical se daba a nivel de las dirigencias y no de las bases, que las uniría el kirchnerismo ¿Coincide usted con esto?
JCT: En un punto tiene razón Recalde, hay diferencias clásicas en las cúpulas sindicales. Siempre el Movimiento Sindical se dividió en dos o en tres, esa división muchas veces no tienen que ver con ideologías ni con orientaciones, son todas diferencias tácticas. Están con el gobierno o están en contra del gobierno, según los que unos y otros pueden sacar. Pero hacia abajo, efectivamente, por encima de las diferencias que existieron en los dirigentes sindicales a través de distintas centrales, siempre la base obrera fue peronista, pero para mí, fue peronista a secas, no peronista-kirchnerista.
La base obrera siempre votó al peronismo, bajo la forma de Kirchner últimamente, pero también hacia atrás bajo la forma de Duhalde, bajo la forma de Menem. La base obrera efectivamente está cohesionada, si no, no se puede explicar la repetición de los éxitos del partido peronista a través de las elecciones. Para mí la base obrera es peronista, no tengo evidencias para decir que la adhesión de los trabajadores por el peronismo hoy en día sea una adhesión al peronismo-kirchnerista, una adhesión al peronismo de Massa o al de Scioli. Hay tanta variedad de ofertas peronistas que quizás en todas ellas haya una marca peronista.
En algún punto, Recalde construye una idea que le resultará simpática porque él forma parte, hoy en día, de la experiencia del gobierno pero yo no iría tan lejos como él.
APU: ¿Cree que el sindicalismo no encuentra su lugar en el kirchnerismo?
JCT: El movimiento sindical es un grupo de presión muy fuerte en Argentina, diría que es una de las instituciones más consolidadas. Cuando uno mira los cuadros sindicales, advierte en ellos, nombres que se vienen repitiendo durante años y años. Esta gente tiene una convicción, que escuché de boca de un dirigente sindical, “los gobiernos pasan, los sindicatos quedan”. Esa es la convicción que tiene el sindicalismo.
De modo que, en lo que hace a su participación, ellos operan confiados en que no necesitan del bastón, se las arreglan por las suyas, como grupo de presión económico pero también político en nombre de la defensa de sus organizaciones.