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Entrevista a Laurie Anderson: "A menudo estamos demasiado obsesionados con llegar a alguna parte"

Publicado el 19 junio 2012 por Lilik

Es Laurie Anderson una heredera de la tradición trovadoresca, una poetisa errante que no blande un laúd sino que se viste con violines de arco de cinta, sensores electrónicos y “vocoders”. Pero sus preocupaciones y cantares son tan antiguos como la humanidad: nos habla de la memoria y su pérdida, de la lucha del yo frente al entorno, del arte como lenguaje esencial entre humanos. La primera gran artista multimedia del siglo XX ha saltado al XXI sin perder vigencia, como ha demostrado paseando la fiereza de su titánica ópera individual Delusion a lo largo de nuestro país. Ahora, justo en el momento donde más abundan las falsas ilusiones, y cuando más necesitados estamos de verdades.
Cambiar el mundo no es una profesión, es una necesidad profúndamente humana.
Éste es un proyecto sobre voluntad, memoria e identidad, basado en la sucesión de varias historias cortas. ¿Cuál fue el motor que te llevó a centrar Delusion en estos temas?
Todos los cuentos en los que me he inspirado giran alrededor de los distintos modos que tenemos de ver el mundo, nuestro mundo. Puede parecer un tópico, pero a menudo aceptamos aquello que nos relatan sin analizar el cómo nos lo presentan, así que me parecía interesante centrarme en este aspecto. Los grandes temas de fondo son los que comentas, pero en el aspecto formal creí que sería enriquecedor combinar distintos lenguajes, de tal modo que la combinación entre imágenes y música creara también sus propias historias paralelas. He intentado mostrar espacios donde sea posible escuchar un ritmo y se vea otro, creando situaciones polifónicas y polirrítmicas.
Como comentabas, las veinte historias usan lenguajes muy distintos, y evolucionan con el tiempo. Y Delusion comienza por el final, desestructurando nuestros patrones espaciotemporales lógicos.
A menudo estamos demasiado obsesionados con llegar a alguna parte y nos olvidamos de disfrutar, analizar y descubrir el camino que nos lleva a ese lugar. Así que desmontar las secuencias habituales me parecía el mejor modo de evidenciar la necesidad imperiosa de fijarnos en cada detalle, sin importar el lugar que ocupe en el todo.
Esta multiplicidad de lenguajes se muestra de un modo muy físico: usas marionetas electrónicas, grandes proyecciones, poesía, tus habituales instrumentos de creación propia… ¿Qué te aporta la combinación de tantas modalidades artísticas distintas?
Siempre he sido una persona curiosa, con intereses variados. Pinto desde hace muchos años, y obviamente la música es mi pasión, pero creo que todo lo que suponga un añadido es poderoso y estimula mi mente; es bueno tener distintas armas, varios modos de hacer llegar un mensaje. Supone un choque, por ejemplo, el contar una historia divertida y acompañarla de una música melancólica; te aboca a un estado de consciencia alterado, a una extrañeza sensorial e incluso sentimental que me parece mucho más interesante que la linealidad a la que estamos acostumbrados. Siempre he tendido a la complejidad, sabiendo que hago un esfuerzo consciente por no simplificar lo que plasmo sobre el escenario.
La literatura de Balzac o Laurence Sterne y el cine de Ozu te han inspirado a la hora de crear el espectáculo. ¿Cuál es el vínculo común entre los tres artistas, a tu entender?
A niveles muy diferentes, y en épocas evidentemente muy apartadas en el tiempo, los tres se centraron en la familia y en las relaciones personales, pero tratándolas a partir de personas muy poco comunes. Cuentan historias que se pueden analizar a través de distintas capas y profundidades, en ellas siempre hay algo que late bajo la superficie aparente, y eso es algo que me fascina.
Hablas de la familia. Además de las inspiraciones artísticas, ha habido también otra gran figura que ha influido en la génesis de Delusion: tu madre, y el modo cómo afrontó su propia muerte. ¿Ha sido complicado trabajar con recuerdos tan personales e íntimos?
Mi madre fue una mujer admirable; y sí, ver cómo se iba apagando fue una experiencia vital muy dura. Pero ella era también una persona compleja, así que creo que se sentiría orgullosa de ver el resultado del proyecto.
Siempre has trabajado con la experimentación, con la combinación de géneros. Pero desde que iniciaste tu carrera hasta ahora, ¿qué crees que ha cambiado en tu modo de afrontar la creación y en el mundo que te rodea?
Por mi parte, es obvio que las nuevas posibilidades tecnológicas han abierto campos que antes no podíamos ni imaginar. Pero lo que ha cambiado realmente ha sido el entorno, especialmente el económico, llevando nuestra cultura y sociedad a una transformación absoluta. Incluso nuestro sentido de la libertad ha cambiado por completo, llevándonos irremisiblemente a condicionar el modo como nos relacionamos.
Durante la estancia en Madrid, antes de tu actuación en los Teatros del Canal, tuviste la oportunidad de conocer de primera mano las reivindicaciones de los “indignados” en la acampada de la Puerta del Sol.
Y fue realmente una inspiración para mí. Esta protesta ha surgido de la ciudadanía, son muchos quienes comparten un objetivo común que me parece completamente legítimo. Leer su manifiesto me emocionó, como lo hizo su lema “no somos mercancía en manos de políticos y banqueros” (chapurrea en español). Si queremos conservar lo que hemos ganado durante todos estos años de democracia tenemos que ser conscientes que tendremos que hacer un trabajo añadido, esforzarnos más.
Pasado todo este tiempo tras las protestas contra la guerra del Vietnam, el posicionamiento feroz ante la política de Reagan, de Bush… ¿sigues creyendo que es posible cambiar el mundo? Y de ser así, ¿a quién crees que le corresponde esa responsabilidad?
Nos atañe a todos, a la ciudadanía sin distinción. Cambiar el mundo no es una profesión, sino una necesidad profundamente humana No creo que puedan hacerlo ni los políticos ni los artistas, es un interés global que choca, por desgracia, con maquinarias y defectos muy poderosos demasiado enraizados en el sistema. Fuente: indienauta.com

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