A días del estreno de su documental, La lluvia es también no verte (2014) Mayra Bottero, su directora, cuenta los motivos que la impulsaron a realizar un film sobre el incendio del local de Once que el 30 de Diciembre del 2004 se llevó la vida de casi 200 víctimas. "Las personas sobre las que hablo en el documental son las que emprendieron una lucha colectiva, ninguno de los imputados pudo hacer eso" señala Bottero sobre la elección de una óptica desde los familiares y sobrevivientes de la tragedia.
A continuación compartimos con ustedes el diálogo que mantuvo la realizadora con Daniela Ciccotta, en representación de Proyector Fantasma.
¿Cómo surge la idea de hacer un documental sobre Cromañón?
M.B: En realidad, más que la idea, me surgió la necesidad, fue de un modo natural. Cuando sucedió lo de Cromañón, yo comenzaba la facultad, estudiaba Diseño de Imagen y Sonido, entonces mi forma de mirar se fue transformando, siempre a través de una idea narrativa o de una cámara, porque percibo la realidad así, pienso en cómo se filmaría. Al mismo tiempo que iba haciendo mi carrera, acompañaba todo lo que era el reclamo de memoria y de justicia, porque ahí falleció un amigo y trataba de estar lo más cerca que podía.
Estabas cercana a la causa, ¿filmaste el documental desde ese lugar?
M.B: Sí, como una testigo bastante directa de todo lo que las víctimas y los sobrevivientes habían padecido, es decir, con un poco más de intimidad pero sin excederme. Había una carga emotiva que no estaba del todo reflejada en la cobertura que tuvo el caso. Y también estaba la idea de "todo está dicho sobre Cromañón", y no es así.
¿Cómo lograste un recorte de lo que querías contar?
M.B: Fue difícil llegar a una centralidad de tema, creo que tuvo que ver que lo hicimos a diez años. Había una pregunta suelta que tenía que ver con que todo lo que se podía hacer, se hizo: se llegó a conseguir condenas, aunque quedó mucha gente afuera del juicio, entonces la sensación era bastante dura. Cuando sucede lo de Once, vuelve a surgir esta idea de que no se consiguió la justicia que se esperaba, entonces surge la dicotomía de que se consiguieron condenas, pero aún no se siente la justicia.
Este concepto de justicia da vueltas continuamente en el documental: una justicia colectiva pero también personal, porque es cómo la viven los sobrevivientes ¿Por qué te interesó indagar en eso?
M.B: El salto del individuo al grupo era muy particular en Cromañón porque partía del dolor, de que la vida se te haga pelota, y ahí necesitas de los demás. Eso me parecía universal y bello. En medio de tanto dolor, me parecía significativo ese salto. Desde la familia común para sí misma, siempre pensando sólo en ellos, y de repente, se convierte en un actor político que busca un cambio en la sociedad para que a nadie más le pase eso.
¿Cómo fue el abordaje con los testimonios con las familias y los sobrevivientes?
M.B: Tenía confianza con ellos porque me conocían. En el 2008 conocí a Santiago, que es un sobreviviente, y con quien estoy en pareja desde entonces. Los padres de él están en la agrupación Que no se repita, y a muchos ya los conocía de estar siempre ahí, entonces ya tenía la puerta abierta.
De todas formas, tenías que lograr una distancia para contar los hechos, tener otro rol, ¿Cómo lo lograste?
M.B: Teníamos un mecanismo, yo primero me encontraba con las personas, les contaba que es lo que estaba haciendo, nos juntábamos una o dos veces antes de ir a la casa a grabar. Como equipo teníamos un método, llegábamos con las facturas y hacíamos mate. Todos nos acomodábamos en ronda, escuchábamos y teníamos participación, el resto del equipo también podía preguntar. Por eso, el entrevistado muchas veces mira a otro, no solamente a mí. La conversación comenzaba y cuando parecía interesante, prendíamos la cámara y si sucedía algo emocional muy fuerte, se apagaba.
¿Qué impedimentos tuviste al momento de abordar esos testimonios?
M.B: Había días en que yo estaba complicada emocionalmente para bancame la grabación. Porque quizás grabábamos a dos familias en el mismo día y eso nos dejaba muy cansados, como si hubiésemos corrido una maratón. Terminamos agotados porque era mucha tensión. A mí me impresionaba la idea de generarles dolor, porque cada vez que uno relata algo lo vuelve a vivir, entonces proponerle eso a la persona me tensionaba mucho.
M.B: Yo creo que no se filma, tampoco se puede representar el horror. Había que tener un respeto muy grande porque no se puede reproducir, aparte tampoco vale la pena hacerlo. Lo que me parece que conseguimos es, con la fuerza de algunos relatos, llegar a ciertos lugares en común, sentimentales, y así, se llega a comprender de qué se trató Cromañón, porque son muy metafóricos. Las personas no se dan cuenta lo que están haciendo: hay una mamá que cuenta cómo la hija se bañaba en el hospital, cómo se sacaba el negro del cuerpo, ahí no necesita nada más, es una imagen que es mejor que filmarla, con todo lo que le pasa a ella en el cuerpo y en la cara cuando lo cuenta. Creo que ahí sí se puede contar el dolor, y lograr que el otro lo entienda y lo sienta.
Hay dos historias en el documental donde está representada esta idea de volver a empezar, ¿las elegiste o se fue dando solo?
M.B: Las elegí, no se puede decir que todo se acabó, porque decir que todo se terminó con el que se fue, es injusto con ese que se fue. Y por otro lado, es natural, la vida busca seguir, volver a resinificarse, sucede que unos mueren, pero también nacen niños.
Justamente esa es una de las historias...
M.B: Sí, la historia de Florencia García. Lo que me interesó de ella es que tuvo una sabiduría muy grande siendo tan chica y con tanto dolor. Estaba sola y haber gestado un niño tuvo que ver con perder su soledad. Si le hubiese contado a sus padres que estaba embarazada, después de Cromañón, para los padres hubiese sido una tragedia más, ya que tiene un papá muy estricto, lo hubiese sentido como una traición, todo eso que sienten los padres si su hija se embaraza siendo adolescente. Entonces ella lo ocultó hasta que fue inevitable tener que decirlo, con esa acción reconstruyó la familia.
¿Y qué te generó la historia de Delia Fucci, la mamá que canta?
M.B: Ella me gustó mucho siempre porque tiene un vínculo muy especial con los jóvenes, la adoran. Formó parte de la murga, y su historia también era una forma de mensaje esperanzador, de alegría. Ella siente que de esa manera lo homenajea más que llorando a su hijo. Tiene algo que es inexplicable, que es cuerpo y pura esencia, es verla cantar en general a capela, cada evento al que va pide subirse al escenario para cantar.
Y con los sobrevivientes, ¿cómo fue el abordaje?
M.B: Fue un poco más fácil por el hecho de manejar el mismo código de joven a joven. La elección de ellos fue muy parecida a la de las familias. Algunos tenían más claridad para contar cuestiones y más capacidad para hablar en imágenes. La historia de Mauje (María Eugenia Macci) es muy genuina cuando cuenta qué es lo que le pasa, tiene mucha noción de lo judicial, y al mismo tiempo, puede atravesar la pasión por la música, la idolatría a un grupo. Además, creo que física y estéticamente mantiene rasgos rockeros. Me parecía que si ella les hablaba, podía generar empatía inmediata con los chicos que hoy tienen 17 años y se visten como ella. En el caso de Santiago, mi pareja, yo podía hacerle un pedido concreto de qué temas quería que hable.
En La lluvia es también no verte priorizaste un enfoque de cara a las víctimas, familias y sobrevivientes, también haces un relevamiento de los medios. Pero no hubo una llegada a los imputados, a buscar sus palabras, ¿por qué?
M.B: Las personas sobre las que hablo en el documental son las que emprendieron una lucha colectiva y ninguno de los imputados pudo hacer eso, lo único que hicieron fue excusarse y defenderse para no pagar una pena penal. No estuvieron nunca en una macha sosteniendo una bandera.
¿Por ese motivo no te interesó llegar a la palabra de los imputados?
M.B: Es una cuestión personal, me mantuve bastante sincera de lo que podría exponerme y lo que no, y en el caso de Ibarra no me podía exponer a sentarme enfrente. Los imputados tuvieron micrófono las veces que quisieron, los familiares también estuvieron mucho en la tele, pero tiene que ver con que de repente cada 30 de diciembre, les daban micrófono y tenían que aprovechar para ir de donde los llamaran e ir a decir lo que tenían para decir o si había algún avance judicial, tenían que ir. Pero en el caso de Callejeros, de Chabán, Ibarra y los funcionarios, levantaban el teléfono y tenían el medio que querían. Entonces yo entendía que tenían una disponibilidad que no tuvieron los padres, y por haber tenido esa disponibilidad, los vi mentir de una manera alevosa. En el caso de Chabán lo escuché decir cosas mediáticamente, que después no replicaba en el juicio. Entonces me sentía muy traicionera si yo los hubiese entrevistado y después haber tenido que desmentir lo que decían en el montaje. Tampoco me interesaba hacer un montaje donde sea todo discurso contrapuesto. Hay cosas que yo no podía hacer y que después se volvieron recurso cinematográfico.
Hoy, a 10 años de Cromañón, ¿crees que hay más conciencia por parte de la sociedad de los hechos de corrupción y negligencia?
M.B: Creo que hay un reclamo al estado, hoy todos tenemos la capacidad de ver. Hoy en día hay mayor conciencia de que el cuidado que imparte el estado es bastante deficiente y que sólo tenes al otro después. Todos sabemos que denunciar un robo es más difícil, que en subte tu vida corre peligro, aceptamos que el sistema de salud este destrozado, que el privado tampoco sirva, todos tenemos esa conciencia.
En un momento haces un paralelismo de otras tragedias, ¿cuál es el hilo conducción al momento de equipararlas?
M.B: La lógica de la corrupción, hay una ecuación del poder económico que hace uso de las leyes o de los recursos del estado, en convivencia con la dirigencia política, con el funcionario que tiene poder y hacen utilización de las fuerzas de seguridad. Hay negligencia que podían haberse cuidado desde los recursos que tenemos. Empecé a buscar las fechas que yo recordaba y googleaba y encontraba una en cada mes, y al mismo tiempo, cada mes tiene varias. Lo que quería decir es si multiplicarnos cada víctima por 400, todos los argentinos tenemos un muerto por impunidad. Entonces, ya es hora ¿no?
¿Qué queres decir cuando decís ya es hora?
M.B: Que la democracia necesita cambios profundos, sobre todo tiene que ver con la participación política que tiene que ser más honesta, la que llega al poder. La autoridad da el ejemplo primero, ni los medios, ni la sociedad, ni los políticos van a ser incoherentes, somos todos parte de lo mismo y nos retroalimentamos todo el tiempo. La autoridad tiene la mayor parte porque asumen un cargo de responsabilidad, ese es el pacto. El tema es que cuando asumen, es el pasaporte de impunidad a hacer parte de redes de corrupción muy grandes, a la mezquindad, a perder el respeto por la vida de los demás. Por eso, el señalado en la película es el político.
La idea de poner a todas las tragedias en la misma hilera siendo contextos y actores sociales diferentes, ¿no crees termina siendo ambiciosa en algún punto?
M.B: Más allá de los contextos distintos, ese calendario tiene dos ejes: cerrar la idea de la lógica de corrupción y también la idea de la empatía. No puedo ponerme la camiseta de una tragedia y despreciar a otra porque le tocó a otro gobierno. Lo que yo quería mostrar en la película es que la justicia no se hace para atrás, es difícil encontrar quienes son los responsables, que lleguen a una condena, que se genere un cambio donde sucedió, esa reconstrucción es muy difícil porque ya no están los que murieron. El calendario trágico va más allá de encontrarle un real hilo conductor.
¿Por qué elegiste el título?
M.B: Cuando empecé a filmar, edité una secuencia con material de archivo eligiendo pedacitos de la pantalla con luces, sombras, corridas, cuerpos. Un día estábamos filmando y una mamá, Alicia García, nos contó que recordaba haber cruzado la Plaza Once mojada, como si hubiese llovido. La grabamos contando eso y lo conté con la secuencia que yo había editado y quedó perfecto.
Entrevista y transcripción realizada por Daniela Ciccotta.
Fotos: Gentileza Cris Zurutuza