¿Nos podría decir con qué finalidad ha escrito este libro? ¿Qué planteamientos fundamentales se desarrollan en él?
Mi propósito ha sido rastrear ciertas imágenes literarias de Andalucía desde el modernismo a la vanguardia, aunque también ofrezco incursiones en territorios cronológicos previos y posteriores a ese trayecto, como el romanticismo y el mundo de los viajeros del siglo XIX, o las prolongaciones de las aludidas imágenes en los años treinta e incluso la posguerra. Precisamente el franquismo reforzó una determinada visión de Andalucía, digamos folklórica, haciéndola sinónima de lo español, no solo de puertas para adentro sino también de puertas para afuera. El tópico de la tristeza andaluza, que surge en el fin de siglo, intentó subvertir esa imagen ya fosilizada de la Andalucía de pandereta.
¿De dónde arranca, entonces, ese tópico de la Andalucía triste?
En 1898, en Granada, aparece un pequeño libro hoy casi olvidado con el título de Tristeza andaluza. Su autor: Nicolás María López, amigo de Ángel Ganivet e integrante de la llamada Cofradía del Avellano. De este título se hicieron eco, inmediatamente, algunos poetas modernistas como Villaespesa, señalando que la verdadera Andalucía, no la Andalucía superficial, lejos de una primera impresión, es triste. En concreto, Villaespesa habla de la tristeza de la alegría andaluza. Tanto Villaespesa como el joven Juan Ramón Jiménez descubren esta tristeza de Andalucía en otro poeta de entonces, el malagueño José Sánchez Rodríguez, autor del libro Alma andaluza (1900), y la contraponen a la Andalucía alegre y colorista de poetas como Salvador Rueda y Manuel Reina.
¿Por qué estos poetas que usted menciona defienden, a su juicio, la tristeza como nota distintiva del carácter andaluz, cuando todo invita a pensar, por el contrario, que es la alegría?
En el caso de Nicolás María López, aunque titula su libro Tristeza andaluza, como queda dicho, se trata más bien de una tristeza granadina. La tristeza, como la pereza, forma parte para él del carácter granadino, en el que ve una herencia morisca o de los árabes. Esa tristeza es inseparable, en definitiva, de un género literario del fin de siglo como el alhambrismo, incomprensible a su vez sin la afición del modernismo al exotismo musulmán. La tristeza era además un signo aristocrático para el artista finisecular. En el caso de Sánchez Rodríguez, la tristeza del alma andaluza se relaciona con el cante jondo y la cultura popular andaluza, según una tradición que arranca de Bécquer, sigue en Manuel Machado y llega hasta Lorca o Cansinos Assens.
Podría decirse, así pues, que hay una serie de nombres importantes de nuestra historia literaria que se acogen a este tópico de la tristeza andaluza...
Más que de un tópico, se trata de un “contratópico”, como ya han señalado algunos estudiosos del tema, que hasta ahora ha sido tratado únicamente de forma puntual, quizás no tan sistemática. Y sí, en efecto, en la idea de la tristeza andaluza también coincide un poeta tan decisivo para nuestra contemporaneidad como Rubén Darío, quien en 1904 reseña el juanramoniano Arias tristes (1903) señalando que Jiménez es un “andaluz de la triste Andalucía”.
¿Podría indicar, brevemente, qué otros autores prolongan esta imagen literaria de la Andalucía triste después del fin de siglo?
A lo largo de este estudio he intentando aclarar que los tópicos literarios, incluso los que intentan echar abajo los ya existentes, no se dan al margen de las coyunturas claves con las que acostumbramos a trabajar en la historia literaria. Aunque la tristeza andaluza, que se convierte en un tópico por inversión, se extiende entre los modernistas, sigue funcionando bajo otros códigos y necesidades poéticas en la vanguardia. Lorca hereda la “tristeza nativa” o la “melancolía histórica” que palpa en Granada del alhambrismo de Zorrilla y Villaespesa, incluso de Ganivet o de Nicolás María López, a quien en algún momento cita con respeto. Pero esa tristeza ya es otra cosa bajo los nuevos modos poéticos de la vanguardia y se convierte en la inolvidable Andalucía del llanto o de la pena negra.
¿Tristeza y melancolía son lo mismo? ¿A qué se refiere con la idea de vertebrar la melancolía?
Si le pudiésemos preguntar al Lorca del Poema del cante jondo o del Romancero gitano, nos diría que no, que una cosa es la tristeza y otra la melancolía e incluso la pena. Pero lo que está claro, a mi modo de ver, es que hay más de un trasvase de la Andalucía melancólica y triste de los modernistas a la Andalucía trágica de Lorca, aunque esta última sea una Andalucía trágica ideal, lejos en el fondo de la que trataron de analizar antes, cada uno a su modo, Clarín y Azorín. El Lorca juvenil poetiza la tristeza granadina y la melancolía andaluza con los moldes del modernismo. En contacto con la vanguardia, ya descubre que esa melancolía deber ser vertebrada por la inteligencia poética. El duende, por emplear términos suyos, sujeto a la musa, que siempre da formas.
Para terminar, ¿hay una verdadera Andalucía y otra que no lo es tanto?
Literariamente, sí. Quiero decir, la Andalucía universal, el “idealismo andaluz” del que habló José Bergamín en 1927 para referirse a Juan Ramón Jiménez, es el que representan asimismo poetas posteriores como Lorca, Alberti o Cernuda. Para la poesía española contemporánea la aportación de estos autores, que estilizaron de muy diversas maneras el andalucismo, fue mucho más decisiva que la de los anclados en el tópico costumbrista y pintoresco.