ENTREVISTA A NACHO ARES: “EL SUEÑO DE LOS FARAONES” Nadie debe profanar su descanso…

Por Eloctavosabio @eloctavosabio
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Nacho Ares sujeta una figurita funeraria procedente de la tumba de Deir el-Bahari. © María Belchi

El escondite de las momias reales en Deir el-Bahari fue oficialmente descubierto en 1881. Nacho Ares nos hace partícipes de ese sublime hallazgo desde la primera línea de su recién horneada novela, “El Sueño de los Faraones” (Grijalbo).

Sobre el risco que preside Deir el-Bahari (Tebas), se asienta un templo sin precedentes, el de la reina Hatshepsut. Pero no todos los tesoros de Deir el-Bahari se exhibían orgullosos, en las entrañas de la roca se ocultaba la tumba DB320. Un discreto pozo construido para el sumo sacerdote de Amón Pinedyem II (dinastía XXI), acabó por albergar decenas de momias de reyes y nobles pertenecientes a distintas dinastías, desde la XVIII hasta la XXI. Estamos en el año 969 a.C. La prosperidad y la gloria son solo un recuerdo pasado. El poder está caduco y fracturado, y la corrupción ha dado paso a un Estado decadente en Egipto. Las tumbas del Valle de los Reyes tampoco se libraron del deteriorado respeto a las viejas tradiciones y fueron objeto de constantes saqueos.

Los sacerdotes tebanos de la dinastía XXI, cada vez más poderosos, solo pudieron hacer una cosa para proteger a sus vulnerables antepasados: se vieron obligados a profanar sus sepulturas, pero esta vez para trasladar sus restos y ocultarlos en la tumba de Pinedyem II. Con ello aseguraron su descanso…

…hasta el siglo XIX. Entonces, el escondite de las momias reales en Deir el-Bahari se convirtió en uno de los mayores descubrimientos de la arqueología (1881) .

Nacho Ares nos hace partícipes de ese sublime hallazgo desde la primera línea de su recién horneado libro, “El Sueño de los Faraones” (Grijalbo). Un increíble y detalladamente documentado viaje al Luxor de 1874 que no es sino la escala a un destino aún más lejano: el Tercer Periodo Intermedio de Egipto, que acogió las más retorcidas intrigas políticas.

Nacho Ares. © María Belchi

Como escritor es tan generoso como en persona, en sus libros lo da absolutamente todo. Nacho Ares nos presenta su última novela histórica “El Sueño de los Faraones” (Grijalbo). Una ficción, como nos tiene acostumbrados, enmarcada en los enigmas del antiguo Egipto. Esta vez aborda el increíble descubrimeinto de las momias reales en Deir el-Bahari y se sumerge en sus secretos, que se remontan a muchos siglos atrás.

Nacho, enhorabuena, otro libro para la estantería de deleites y delicatessen. “El Sueño de los Faraones” es una ofrenda a las divinidades de la lectura que no las dejará indiferentes. Seguro que Thot, complacido, recompensará tu esfuerzo. ¿Qué le pides?

Soy poco pretencioso en esas cosas. La idea de cualquier escritor es que la gente te lea y que disfrute con el libro, en este caso una novela. Reconstruye una historia real, recreada a mi forma pero basada en hechos verídicos. Como siempre hago, el último capítulo del libro es un epílogo en el que explico la parte de ficción en la novela. Eso ayuda a asimilar la historia y, sobre todo, a hacer buscar al lector otras referencias que le ayuden a ampliar conocimientos sobre lo que he contado.

Tu madurez literaria está sobrepasada pero “El Sueño de los Faraones” es más que una novela histórica, es un sesudo trabajo de investigación en torno al hallazgo de las momias reales de Deir el-Bahari en 1881. ¿Por qué crees que a este descubrimiento nunca se le ha dado la relevancia que merece? Cuando mencionamos la necrópolis solo nos acordamos del templo de Hatshepsut…

Hay una película egipcia titulada “Al-Mumia” del año 1969, dirigida por Sadi Abd el-Salam, que pasa por ser la mejor obra del cine egipcio de todos los tiempos. Es muy poco conocida, como el tema que cuenta, el hallazgo del escondite de momias reales que ayudó a poner rostro a los antiguos faraones. Además de eso, hay poca cosa. Y la historia tiene argumentos sobrados para lo contrario. Es el vivo ejemplo de cómo un gran hallazgo arqueológico es importante no por los tesoros que contiene (no hay piezas de oro ni nada parecido) sino por el valor histórico que posee. En él se descubrieron casi cuarenta ataúdes con momias que pertenecían a reyes, reinas, sacerdotes de alto rango, miembros de la familia real, y algunos personajes anónimos: los verdaderos protagonistas de la Historia de Egipto.

Adentrarnos en los entresijos de los linajes del antiguo Egipto no es nada fácil y tú abordas un periodo dividido que multiplica los protagonistas en la pugna por el poder. ¿Cuáles son las claves esenciales para no perdernos en tu novela?

Creo que capítulo a capítulo se van desgranando algunas de esas claves. Es curioso ver los paralelos que hay entre la parte contemporánea que narra los hechos del siglo XIX y lo que sucedió en el llamado III Período Intermedio, durante el reinado de Pinedjem II, una de las época más convulsas de la historia de Egipto. El país del Nilo se deshacía en los mismos problemas. Intrigas, envidias, traiciones e intereses económicos edulcorados de una falsa fe religiosa, son los aspectos comunes que vemos en ambos “Egiptos” separados en el tiempo por casi 3.000 años.

Describes el panorama desolador del mercado negro. Aunque en mayor o menor medida siempre ha estado activo, los medios denuncian que se vive en Egipto un importante brote. Tú tienes contacto con los arqueólogos que trabajan sobre el terreno, tienes acceso a información de primera mano, ¿sabes cómo están realmente las cosas?

En Egipto ha habido, hay y habrá siempre mercado negro. Es algo natural en una sociedad en donde la supervivencia tiene en este tráfico un salvavidas importante. Si a esto sumamos la falta de educación y la nula valoración del patrimonio se genera un caldo de cultivo difícil de frenar. A finales del XIX comenzaron los viajes turísticos a Egipto potenciados por Thomas Cook. La presencia de turistas interesados en la arqueología y que compraban “recuerdos” a buen precio, aumentó la presencia de piezas en el mercado. En aquella época era legal, hoy ya no, pero sigue existiendo el tráfico de antigüedades. Después de la revolución de 2011 varios almacenes fueron asaltados. La ignorancia hizo pensar a los asaltantes que en esos almacenes o en los museos había grandes cantidades de oro. Al final, creo, es un problema de educación.

¿Cuánto hay de Nacho Ares en el Émile Brugsch al que das vida?

Imagino que cada autor tiende a verse identificado con los protagonistas de su obra. A É. Brugsch lo conocía de leer sus publicaciones o historias de la arqueología en donde se mencionaban sus trabajos. Sí es cierto que hace cosas que hago yo pero no por una usurpación de la personalidad o porque me vea reflejado en él, sino porque pisa y camina por lugares que yo he recorrido anteriormente para documentar la novela. Siempre me ha interesado el punto de vista de los protagonistas. La obra de Brugsch en relación al DB320 es muy viva. No fue el descubridor de la tumba, eso lo hicieron los Abd el-Rassul, pero sí fue el primero en darse cuenta de la importancia de lo que tenía delante.

Sé que también ha salido la versión digital del libro. Pero cómo recomiendas la lectura, ¿papel o eBook?

Aquí he de reconocer que no soy imparcial. Prefiero el papel pero he de decir también que nunca he leído nada en ebook. Es un tópico pero el papel tiene un sabor especial que nunca podrá igualar el libro electrónico. Sí he manejado libros en formato electrónico (especialmente pdf) pero lo he hecho para consultar material de trabajo, nunca para disfrutar de la lectura de un libro.

¿Qué crítica harías de tu libro? ¿Cuál te gustaría que te hicieran?

Imagino que habrá gente a la que le guste y otros a los que no. De mi trabajo anterior, “La tumba perdida”, solo escuché cosas buenas, pero muchas veces los comentarios negativos no se dicen. Yo no puedo opinar de mi libro pero en cualquier caso me gusta que las críticas sean sinceras. Detesto que me doren la píldora y me den una palmadita en la espalda. Yo sé cuándo las cosas están bien y cuándo no. Y si no me percato de ello en el momento sí lo hago tiempo después. Por ejemplo de “La tumba perdida” no cambiaría nada, ni de “El sueño de los faraones”, pero de otros trabajos anteriores sí lo haría.

Cuéntanos cosas personales, ¿cuál es tu momia favorita?

Carlinhos, el compañero de piso de Nacho Ares: “Cuando vamos en coche le pongo el cinturón”.

Mi momia favorita es Carlinhos, la momia que vive conmigo en casa y que es mi compañero de piso desde hace una década. La gente se cree que es broma cuando se lo digo, pero cuando me visitan y lo ven se llevan un buen susto. Pero si tuviera que elegir una entre los faraones la verdad es que no sé con cuál me quedaría. Todas tienen su fascinación. Ciertamente soy poco dado a molestar el descanso de los antepasados pero es alucinante poder ver el rostro, casi nariz con nariz, de grandes protagonistas de la Historia como Ramsés II o su padre Seti I.

Nadie debe profanar el sueño de los faraones… Pero, ¿qué tumba te gustaría encontrar?

Lógicamente una que todavía no haya aparecido, aunque hay algunas que se descubrieron en el siglo XIX, conocemos sus tesoros como las pinturas de Nebamón hoy en el Museo Británico, y su rastro se ha perdido totalmente. Uno de mis lugares preferidos es el Valle de los Reyes. Me consta que son muchas las tumbas que aún quedan por aparecer allí. No olvidemos, por ejemplo, que se desconoce dónde están enterradas las reinas de la XVIII dinastía. Mujeres como Ankhesenamón, la esposa de Tutankhamón; Nefertiti, la de Akhenatón; o Tiyi, la de Amenofis III, se han disipado en el espacio como por arte de magia.

¿Con qué faraón querrías ser enterrado y compartir la eternidad?

Puestos a elegir prefiero una reina. Pero si tiene que ser un personaje importante me quedaría con Tutankamón. Puede sonar a topicazo, pero con él me quedé prendado a la egiptología hace 30 años y me une un vínculo muy cercano, no solo a su reinado sino a todo a lo que rodeó al descubrimiento de su tumba.

En el vídeo vemos algunas imágenes del momento en que se trasladaban los sarcófagos con las momias reales. Su destino final era El Cairo pero cuando el barco llegó a la capital, en la aduana no sabían cómo catalogar la carga. Los aranceles no tenían previsto el transporte de momias reales, así que se resolvió el incidente burocrático registrando esa entrada como un enorme cargamento de “pescado seco”.