Tras el éxito de su último libro, Ars Magica, esta bilbaína afincada en Sevilla ha vuelto a sorprendernos con una novela ambientada en su ciudad de adopción durante el siglo XVIII. Exploradora de las pasiones humanas y navegante de archivos y bibliotecas, Nerea Riesco ha volcado en este trabajo todo su buen hacer, que no es poco.
Colaboradora habitual en prensa y radio, ha sacado un poco de tiempo para contestar amablemente esta entrevista sobre su nuevo trabajo: El elefante de marfil.
- Nerea, pregunta obligada, ¿qué tal se te da el ajedrez?
Fatal. De pequeña, en el colegio de monjas, nos daban clases de ajedrez, así que conozco sus rudimentos para salir del paso. Ahora me doy cuenta de que se trataba de una auténtica novedad dentro de la educación española. El ajedrez lleva años estudiándose como una asignatura más en los países del Este porque desarrolla el razonamiento y nos responsabiliza de nuestras decisiones. Pese a todo, yo nunca fui buena jugadora. Quizás note más mis carencias ajedrecísticas porque me rodeo de gente que sí juega muy bien.
- Novela histórica, thriller, aventura… en esta novela has combinado varios géneros ¿cómo la definirías tú?
Como mi novela más ambiciosa. En El elefante de marfil se pueden encontrar todas esas cosas que has dicho y otras más. También tiene mucho de novela de costumbres. Por otra parte, El elefante de marfil es sin duda una novela de amor; de todas las manifestaciones del amor: el romántico, el pasional, el amor incondicional, el amor a la familia, el amor a la gente que no lleva nuestra sangre y a la que queremos más que a los que la llevan… y de ese amor tan feroz, obsesivo y arrebatado que termina por convertirse en odio y es capaz de destrozar vidas.
- ¿Cómo se te ocurrió introducir el ajedrez en la trama?
El ajedrez es como la vida misma; cada decisión que tomamos en ella nos abre múltiples caminos, posibilidades, oportunidades, peligros… tenemos que ser lo bastante hábiles como para saber elegir lo que más nos interesa en cada momento. Desde que decidí que el escenario de mi novela sería Sevilla, me vino a la mente la conquista cristiana en la que estaba presente el que años después sería Alfonso X el Sabio. Él era un gran amante del ajedrez y me lo imaginé tramando estrategias militares durante los dos años que duró el asedio, como si la ciudad fuese una partida. A fin de cuentas iba con su padre el rey, con una reina que era una figurilla llamada “Virgen de las Batallas” que aún se conserva en la Catedral, con los caballeros de las órdenes militares y el religioso que podría identificarse con el alfil y que más tarde sería el primer obispo de Sevilla. Por otra parte, los musulmanes intentaban defender su torre (la actual Giralda) con otra torre (la Torre del Oro). Me apreció muy evocador. Así que estructuré la novela como una partida de ajedrez: inicio; medio juego y final. Incluso los personajes de la novela son como piezas; cada uno cumple su misión.
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- ¿Por qué decidiste iniciar la historia con el terremoto de Lisboa?
Un comienzo tan dramático por fuerza marcaría el carácter de la novela y de sus personajes. Yo nunca voy a buscar una historia, son ellas las que me atrapan. Desde el momento en el que leí la relación del desastre del terremoto, escrita en verso, que salió de la imprenta de la viuda de Haro, vi la novela casi al completo. Y el terremoto era sin duda el punto de arranque.
- Recreas magníficamente la ciudad de Sevilla del siglo XVIII e introduces muchos datos históricos durante la novela. ¿Ha sido una labor de investigación muy ardua?
Para mí esa etapa es una delicia. Crear un escenario adecuado para los personajes ha hecho que viajase atrás en el tiempo para plantarme en mitad del siglo XVIII y descubrir qué se comía, cómo se vestía, dónde se enterraba a los muertos en una ciudad en la que aún no había cementerio, qué se utilizó para desinfectar las casas cuando la epidemia de fiebre amarilla se llevó por delante a cientos de personas… Es un trabajo casi de investigadora privada, rebuscando en bibliotecas, archivos, preguntando a historiadores y descubriendo rincones de la ciudad que quedan opacados por la magnificencia de los grandes monumentos. Me gusta mucho.
- Corridas de toros, procesiones, coplas… en esa Sevilla que has recreado no falta de nada…
Quería que fuese así. Quería que apareciesen todos los típicos tópicos de la ciudad: Semana Santa arrebatada, coplas cantadas y bailadas con gracia gitana, toreros chulescos, bandoleros que roban el dinero de los ricos para dárselo a los pobres… lo mejor de todo es que no exagero lo más mínimo. Sevilla y su ambiente dan para escribir mil y una novelas.
- En El elefante de marfil aparecen muchos personajes, todos perfectamente perfilados. ¿Cómo trabajas ese aspecto para no olvidar ningún detalle?
Supongo que no les considero personajes sino personas. Lo sé todo de ellos: bajo qué signo de zodiaco nacieron, si tienen lunares en el cuerpo, si sufren, aman o tienen miedo, a qué partido político votarían si vivieran en estos tiempos… les busco cara y, cada uno de ellos tiene una especie de DNI antes de comenzar a escribir la novela. Me he pasado más de dos años observándoles, describiendo sus alegrías y sus miserias, llorando con ellos y comprendiendo por qué actúan de la forma que lo hacen en un momento determinado. Ahora mismo, sigo pensando en ellos como personas “vivas” pese a que la novela la está fuera de mis manos.
- En la nota del final del libro, aclaras que la imprenta López de Haro existió de verdad y que consta que durante una etapa del siglo XVIII la regentó una viuda, que bien podría haber sido Doña Julia. ¿En qué otros personajes reales has basado a los tuyos, por ejemplo a Candela, la bailarina, al cínico escritor conocido como El Sabio Añejo o al bandido al que has llamado “Marqués de las Veredas”?
Como te decía, lo bueno de una ciudad como Sevilla es que sólo hay que rascar un poco para encontrarte con algo potencialmente “novelable”. El Sabio Añejo de mi novela está basado en un personaje real, igual de recalcitrante, que firmaba sus escritos como “El filósofo rancio”.
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- Tu novela tiene episodios de gran emoción, y cada lector tendrá sin duda un favorito, pero ¿cuál es el tuyo?
Me sorprende ver que me sigo emocionando con la escena de “confesiones” (lo llamaré así para no revelar nada) entre doña Julia y Cristóbal Zapata. Veo ese episodio como algo que no tiene que ver conmigo, como si no lo hubiera escrito yo y simplemente fuese una mera espectadora del dramático momento.
- El elefante de marfil cuenta con algunos personajes fascinantes, ¿has sentido predilección por alguno de ellos mientras escribías?
Todos son parte de mí. Les entiendo, les comprendo, soy su cómplice… hasta los malos más malos me han convencido de cuáles son sus razones. Les quiero a todos, aunque tengo que reconocer que doña Julia es muy especial para mí. Quizás sea porque las dos nos ganamos la vida de la misma forma: traficando con palabras impresas.
- Hay una frase que me llamó la atención de la novela y quisiera que nos la explicaras. Casi al inicio, Doña Julia, en misa, está pensando en las tareas que tiene pendientes, una de ellas “terminar la carta del conde Nolegar Giatamor en referencia al último sacudimiento de tontos y botarates…”
Jajajajaja… se trata de un documento real salido de la imprenta de los López de Haro. Está en la Biblioteca General y Archivo Histórico de Sevilla. Ya te digo que una ciudad como ésta da para mucho.
- En un momento dado, también en la primera parte del libro, uno de los personajes encarga una carta de amor a un escribiente, que aparece en un documento aparte. ¿Te basaste en algún documento real para confeccionarlo? ¿Era muy frecuente que los enamorados encargasen a terceros cartas de ese tipo?
Había escribientes que vendían su talento en los aledaños de la Catedral de Sevilla. Pero eso ha estado ocurriendo hasta hace relativamente poco tiempo en muchos lugares del mundo. Redactaban y leían las cartas, solicitudes, impresos o cualquier otro manuscrito para las personas analfabetas (que en aquellos años eran muchas). La carta amorosa a la que te refieres fue uno de los tantos documentos que elaboro mientras escribo la novela para “emocionarme” y creérmelo. Hago planos, busco mapas, redacto las capitulaciones y las cartas de amor de las que hablo en pergaminos antiguos… todo eso para sentir que la historia es real y que yo sólo la redacto. Mi editora vio esos documentos y me sugirió incluir alguno en la novela. Hay muchos más que no sé si llegarán a ver la luz.
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- Como lectora, una de las imágenes más tristes es cuando Abel, monsieur Verdoux y frey Dámaso entran en la Biblioteca Capitular de Sevilla, en la que se almacenaban miles de libros, y comprueban el mal estado en el que se encuentra: goteras, telarañas, polvo, moho… Comentas que Hernando Colón, el hijo del descubridor de América, había donado miles de volúmenes y que había estipulado en su testamento las obligaciones que debían asumir quienes los heredaran. ¿Qué hay de cierto en ese pasaje?
Es todo cierto. Lamentablemente, no quedan ni un tercio de los volúmenes que Hernando Colón donó. Hubo un tiempo en el que nadie les prestó atención. No debieron considerarlos las joyas que ahora nos parecen.
- En tu novela hablas de La invencible rosada, la primera revista femenina de la ciudad, que nació en la imprenta López de Haro. ¿Existió realmente esa publicación?
No, pero ¿a qué hubiera resultado maravilloso que fuese así? Pese a todo, las noticias “feministas” que digo que se publican en ella, son todas ciertas.
- Tengo que decir que me ha parecido una novela magnífica, muy trabajada y elegante. ¿Qué acogida está teniendo?
Muchas gracias por lo que dices de ella. La acogida está resultado estupenda, y eso que esta es la etapa más ingrata de la novela. Mientras la estás creando, estás sumergida en ese mundo y nada del exterior te preocupa. Seguramente dentro de unos meses, tendré encuentros con lectores, ferias del libro en las que la gente me hará comentarios, clubs de lectura que habrán trabajado la novela y harán preguntas interesantísimas… pero ahora mismo (lleva menos de un mes en la calle) son pocas las personas que la han leído, así que hablo de El elefante de marfil elogiándolo, como hace la mamá orgullosa del niño que ya sabe tocar una pieza completa al piano... y lo hace bien, pero todo el mundo cree que lo dice por pasión de madre.
- ¿Qué te gustaría que el lector encontrara en ella?
Me conformo con que sientan la mitad de lo que yo he sentido al escribirla.
- ¿Estás trabajando ya en algún proyecto nuevo? ¿Puedes adelantarnos algo?
Ya tengo algo en mente. Pero no te lo contaré. Nunca cuento (casi) nada.
- Si quieres añadir algo más…
Que me ha encantado tu entrevista.
- Muchas gracias y mucha suerte.
Gracias a ti.