Sir Richard Attenborough creció en el campus de la Universidad de Leicester, donde su padre era director. A los 7 años tenía un `museo´ de fósiles. Es hermano del actor Richard Attenborough y tiene otro hermano, John. Durante la guerra, sus padres adoptaron a dos judías refugiadas. Estuvo casado 47 años con Jane Oriel. Tienen dos hijos.
Es uno de los divulgadores de la naturaleza más prestigiosos del mundo. Los ecologistas lo acusaron de tardar en unirse a su causa, pero, sin perder la flema británica, pocos son más claros al advertir de los peligros medioambientales. Hablamos con el último Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales de la «crucial» cumbre de Copenhague.
Arrastra una tos ártica y explosiva de su último viaje por el Polo, pero su voz es la voz reconfortante y serena de sus documentales. Sir David Attenborough nos recibe en su casa del barrio londinense de Richmond, donde ha vivido más de medio siglo. La pisa poco, porque siempre está recién llegado o a punto de marcharse. A sus 84 años, no le intimida posar en el jardín, aunque esté lloviendo. Su hija Susan trae una bandeja con café y galletas, y el último premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales nos habla de una vida dedicada a la naturaleza y de lo que nos jugamos en la cumbre de Copenhague.
XLSemanal. Su padre le regaló una salamandra cuando usted tenía ocho años. ¿Aquel regalo marcó su destino?
Sir David Attenborough. Bueno, me la dio porque sabía que me interesaban los animales.
XL. ¿Qué hizo con ella?
D.A. Pues examinarla. La olfateé. Olía ligeramente a vainilla. Y tenía un tacto acolchado, como de goma.
XL. Lo imagino oliendo el bicho... Demuestra curiosidad. Un espíritu científico casi innato, aunque creo que usted no se considera un científico.
D.A. Lo que hago es más periodismo que ciencia. Aunque me gustaría pensar que soy un científico en el sentido de que tengo interés por los hechos, por la realidad, me gano la vida como periodista.
XL. ¿Le tiraba más la divulgación que la investigación?
D.A. No, sencillamente uno aprovecha las oportunidades que se le presentan. Al final de la Segunda Guerra Mundial fui a la Royal Navy para realizar el servicio militar obligatorio y, cuando terminé, lo que quería era ganarme la vida. No quería volver a la universidad. Lo que quería era casarme. Y quizá también me percaté de que no tenía la concentración necesaria para ser un científico.
XL. ¿Cómo se dio cuenta?
D.A. No tengo habilidad para pensar en tres dimensiones. Si quieres ser biólogo molecular, tienes que pensar matemáticamente en tres dimensiones. A mí se me daban mejor los chimpancés.
XL. Y se convirtió en periodista...
D.A. En realidad, era corrector en una editorial. Pero no me gustaba, así que pedí trabajo en la BBC.
XL. Leí que lo querían echar porque tenía los dientes demasiado grandes.
D.A. ¡Pero es que yo no quería aparecer en pantalla! Yo quería trabajar como productor. Entré en la BBC en 1952. ¿Sabe una cosa? En el mundo había entonces tres veces menos habitantes que ahora.
XL. Vaya, ¿y eso qué implica?
D.A. Que hay mucho menos espacio para la naturaleza. La población no puede seguir incrementándose eternamente. Cada persona que vive en el planeta necesita espacio, comida, casa, escuela, carreteras... ¿Y de dónde va a sacar ese espacio? Sólo de la naturaleza.
XL. ¿Qué podemos hacer?
D.A. Asegurarnos de que la población no va a seguir aumentando. Si lo hace, sólo traerá más hambre, más enfermedades... Donde las mujeres reciben una educación y tienen libertad para elegir, eligen tener menos niños. Las mujeres no disfrutan pariendo diez o doce niños, de los cuales la mitad mueren antes de cumplir cinco años. Frenar la superpoblación sería un buen comienzo.
XL. En la cumbre de Copenhague sobre cambio climático también nos jugamos bastante...
D.A. Esta cumbre es crucial. La humanidad tiene la gran oportunidad de trabajar en equipo para resolver un problema que nos afecta a todos. Tenemos que exigir a nuestros gobernantes que tomen unas medidas difíciles cuyos efectos no se notarán a corto plazo. Si no lo hacemos, la naturaleza lo hará por nosotros. Y será desastroso.
XL. ¿Serán los políticos suficientemente maduros para llegar a un acuerdo? Todavía hay escépticos que dudan de la existencia del cambio climático.
D.A. No lo sé, pero hay que intentarlo. Es una oportunidad que la humanidad no puede desaprovechar. Estamos al borde de pérdidas enormes en nuestra biodiversidad. Probablemente, lo más peligroso es lo que está pasando en los océanos. Las aguas son cada vez más ácidas, lo que impide que moluscos y corales fabriquen sus caparazones. Miles de especies dependen de estos organismos para sobrevivir. Si el mundo pierde las barreras coralinas, será un golpe tremendo al corazón del ecosistema marino. Y la pesca, de la que depende cada vez más gente, disminuirá.
XL. A pesar de sus advertencias, los ecologistas lo han criticado por no mostrarse demasiado entusiasta con el movimiento conservacionista.
D.A. Mi mensaje es claro: el futuro de la vida sobre la Tierra depende de nuestra capacidad para actuar. El éxito sólo se logrará si hay un cambio en nuestras sociedades, nuestras economías y nuestras políticas. Tenemos la responsabilidad de dejar a las generaciones venideras un planeta sano y que pueda ser habitado por todas las especies.
XL. Hay quien no entiende que en un documental sobre animales haya escenas de sexo y violencia. Publicaba un diario inglés una carta de un espectador indignado con la crudeza de una escena en la que unas leonas se ensañan con una cría de elefante.
D.A. ¿Y eso qué quiere decir? ¿Que a la gente no hay que molestarla para que vivan sus vidas como si no existiesen las guerras, la crueldad o el hambre? Shakespeare y Cervantes escribían sobre la realidad, sobre las verdades de la vida. Si tengo que filmar una película sobre leones y debo fingir que no matan a otros animales, sería una mentira. Mi responsabilidad es ser veraz. Una señora me escribió para decirme que mis programas costaban mucho dinero y que, en lugar de mostrar a leones matando antílopes, ese dinero debería emplearse en adiestrar a los leones para que coman hierba. ¡Qué estupidez! Hay gente que se niega a aceptar la realidad. Una cosa es utilizar la violencia y la crueldad de una manera desproporcionada, magnificándola para llamar la atención; eso es pornografía. Pero si la tratas como un ingrediente inherente a la vida, sólo estás mostrando la naturaleza tal y como es.
Fuente: xlsmeanal