Entrevista a una editora: María Osorio

Publicado el 14 septiembre 2009 por Lgutierrez
La editora María Osorio en su oficina en la casa de Babel Libros, editorial, distribuidora y librería.

María Osorio Caminata es arquitecta. Desde 1986 trabaja con literatura y libros para niños. Empezó su trabajo en la Asociación Colombiana para el Libro Infantil y Juvenil, sección colombiana de IBBY. Posteriormente, fue subdirectora de Fundalectura, donde creó la Revista Latinoamericana de Literatura Infantil y Juvenil, dirigió las publicaciones de esta institución, y diseñó proyectos para promover la circulación del libro en espacios alternativos.

En 2001 fundó Babel Libros, iniciando sus labores como distribuidora especializada en libros para niños y jóvenes. Luego, un año más tarde, comenzó las actividades de la librería y, desde hace cuatro años, las de la editorial. María Osorio es miembro de la Asociación Colombiana de Libreros Independientes. ACLI; de la Red de Editoriales Independientes Colombianas, REIC; y de la Coedición Latinoamericana. Y, como miembro de la Junta Directiva de la Cámara Colombiana del Libro, coordina el Comité del libro Infantil.

Leroy Gutiérrez: Partiendo del hecho de que eres arquitecta, ¿por qué dedicarse a una actividad tan poco lucrativa como la edición de libros (para niños)?

María Osorio: Deberíamos hacer una encuesta, pues he encontrado montones de arquitectos en la LIJ de todos los países: Mónica Weiss, Mónica Bergna, Analiesse Ibarra, Claudio Muñóz, María Elena Repiso, Marilyn Pérez Falcón, Carmen Salvador, Saúl Schkolnik, por citar los que recuerdo.

LG: ¿Es un buen negocio vender libros en Colombia?

MO: No sé si sea buen negocio vender libros en alguna parte del mundo. Cuando uno se mete en este “negocio” no piensa en el negocio sino en el trabajo. Por lo general lo hacemos porque nos gusta. En Colombia la edición de libros para niños está al borde de la extinción. En los últimos años se han creado nuevos proyectos editoriales para niños y jóvenes en Ediciones B, Babel, SM Colombia; las colecciones Nidos para la lectura de Alfaguara y Especiales de Editorial Norma, y, sin embargo, cada vez se editan menos libros para niños y jóvenes en Colombia. En un análisis del ISBN 2008, realizado por el Comité del Libro Infantil de la Cámara Colombiana del Libro, aparecen como libros editados en 2008 apenas 30 títulos. Un panorama contradictorio: por un lado los proyectos de Estado promoviendo los espacios infantiles en las bibliotecas (Bogotá Capital Mundial del Libro, Plan Nacional de Lectura, Bibliotecas de Bogotá, Bibliotecas de Cajas de Compensación) y, en contravía, una bajísima producción editorial propia que nos pone en los últimos puestos de América Latina, muy por debajo de Argentina, Brasil, México y Venezuela.

LG: Babel Libros no es sólo una editorial, también cuenta con una librería y una distribuidora. ¿En qué ayuda a la labor editorial el que tengan participación en los distintos puntos de la comercialización del libro?

MO: Fue una decisión absolutamente consciente. Babel Libros Distribuidora nace ante la necesidad de insertarse en el mercado del libro infantil en Colombia con la idea de abrir camino a un proyecto editorial. Después de trabajar durante más de quince años del lado del promotor de lectura, de tener una idea romántica de la edición y de la producción editorial, de pensar que el conocimiento de los libros y de los autores era suficiente para crear un proyecto exitoso, nos vimos en la necesidad de crear un proyecto comercial que diera soporte en la realidad a todos esos sueños. En Colombia hay pocos distribuidores especializados, ahora nosotros somos uno de ellos. Cuando traté de empezar el mercado estaba y está todavía en manos de las grandes casas editoriales que venden directamente al Estado, a las bibliotecas y a los colegios. Si quería empezar a editar tenía que buscar la forma de no quedarme sentada encima de las cajas. Luego, y todavía antes de iniciar la editorial, creamos la librería. Ésta nos permite poner a disposición del público una oferta variada y muy completa, tenemos una vitrina que respalda no solo nuestra producción sino los libros que importamos.

Vista de la fachada de la casa de Babel Libros.

La editorial, la distribuidora y la librería se encuentran

ubicadas en la calle 39 A, Nº 20-55

en el sector La Soledad en Bogotá, Colombia

LG: ¿Cuál es el primer paso para elaborar un libro?

MO: Yo estoy haciéndolo un poco al contrario de lo que generalmente se hace. Parto de la necesidad de publicar que tienen jóvenes autores e ilustradores y trabajo conellos el tiempo que se requiera para editar un libro, lo que nos toma entre dos y cuatro años… muchos desisten en el transcurso, otros se quedan y se quedan en la LIJ para siempre, como es el caso de Jairo Buitrago, Rafael Yockteng y María Paula Bolaños.

LG: ¿Cómo se puede conciliar la cultura y la calidad con los negocios y las ganancias?

MO: Haciendo y vendiendo un libro que responda a la idea de un bien cultural. Podría por ejemplo revitalizar la librería vendiendo libros de “personajes” o productos anexos como juguetes o incluso libros de texto, pero para eso mejor ponía una papelería. Lo que hago no es un gran negocio en Colombia pero me ha permitido sobrevivir ya ocho años, por lo que me imagino que ambas cosas se pueden conciliar y que solo son irreconciliables cuando se espera un retorno demasiado rápido. Los buenos libros y la velocidad no van siempre de la mano.

LG: ¿Cuál es la principal cualidad que debe tener un editor o alguien que comercie con libros?

MO: Debería por lo menos tener un interés por los libros más allá de considerarlos “mercancía”. Por ejemplo, que le guste leerlos.

LG: Babel Libros se encuentra detrás de cuanta iniciativa lleva adelante el sector del libro en Colombia: seminarios, festivales, talleres, asociaciones… ¿Es Babel Libros más que una editorial un promotor cultural? ¿Cuál es el grado de responsabilidad que tienen los editores respecto a la cultura en su país?

MO: Cómo quisiera que Babel fuera simplemente una editorial, que tuviera lo que me advirtió un día Verónica Uribe que no tenía y que es indispensable para el trabajo del editor: “silencio”. Pero no, la realidad es que estamos en un país en construcción (¿o en destrucción más bien?), un país en el que no está permitido sentarse y mirar, un país que necesita que actuemos. Hace un par de años emprendimos una tarea grande por la visibilidad del libro para niños. Por lo menos en Colombia, el libro para niños circula de manera “clandestina”, llega directamente de las bodegas a las bibliotecas públicas y escolares, sin pasar o haciéndolo brevemente por las librerías. Además, las librerías especializadas en libros para niños en Colombia son cuatro, tres en Bogotá. Algunas pocas del resto de las librerías tienen “rincones” para niños, sin acompañamiento, sin librero que conozca el tema. Ser un promotor cultural no es una alternativa es una necesidad en Colombia.

LG: ¿Qué es un manuscrito de buena calidad?

MO: Depende de quien lo defina. Para mí es un libro comprometido, que no solo cumple con las normas mínimas que deberían ser indiscutibles de calidad literaria. Me gusta pensar en encontrar libros “necesarios”, libros que trasciendan la mera posibilidad de entretener.

LG: ¿De qué manera ha influido al mundo editorial la aparición de la impresión digital?

MO: Por ahora en este país no lo hemos notado. Pienso que hay que pensar en eso mucho y rápido, antes de que los libros se empiecen a vender en las tiendas de “chiches” digitales, antes de que sea más importante comprar aparatos que libros. Supongo que debemos empezar a construir una oferta por fuera de los sistemas de lectura digital, una oferta que permita a los lectores del futuro leer algo más que lo que los aparatos incluyan en la primera compra. No me imagino todavía un cambio radical en contenidos, más bien un cambio de formatos.

LG: ¿Tienen futuro las ediciones por demanda?

Yo creo que sí. El problema hoy en día es que las máquinas de impresión digital están en manos de las imprentas y, por lo menos en Colombia, las imprentas tratan de desestimular las bajas tiradas, castigando el precio del libro y tratando de que imprimamos mínimos de 1.500 o 2.000 ejemplares. O sea que las máquinas que pueden producir libros por demanda se están utilizando para hacer maquetas… y poco menos, como libros de bajo interés: memorias de eventos especializados, resultados de investigaciones, informes de actividades empresariales y así…

LG: ¿Las editoriales, eventualmente, se harán virtuales?

MO:No lo veo tan cerca en América Latina donde el acceso a Internet y a lectores digitales es mínimo, incluso dentro de la población con recursos. Eso sí, me parece que poner los libros al alcance de todo el mundo vía digital es una buena alternativa para la difusión de nuevos autores y no tan nuevos que no se leen tanto.

LG: ¿Por qué se lee si se puede ver televisión?

MO: Por masoquismo. Ver televisión es demasiado fácil. Desprenderse de la televisión para meterse con un libro es algo que no se puede vender como alternativa, como otra posibilidad “lúdica” sino como una apuesta por ver y participar en el mundo de otra manera. Me imagino el mundo dentro de unos años lleno de televidentes, todos con las mismas referencias del mundo, con opiniones iguales, con miradas iguales; todos con las mismas ideas manipuladas por los grandes monopolios mediáticos. Pero todavía tengo fe en los humanos, supongo que algunos se sacudirán ante la avalancha de estupidez. No sé si leerán libros, pero me imagino que buscarán otras alternativas que los individualice.

LG: ¿Cómo se captan nuevos lectores?

MO: Luchando por la bibliodiversidad, buscando más espacios: más bibliotecas, más proyectos de acercamiento al libro, más librerías independientes que ofrezcan alternativas a la avalancha de best sellers que crean adictos, pero no lectores. En fin, ofreciendo espacios para el encuentro con buenos libros.

Interior de la librería Babel Libros.

LG: ¿Por qué si cada vez hay menos lectores el mercado del libro sigue creciendo?

MO: Porque ya nadie está pensando en los lectores sino en los productos, ya no se hacen libros para leer sino para “consumir”. Libros con poca vida que se venden en tiradas impresionantes, libros que no van a hacer parte de bibliotecas, nadie los va a heredar, ni los va a leer luego con sus nietos. Libros de deshecho que se venden en tiempo no imaginado por los editores, ya que esos libros no los producen editores sino comerciales del libro.

LG: ¿Hay suficientes lectores en Colombia?

MO: Menos que nunca. Aunque las encuestas de consumo cultural dicen que los niños hasta los 12 años son los que más leen… lo malo es que la curva decae inmediatamente después de los 13.

LG: ¿Son caros los libros? ¿No pueden ser más baratos?

MO: Los libros NO son caros. Hay libros costosos, como los de centro de mesa, pero esos no son libros para leer, son como floreros o porcelanas, dan prestigio al salón. Los libros para leer son baratos, son más baratos que una boleta para un concierto, que una botella de cualquier cosa, que una camisa, que un aparato para leerlos digitalmente.

LG: ¿En qué radica la importancia de la industria del libro para un país?

MO: Aquí parece que es más importante para el país España que para el país Colombia.

LG: ¿Por qué editar libros para niños si se pueden publicar otro tipo de libros?

MO: A mí me gustan los pastores alemanes, así me digan que el pincher es más fácil de sostener en una ciudad contemporánea.

LG: ¿Qué hay de cierto en lo que afirmara Mario Muchnik en una visita a Bogotá: “los editores deben ser aristócratas”?

MO: Supongo que se refiere a la no necesidad de hacer un proyecto del que se espere rentabilidad inmediata o a corto plazo, en ese sentido somos aristócratas, porque nos gusta lo que hacemos y lo hacemos para vivir, no para llenar cuentas bancarias. Cosa que tampoco estaría mal…

Interior de la librería Babel Libros.