Entrevista a Víctor del Árbol

Por Mientrasleo @MientrasleoS

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Víctor del Árbol nace en Barcelona en 1968. Trabajó como funcionario hasta el año 2012 y ha colaborado como locutor y colaborador en el programa Catalunya sense barreres. Finalista del premio Fernando Lara en 2008 con El abismo de los sueños y ganador del Tiflos con El peso de los muertos. Sus obras más recientes han traspasado fronteras y obtenido premios como el Prix du Polair siendo Un millón de gotas su éxito más reciente.
     - Tu primer título fue El peso de los muertos y con él llegó tu decisión de no publicar, ¿qué pasó? ¿Realmente estabas convencido en ese momento de tu decisión?
     - Para mi fue un momento de descubrimientos, en positivo y en negativo. A la alegría de la primera publicación, el primer premio, las primeras reseñas en periódicos, las promesas y los sueños, le secundó la decepción de ver que otras personas son capaces de jugar con tus ilusiones, de mentirte, de utilizarte. Descubrí a la gente sin escrúpulos que se aprovecha de la ingenuidad de un autor primerizo, que te sisan, que saben alimentar tu ego sin darte nada a cambio. Es duro reconocer que te han engañado. Así que decidí que podía seguir escribiendo sin pagar ese peaje de desilusión y falsedad, aunque para ello tuviese que renunciar a que otros me leyeran.
     - Y luego el cambio y tu llegada a Alrevés y posteriormente a Destino, ¿qué ha quedado por el camino del Víctor del Árbol de aquel momento y qué has recogido?
     - He dejado atrás la ingenuidad, que no la ilusión. He aprendido a ser yo mismo, a exponerme menos y a no dejarme atrapar en espejismos. Ya no tengo prisa, no soy impaciente. Lo importante es escribir, no competir con nadie, salvo con tu propia imposibilidad. Tratar de ser el mejor escritor posible y disfrutar del camino. Lo que tenga que ser, será, y no todo está en mi mano. Eso te libera. Pero sé lo que quiero, y sé cómo quiero conseguirlo. Como diría Sinatra, a mi manera.
     - Hasta donde yo sé, tenías una suerte de ritual cuando publicabas un libro, dejándolo a un lector anónimo. ¿Lo mantienes? ¿Por qué Montserrat?
     - Si, sigo haciéndolo. Me gusta firmar el primer ejemplar a un lector anónimo porque creo que existe una suerte de magia que hace que un lector y un libro se encuentren en el momento adecuado. Es una manera modesta de devolver los factores que me hace la vida, de dar las gracias. Montserrat es un sitio de una fuerza especial, guardo mis mejores recuerdos de esas montañas, de la gruta. Hace mucho tiempo hice una promesa, me comprometí con ella y espero poder cumplirla algún día.
     - Y tu último libro Un millón de gotas, una novela estupenda que consigue adentrarse en el lector y en la que, además de todo lo dicho, yo veo amor. Dentro de este mundo de etiquetas en el que te han puesto la de novela negra, ¿Cómo definirías tú esta novela?
     - Me gusta mucho que tú veas una historia de amor, porque compartimos esa visión. Para mí, Un millón de gotas es un grito de libertad, una negativa a aceptar que la vida es solo sufrir. Es una novela llena de dureza, sí, y de ternura, de dolor y violencia, pero también de poesía y dulzura, porque a fin de cuentas, es solo -nada más y nada menos -que un viaje al alma del ser humano. Un viaje de luces y sombras, sin mochila ni prejuicios.
    Nunca voy a ponerle una etiqueta a mis novelas, ni voy a decir lo que son o no son, hablando de género. Eso lo dejo para los demás. Yo soy un escritor, un cazador de mariposas, como expliqué una vez. Aprendo a observar, me acerco con paciencia para no espantar su vuelo, la atrapo en el cuenco de las mano sin dañarle las alas, la siento y luego la dejo ir para que otros la descubran. Me siento narrador por encima de todo. Quiero entender, y entre tanto, exploro con las palabras.
     - Uno de los personajes que más me han gustado, ha sido Laura, esa gota en un océano. ¿Estamos necesitados de océanos de Lauras?
     - Necesitamos personas capaces de soñar con los ojos abiertos, gente como Laura -que sufre algo terrible y no permite que el dolor la destruya -, capaz de reinventarse, de negarse a ser lo que otros esperan, a callar, a resignarse. Laura no es una revolucionaria, no es una líder política, no tiene grandes discursos. Es una mujer de acción, consciente de quién es y de quién la rodea. Nunca se engaña, deja que la tristeza fluya y la transforma en energía para que otros no sufran lo que sufrió ella. Laura tiene esperanzas en el Ser Humano, en la infancia. Laura cree que si cada uno de nosotros diese un pasito adelante, uno pequeño, nadie pararía la fuerza de ese millón de voluntades. Sí, necesitamos a tantas Lauras, como el desierto necesita la lluvia.
     - Si pensamos en los personajes de tus historias, son personas marcadas, heridas, con luchas internas, ¿te interesan más las batallas internas que las guerras?
     - Toda guerra empieza y termina, al menos en los libros de Historia. Todo acto encuentra su justificación en el contexto, en las ideas, en el momento. Pero el ser humano no es un camino recto, no va del punto A al punto B sin dudar. Se para, se pierde, se confunde, quiere retroceder, buscar atajos, cambia de opinión. Se emociona, se enamora, odia y se venga, o simplemente se deja aplastar. Sí, claro que me interesa más el fuego que bulle en mi interior que la escena estática de una batalla pintada sobre un lienzo oscuro.
     - Eres ex seminarista, mosso d'Esquadra y escritor. Si me fijo en las dos primeras no puedo evitar pensar que algo hay de querer cambiar el mundo, mejorarlo, ¿hay algo de eso en el escritor y sus letras?
     - Yo creo que podemos ser libres y dueños de nuestro destino. Suena arrogante y casi ingenuo. Pero nada m´s lejos. No tengo derecho a decir lo que es la literatura o lo que significa ser escritor. Cada cual toma sus decisiones en conciencia y bien está. Eso también lo he aprendido. Pero te diré que yo he visto hombres rudos, hombres que jamás irán a una presentación de un libro, a un museo o a un concierto, emocionarse hasta el tuétano ante unas palabras escritas que les sirvieron de espejo, he visto hombres que apenas saben leer siguiendo las líneas de un libro con un dedo y con un brillo de vida en los ojos. Cuando era niño solía imaginarme que tenía un súper poder: me gustaba creer que era capaz de hacer que la gente dejase de pelearse de gritar, de agredirse- Y un día descubrí que había escritores que contaban lo que todos sabían pero no eran capaces de expresar. "Yo soy como tú. Yo te comprendo." Así empezó todo para mí. Sí, claro que creo que escribir puede cambiar el mundo, y si no puede, al menos siembra la duda, la posibilidad.
     - Tu éxito en Francia es impresionante, ¿a qué crees que se debe?
     - El éxito es una cosa que deberíamos poner siempre entre comillas. No significa necesariamente para cada uno de nosotros. Francia me dio la posibilidad de sentirme escritor antes que en casa, hay que reconocerlo. Me sentí querido, respetado, interpelado por lectores que de pronto me descubrían, que querían discutir, hablar, saber más. No sé porqué las cosas pasan de repente, cuál es la clave de esa magia. No me lo cuestiono. Trato de seguir explorando en mi voz, de afianzarla, de darle sentido a mi vida, la vida que yo he elegido como escritor. Y trabajo día y noche con la misma ilusión para que eso se repita en España, en Alemania, o en Estados Unidos. La literatura no tiene fronteras, tiene lectores.
     - ¿Qué diferencias ves entonces entre el mercado literario y los lectores españoles y los franceses?
     - Objetivamente, con datos en la mano, el lector medio francés lee más que el español, la cultura y la literatura están más presentes en la vida cotidiana en nuestro país vecino, forma parte de una tradición educacional que se trabaja desde la niñez. Leer, y ser buen lector, está bien considerado, se entiende que es un plus en la formación crítica de las personas. No todo es perfecto, desde luego, pero hay un gran trabajo de base.
     Nunca he oído en Francia que me digan que mis novelas son "largas" o "cortas", que son "duras" o "blandas". Gustan o no, y esa opinión se sustenta con el gusto personal pero también con argumentos. Diría también que el escritor es alguien con prestigio social (hablo genéricamente) alguien a quien se escucha y con el que se está de acuerdo o no. Pero también tienen el mismo problema que aquí de sobreoferta, de productos mediatizados, y de crisis lectora y por qué no, de ambición literaria.
     - Tienes una presencia activa en las redes sociales, en las que comentas e interactúas con tus lectores, no sé como te da tiempo a todo, ¿cómo vive un escritor este cambio que le permite tener una opinión casi constante de sus lectores sobre su obra?
     - En su justa medida, todo es complementario. A mi me permite esa cercanía sin sobreexposición que me ayuda a compartir opiniones, vivencias y amistades. Aprendo y desaprendo con rapidez, asumo que una parte de lo que me llega no es la totalidad, pero me da un punto de referencia. Mira, yo le debo muchísimo a los lectores que se dedican a propagar el boca a oreja sin siquiera conocerme, y me parece justo ofrecerles algo de mí, mi gratitud, mi compañía.
     - Soy consciente, precisamente por las redes sociales, de que ahora apenas tienes tiempo de nada, pero la pregunta se impone ¿tienes alguna historia en mente?
     - Sí, mis ojos escriben por mí cuando ando por la calle, cuando viajo, cuando escucho algo o leo un libro o una revista. Estoy trabajando en una nueva historia, sobre las diferentes formas de locura que apareja el amor. Espero que pronto podamos anunciar su publicación, aunque prefiero tomarlo con calma, dejar que la historia me vaya llenando. Tal vez para 2016.
     - Y ya una pregunta cuya respuesta intuyo, ¿para cuándo un libro con un final feliz de esos que dicen de "bienestar del lector"?
     - Los finales que busco me encuentran. Son el resultado lógico de los actos de los personajes. Ellos deciden, yo solo les hago las veces de amanuense. La vida es como es y hay que tomarla como viene. No creo en las concesiones cuando son el principio de una mentira.
     - Por último, y tres años después de la primera vez que pasaste por aquí, te pregunto lo mismo: ¿Qué estás leyendo en este momento?
     - Estoy terminando Como la sobra que se va, de Antonio Muñoz Molina, un autor al que sigo con atención desde hace años, cuando leí Invierno en Lisboa. De reojo, tengo esperando el de mi querida amiga Dominique Manotti, Or Noir.
     Muchas gracias, Víctor, por pasarte una vez más por este espacio y por tu amabilidad y simpatía y, como siempre, gracias a todos los que pasáis por este espacio habitualmente.
     Bibliografía:
     - Un millón de gotas
     - Respirar por la herida
     - La tristeza del samurái
     - El peso de los muertos
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