-¿Cuál fue su posición respecto a polémicas desatadas por la Guerra de Argelia, y lo no-dicho por parte de los franceses, al igual que lo ocurrido durante el nazismo?
-Esa negación me llevó a actuar; encontré un consenso favorable con discusiones y acciones que se produjeron contra numerosos grupos. Me enrolé en la militancia impresionado por expresiones minoritarias de los seres oprimidos, y la represión policial sería el motivo que desbloquea mis primeros intereses políticos.
-A Sartre le gustaba hablar con todo el mundo. ¿Fue su maestro?
-Es fundamental que un filósofo hable con todo el mundo, eso proviene de Sócrates. Pero también hay que retirarse para pensar. La filosofía demanda esas cualidades. Y Sartre las tenía. Pero, por ese tiempo, otro mundo surgió para mí: los cursos de Althusser. Mientras continuaba la Agregación asisto por vez primera al seminario de Lacan. Ahí me confronté al universo fascinante de la lingüística de Jakobson, Saussure y la antropología, y la etnología estructural de Lévi-Strauss. Cuando conocí a Sartre, yo ya era estructuralista. Admiré a Jean Paul Sartre, pero no fue mi maestro, no tuve un sólo maestro ni me analicé; no lo creo indispensable. Leer entrevista completa en ElSigma