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Entrevista con Seyla Benhabib, en torno a Hannah Arendt

Publicado el 07 diciembre 2011 por Lilik
Entrevista con Seyla Benhabib, en torno a Hannah Arendt 
Por Manuel Cruz
Profesora en Yale y autora de algunas obras capitales en el ámbito del pensamiento político, Seyla Benhabib es también una reputada especialista en la obra de Hannah Arendt y una heredera suya, en ocasiones controvertida por su visión del feminismo,
el liberalismo (el multiculturalismo) y el legado de los regímenes totalitarios.
¿Cómo se produce su acercamiento a Hannah Arendt?
Descubrí la obra de Hannah Arendt en 1972, cuando entré en la facultad de Filosofía de Yale. En esa época, Verdad y método, de Hans-Georg Gadamer, estaba siendo activamente comentado entre los estudiantes, y en ese mismo año se publicó en inglés Conocimiento e intereses humanos, de Jürgen Habermas. Junto con La condición humana, de Hannah Arendt, estas obras, pese a ser muy distintas, me hicieron cobrar conciencia de las respuestas de la hermenéutica y la teoría crítica a la estrecha filosofía analítica y positivista que dominaba los departamentos de filosofía británicos y americanos.
¿Cuáles fueron los aspectos del pensamiento de Hannah Arendt que le llamaron la atención?
Cuando descubrí su obra, Hannah Arendt era una reputada intelectual neoyorquina. En realidad, pocos filósofos académicos la leían o se la tomaban siquiera en serio, lo cual dice mucho de la pobreza de la filosofía en esa época y no tanto de Arendt; pero tenía una gran presencia como intelectual. En círculos neoyorquinos como los que rodeaban The New York Review of Books, Partisan Review e incluso Commentary, Arendt era reverenciada por sus análisis del totalitarismo y la Europa de posguerra. Debo reconocer que los que estábamos en el movimiento estudiantil teníamos más dificultades para aceptar sus análisis, en los que ponía el nacionalsocialismo y el comunismo soviético bajo un mismo epígrafe. Muchos de nosotros todavía éramos marxistas, y la crítica al socialismo realmente existente y la transformación de la Europa del Este y la Unión Soviética no había empezado. Aunque yo era una marxista antiautoritaria y una socialdemócrata, no podía por nada del mundo identificar el experimento soviético, al menos hasta la muerte de Lenin, con el mal político del nacionalsocialismo. Fue después de la muerte de Lenin cuando la Unión Soviética se volvió totalitaria, pensaba yo. Hay muchas páginas en Los orígenes del totalitarismo que también parecen dar por buena esta interpretación. Continúa leyendo en Letras Libres

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