Entrevista con unos Vampiros

Publicado el 07 julio 2015 por Diezmartinez

La premisa que sostiene Entrevista con unos Vampiros (What We Do in the Shadows, Nueva Zelanda-EU, 2014), tercer largometraje del actor y guionista Taika Waititi (Eagle vs. Shark/2007, Boy/2010, teleserie Flight of Conchords/2007-2009) codirigiendo aquí con el también actor, guionista y músico Jemaine Clement, es tan simple que es un milagro que se sostenga tan bien la hora y media de duración del filme.Estamos en el Wellington contemporáneo, viendo un work-in-progress documental que hace la crónica de la vida diaria de cuatro vampiros que comparten una misma casa. El líder del grupo es Viago (el codirector Waititi), un vampiro de 379 años y un encantador dandy del siglo XVII que trata, como puede, de meter al orden a sus colegas chupasangres. Por ejemplo, Deacon (Johnny Brugh), de apenas 183 primaveras, es un desobligado que tiene cinco años sin lavar los platos; Vladislav (el otro codirector Clement), un vampiro medieval de 800 años y que le da por la tortura draculesca, deja un cochinero cada vez que come y no se digna limpiar el sangrerío; y Petyr (Ben Fransham)... Bueno, Petyr da miedo porque parece el hermano gemelo de Nosferatu (Murnau, 1922), pero como tiene 8 mil años, ya está gagá y da muy poca lata. La premisa, decía, es ligerísima: he aquí un mockumentary que, en el camino, muestra en todo paródico la vida cotidiana de cuatro vampiros que se comportan si fueran un cuarteto de chamacos compartiendo la habitación en alguna residencia universitaria. Si a esto le sumamos algunas referencias obvias al cine de vampiros (desde el mencionado Nosferatu a la saga Crap-úsculo), uno teme al inicio que la cinta sea una especie de Una Loca Película de Vampiros en versión neozelandesa.Por fortuna, estamos muy lejos de estos terrenos: Entrevista con unos Vampiros es una clásica comedia de costumbres en la que el motor cómico está en la descripción de los personajes, su comportamiento ridículo y su torpe forma de interactuar con el mundo. Más que carcajadas -aunque no falta una que otra por ahí y por allá-, los cineastas/guionistas/actores Waititi y Clement provocan más bien risas y sonrisas cómplices.El secreto está en la forma en la que Waititi y Clement confrontan lo extraordinario -ser un vampiro- con lo ordinario -la vida cotidiana. Así vemos que, por ejemplo, es complicado vestirse si, como vampiro, no puedes verte en el espejo; o que es difícil salir a cazar a alguien si, en primera instancia, no puedes entrar a un antro si antes no te invitan a hacerlo; o cuáles son las relaciones con los odiados hombres lobos, quienes también tienen su propios problemas mundanos (por ejemplo, en noche de luna llena hay que vestirse con ropa chafita, porque de seguro vas a terminar rompiéndola cuando te conviertas, sin olvidar que la peste de lobo no te la puedes quitar nunca).El rolling-gag estrella es la relación que los vampiros tienen con Stu (Stuart Rutherford, genialmente blando), un "analista de software" que resulta ser el mejor amigo del imprudente vampiro recién convertido Nick (Cori González-Macuer). Stu es tan buena onda y sabe tantas cosas útiles y modernas (que si tomarse una selfie, que si usar la computadora) que los vampiros no solo deciden no comérselo sino que lo terminan protegiendo como si fuera uno de los suyos. La relación de Stu con sus nuevos amigos es tan ridícula ("Oye, si todo está en Google, ¿podrás buscar una bufanda que perdí en 1914?") como conmovedora (el monólogo de Viago sobre Stu), pues al final de cuentas estos chupasangres no son más que versiones vampíricas de los vicios y las tonterías de cualquier ser humano común y corriente. Aunque alguno de ellos tenga 800 años de edad.