Entrevista inédita a Severo Ochoa "Viví la vida que hubiera deseado"

“Viví el tipo de vida que hubiese querido vivir; me dediqué a aquello que más me gustaba y tuve la inmensa fortuna de casarme con la mujer que me hizo todo ello sumamente fácil”. Así concluía el ilustre Severo Ochoa una entrevista concedida a los alumnos de Imagen y Sonido del Instituto luarqués que lleva su nombre, durante una visita realizada en mayo del año 1989.
Durante ese encuentro, “Don Severo”, como aún hoy lo llaman los estudiantes del centro, habló de su infancia en Villar, de cómo descubrió su vocación de científico y de su esposa, para quien sólo profesaba palabras de profundo afecto.
La dulce infancia De niño, declaró Ochoa, “me gustaba cazar, pero luego me arrepentí porque me daba pena destruir vida. Me pasaba horas paseando y mirando la naturaleza. Mis andanzas por las playas rocosas de Villar contribuyeron a mi amor por la biología”. Pero no fue hasta acabar el bachillerato, que cursó en Málaga, cuando definió su vocación: “De joven era muy aficionado a la mecánica. Era capaz de montar y desmontar el motor de un automóvil. Eso me hizo pensar que estudiaría ingeniería, pero las matemáticas no eran mi fuerte y pronto comprendí que por ahí no iba a ninguna parte”, explicó el Premio Nobel. Además, puntualizó “ya se había despertado en mí el interés por las ciencias naturales. De hecho, estudié medicina como un acceso a la biología”.
Historia de amor Respecto a su esposa, Carmen Albornoz, el científico relató que “nos conocíamos desde niños, porque nuestras familias se vecinas en Villar” y aseguró que su matrimonio estaba basado en una “amistad muy sincera e intensa”: “Lo mejor que he hecho en el mundo ha sido casarme con ella”, afirmó Ochoa. Tanto es así que el biólogo luarqués incluso afirmó que “no hubiera sido el mismo investigador sin ella, porque Carmen contribuyó enormemente a que hiciera aquello que más me gustaba, quitándome de en medio las demás preocupaciones que pudieran inquietarme”.
Fuente: informategratis.org