¿Entrevista o pregunta pactada?

Publicado el 21 enero 2013 por Siempreenmedio @Siempreblog

Contaba ayer Elvira Lindo en un artículo en El País el cabreo que se cogió Quentin Tarantino cuando un periodista le preguntó por la posible influencia de la violencia recreada en sus películas y la de la vida real. Molesta por la actitud maleducada con que respondió el cineasta en primer lugar, criticaba a continuación el conchabeo que a veces existe entre las productoras cinematográficas y algunos medios de comunicación. Las primeras ceden minutos de sus estrellas a los segundos para que estos hagan preguntas facilonas y amables. Y no, claro, eso no son entrevistas, aseguraba la periodista, porque “si no se puede preguntar aquello que flota en el aire, no hay razón para hacer una entrevista”.

La periodista Ana Pastor durante su famosa entrevista en TVE al presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad. Foto: http://www.periodistashoy.es

Qué afirmación más acertada. Qué simple y directa verdad. ¿Dónde han quedado las preguntas que realmente interesan? “Preguntas, preguntas, preguntas, preguntas”, clamaba hace unos días en su cuenta de Twitter la periodista Ana Pastor, una profesional que ha defendido siempre el deber del periodista de preguntar, aunque en muchas situaciones sea incómodo para el entrevistado. Porque para decirle a Tarantino “qué película más interesante ha hecho usted” se le puede escribir un mail, un whatsapp si tenemos su móvil o lanzar un comentario en Twitter o Facebook, simplemente. Que no espere este artista una entrevista para que se alabe su trabajo. De hecho, el periodista anteriormente citado así lo entendió y se mantuvo impertérrito ante la actitud impertinente del cineasta. Tampoco se trata de preparar siempre con mala leche un cuestionario incómodo, pero la ‘babosería‘ que vemos y oímos muchas veces disfrazada de entrevista no es sinónimo de este género periodístico; eso se llama de otra forma: promoción, publicidad, bombo y platillo…

Ejemplos como este tenemos casi a diario. De los más polémicos recientemente destaca la famosa entrevista que Jesús Hermida se prestó a hacerle al Rey. El resultado, emitido por televisión, puso de manifiesto que el periodista perdió precisamente eso: su condición de periodista, porque lo que hizo, con censura previa anunciada y todo, pudo ser lo que quieran menos una entrevista. De hecho, aquellos 22 minutos se han prestado a burla en las redes sociales y creo, sin duda, que lo merecían.

Preguntas pactadas, cuestionarios previos, censura a priori y a posteriori no son sino ejemplos que a diario nos topamos en los medios de comunicación. Yo lamento mucho el terrible devenir de este género periodístico que me gusta sobremanera y que respeto, sobre todo porque una buena entrevista no la hace cualquiera. Aún se pueden leer y escuchar algunas de calidad, pero me horroriza comprobar que muchos periodistas sucumben al deseo del entrevistado de que lo que se le haga sea una de las denominadas ‘entrevista amable’ o, lo que es lo igual, ‘dame unos minutos para vender mi gloria’.