Dos meses después de haber abandonado la empresa, me enteré por un excliente, de que mi jefe iba diciendo por ahí que yo estaba mal de la cabeza, que ese era el motivo de mi desaliño en el vestir y que me tenía allí trabajando por lástima y porque él era buena persona. En fin, ocurrieron muchas más cosas que prefiero no mencionar.Yo tenía terminantemente prohibido hablar con los clientes, mi jefe me vigilaba para que no lo hiciera.Después de meses sin cobrar mi salario, decidí marcharme. No sabía cómo se lo iba a decir, pero eché valor y así lo hice, lo que no sabía era que lo peor estaba por llegar. Mi jefe se las arregló para introducir un virus en su ordenador que procediera del que yo usaba, buscó a una abogada y me amenazó con denunciarme por sabotaje. Si no llega a ser porque le hice creer que había grabado toda la conversación en la que él mismo se auto-inculpaba de ese delito, podría haberme hecho daño, ya que, aunque yo no fuera culpable, hubiera tenido que pasar por un calvario, y eso sin contar con las dificultades que hubiera tenido para encontrar un nuevo empleo.Al final, tuve que marcharme sin cobrar indemnización ni finiquito, pero al menos, gracias a la mediación de una persona, conseguí llegar a un acuerdo para poder tener derecho a la prestación por desempleo.
Revista Sociedad
Entrevista - Testimonio: Que mensaje le envías a quien sufre acoso laboral
Publicado el 14 abril 2016 por Pridicam @mobbingmadrid
Entrevista - Testimonio: Que mensaje le envías a quien sufre acoso laboralCuando terminé mis estudios universitarios empecé a buscar empleo. Hasta entonces, mi contacto con el mundo laboral había sido escaso, limitándose a algunos trabajos esporádicos.Mi primer empleo fue de camarera en una cafetería.Me fue bastante bien, me gustaba, sin embargo, era un trabajo temporal y en cuanto acabó la temporada veraniega, también finalizó mi contrato.No obstante, tuve suerte, dos meses después encontré un nuevo trabajo, esta vez en una oficina como auxiliar administrativa.Desde el primer día en que entré a trabajar en ese lugar, y mi jefe me presentó a mis compañeras como la “supervisora”, ya empezaron a ir mal las cosas, pues ellas consideraban que llevaban más tiempo trabajando allí y que yo, al fin y al cabo, acababa de llegar. Tuve que soportar sus cuchicheos y sus múltiples desprecios, además, cada vez que tenían ocasión, se quejaban de mi ante el jefe. Él por su parte, me llamaba a su despacho para decirme que mi función allí consistía en vigilar a mis compañeras porque no se fiaba de ellas, y a ellas, por supuesto, les daba las mismas indicaciones con respecto a mí.Más tarde, mi jefe comenzó a darme órdenes contradictorias, me encargaba una tarea y al cabo de unos minutos me decía que hiciera lo contrario de lo que estaba haciendo. Con el tiempo, acabó haciéndolo delante de los clientes y a insultarme.En ocasiones, me mandaba a archivar un documento que después escondía, cuando faltaban 10 minutos para salir decía que yo lo había perdido y que “gracias a mi”, mis compañeras y yo debíamos quedarnos en la oficina buscándolo hasta que apareciera. Tuve que hacer un montón de horas extras que, por supuesto, nunca cobré. Otras veces era el dinero de la caja lo que desaparecía.Mis compañeras se acabaron marchando, mientras que yo me quedé allí. Mi jefe me había convencido de que yo no estaba capacitada para trabajar en ningún otro lugar porque no podía hacer nada bien, y me lo decía con un tono tan paternal, que yo lo creía sin dudar.Cuando perdí la audición del oído derecho a causa de una otitis aguda, las cosas empeoraron, mi jefe llegaba a la oficina dos horas después que yo. Cuando escuchaba el traqueteo de las llaves en la cerradura (porque lo hacía de forma para que yo pudiera escucharlo a pesar de mi dificultad), empezaba a temblar, no sabía de qué humor venía, lo mismo venía contento, que de mal humor, a veces llegó a romper objetos en la oficina, si llevaba documentos en la mano me los tiraba a la cara y me decía “oye tú, archiva eso”.Tampoco soportaba que yo fuera a trabajar bien vestida o arreglada, cuando me veía así, se encerraba en su despacho dando un portazo y permanecía malhumorado el resto del día. Yo tenía que vestir de manera desaliñada.
Dos meses después de haber abandonado la empresa, me enteré por un excliente, de que mi jefe iba diciendo por ahí que yo estaba mal de la cabeza, que ese era el motivo de mi desaliño en el vestir y que me tenía allí trabajando por lástima y porque él era buena persona. En fin, ocurrieron muchas más cosas que prefiero no mencionar.Yo tenía terminantemente prohibido hablar con los clientes, mi jefe me vigilaba para que no lo hiciera.Después de meses sin cobrar mi salario, decidí marcharme. No sabía cómo se lo iba a decir, pero eché valor y así lo hice, lo que no sabía era que lo peor estaba por llegar. Mi jefe se las arregló para introducir un virus en su ordenador que procediera del que yo usaba, buscó a una abogada y me amenazó con denunciarme por sabotaje. Si no llega a ser porque le hice creer que había grabado toda la conversación en la que él mismo se auto-inculpaba de ese delito, podría haberme hecho daño, ya que, aunque yo no fuera culpable, hubiera tenido que pasar por un calvario, y eso sin contar con las dificultades que hubiera tenido para encontrar un nuevo empleo.Al final, tuve que marcharme sin cobrar indemnización ni finiquito, pero al menos, gracias a la mediación de una persona, conseguí llegar a un acuerdo para poder tener derecho a la prestación por desempleo.
Dos meses después de haber abandonado la empresa, me enteré por un excliente, de que mi jefe iba diciendo por ahí que yo estaba mal de la cabeza, que ese era el motivo de mi desaliño en el vestir y que me tenía allí trabajando por lástima y porque él era buena persona. En fin, ocurrieron muchas más cosas que prefiero no mencionar.Yo tenía terminantemente prohibido hablar con los clientes, mi jefe me vigilaba para que no lo hiciera.Después de meses sin cobrar mi salario, decidí marcharme. No sabía cómo se lo iba a decir, pero eché valor y así lo hice, lo que no sabía era que lo peor estaba por llegar. Mi jefe se las arregló para introducir un virus en su ordenador que procediera del que yo usaba, buscó a una abogada y me amenazó con denunciarme por sabotaje. Si no llega a ser porque le hice creer que había grabado toda la conversación en la que él mismo se auto-inculpaba de ese delito, podría haberme hecho daño, ya que, aunque yo no fuera culpable, hubiera tenido que pasar por un calvario, y eso sin contar con las dificultades que hubiera tenido para encontrar un nuevo empleo.Al final, tuve que marcharme sin cobrar indemnización ni finiquito, pero al menos, gracias a la mediación de una persona, conseguí llegar a un acuerdo para poder tener derecho a la prestación por desempleo.