Entrevistas breves con hombres repulsivos de David Foster Wallace

Publicado el 14 agosto 2013 por Kovua

El libro se compone de veintitrés relatos es por ello por lo que seleccionado aquellos que me han llamado la atención: 
Los primeros que lo han logrado son: En lo alto para siempre y La persona deprimida
El primero de ellos (En lo alto para siempre) trata la historia de un chico en su trece cumpleaños el cual lo celebra en una piscina y a lo largo del texto descubrimos sus sensaciones mientras se dirige al trampolín. En este texto la sensación de vértigo, miedo y terror por la altura se trasmite de forma precisa, es por ello que es uno de mis relatos preferidos. 
Extractos:
Tiene un ritmo propio. Como la respiración. Como una máquina. La cola de quienes esperan para subir al trampolín forma una curva que retrocede desde la escalera de la torre. La cola se tuerce gradualmente y se endereza al acercarse a la torre. Uno por uno, van llegando a la escalera y suben. Uno por uno, separados por un latido del corazón, alcanzan la lengua del trampolín que hay en lo alto. Y una vez en el trampolín, hacen una pausa, siempre exactamente la misma pausa que se prolonga durante un latido del corazón. Sus piernas los llevan hasta el extremo, donde todos dan el mismo bote para impulsarse y trazan una curva con los brazos como si estuvieran dibujando algo circular ¹ y total. Pisan con fuerza el extremo de la tabla y hacen que esta los lance hacia arriba y afuera. Es una máquina de descensos en picado, de líneas de movimiento discontinuas a través de la dulce neblina de cloro del atardecer. Uno puede contemplar desde la terraza cómo golpean la superficie fría y azul del tanque. Cada zambullida crea un penacho blanco que se eleva, se desploma sobre sí mismo, se extiende y se deshace en forma de espuma. Luego aparece un azul puro en medio de la mancha blanca y crece como un pudín, hasta limpiarlo todo de nuevo. El tanque se cura a sí mismo. Tres veces mientras tú recorres el camino. Estás en la cola. Mira a tu alrededor. Tienes que parecer aburrido. En la cola casi nadie habla. Todos parecen ensimismados. La mayoría miran la escalera y parecen aburridos. Casi todos tenéis los brazos cruzados y estáis congelados por un viento vespertino que se está levantando y que golpea las constelaciones de partículas de cloro azul puro que cubren vuestras espaldas y vuestros hombros. Parece imposible que todo el mundo pueda estar tan aburrido. A tu lado tienes el extremo de la sombra de la torre, la lengua negra inclinada que es el reflejo del trampolín. La sombra es un sistema enorme, largo, escorado a un lado y unido a la base de la torre formando un ángulo oblicuo y agudo.
El segundo de ellos (La persona deprimida), trata de la vida que lleva una chica que se han separado sus padres y través de expresar de forma indirecta sus sentimientos sabremos las horribles costumbres a la vez que descubrimos sus temores y prejuicios. En este texto la sensación de pesadez se logra por la forma del texto, pues, al describir de forma repetitiva, continuada y casi técnica la desesperación del lector se hace latente debido también a los grandes textos que, en forma de notas a pie de página, analiza aún con más precisión al avanzar en el relato. 
Extractos:
Los sentimientos atroces de vergüenza e ineptitud que la persona deprimida experimentaba al llamar a las integrantes de su Sistema de Apoyo a larga distancia en plena noche y agobiarlas con los torpes intentos de transmitir por lo menos el contexto general de su agonía emocional eran una cuestión sobre la cual la persona deprimida y su psiquiatra trabajaban durante una gran parte del tiempo que pasaban juntas. La persona deprimida confesaba que cuando alguna amiga llena de buenos sentimientos a la que llamaba para desahogarse confesaba finalmente que lo «cutía muchísimo pero que no había nada que hacer y que ella (es decir, la amiga) se veía obligada de forma impostergable a colgar el teléfono, y de aquel modo arrancaba los dedos ansiosos de la persona deprimida del dobladillo de sus pantalones y colgaba el teléfono y regresaba a su vida plena, vibrante y ubicada a larga distancia, la persona deprimida casi siempre se quedaba allí sentada escuchando el zumbido vacío como de abejas del tono de marcado y se sentía todavía más aislada, inepta y despreciable que antes de llamar. Aquel sentimiento de vergüenza tóxica por acudir a otros en busca de apoyo y comunicación era un tema que la psiquiatra animaba a la persona deprimida a tocar y explorar a fin de poder tratarlo con detalle. La persona deprimida admitía ante su psiquiatra que siempre que ella (es decir, la persona deprimida) llamaba mediante una conferencia a larga distancia a un miembro de su Sistema de Apoyo casi siempre imaginaba la cara de esa amiga, al otro lado del teléfono, adoptando una expresión combinada de aburrimiento, lástima, repulsión y sentimiento de culpa abstracto, y a ella (es decir, a la persona deprimida) casi siempre le parecía detectar, en los silencios cada vez más largos de la amiga y/o en sus tediosas repeticiones de tópicos frustrantes destinados a animarla, el aburrimiento y la frustración que la gente siempre siente cuando alguien se está aferrando a ellos y les está suponiendo una carga. Confesaba que podía imaginar muy bien a todas sus amigas haciendo una mueca de dolor cuando el teléfono sonaba en plena noche, o durante la conversación mirando con impaciencia al reloj o dirigiendo gestos silenciosos y explicando mediante expresiones faciales que se encontraba irremediablemente atrapada a la gente que estuviera en la misma habitación que ella (es decir, a la gente que estuviera en la misma habitación que la «amiga»), y que aquellas muecas y expresiones inaudibles se iban volviendo cada vez más extremas y desesperadas a medida que la persona deprimida continuaba hablando y hablando. La costumbre personal o tic inconsciente más llamativo de la psiquiatra de la persona deprimida consistía en juntar las yemas de los dedos en su regazo mientras escuchaba con atención a la persona deprimida, manipular aquellos dedos ociosamente de forma que sus manos entrelazadas formaran diversas formas envolventes —por ejemplo, un cubo, una esfera, una pirámide, un cilindro— y finalmente quedarse aparentemente estudiando o contemplando aquellas formas. A la persona deprimida le desagradaba aquel hábito, aunque era la primera en admitir que se debía básicamente a que le llamaba la atención sobre los dedos y las uñas de la psiquiatra y la obligaba a compararlos con los suyos propios.
Los siguientes que han conseguido atraer mi atención han sido: El diablo es un hombre ocupado, Pensar y Octeto.
El diablo es un hombre ocupado (dos relatos titulaos con el mismo título pero con distinto contenido) el primero de ellos trata la historia de un padre que tiene una curiosa forma de desprenderse de todo vendiéndolo de una forma en el que la venta está asegurada para todo aquel que se cruza con su pequeño puesto. Es uno de los relatos que más me ha gustado debido a su sencillez y brevedad, además es un texto divertido por la historia que cuenta. El segundo de ellos cuenta la historia de un hombre que, tras hacer una buena acción imposible de saberse el autor de la misma, se va dando cuenta que quizá aquello que hizo, no era lo que él pensaba, de modo que a lo largo del texto la narración da un giro. 
Extractos:
Hasta que se cansó y entonces cada vez que quería librarse de algo lo que hacía era colocar un anuncio en el Trading Post y poner cualquier precio idiota que se inventaba sobre la marcha cuando hablaba por teléfono con el tío del Trading Post. Cualquier precio idiota que fuera prácticamente nada. Rastra Vieja Con Dientes U11 Poco Oxidados $5, Sofa Cama JCPenny Verde y Amarillo $10 y rollos por el estilo.
En cambio, Pensar, narra las relaciones sexuales de una pareja descritas muy de cerca, descubrimos todos los secretos de sus personajes a la hora de los juegos sexuales, del dominador y el dominado además de las relaciones personales. Una pareja que parece, según avanza el texto, sacada de una revista de ropa interior, perfecta en sus gestos y formas. Un relato que explica cómo nos movemos en la relaciones, cómo vemos a los demás y cómo nos sentimos en esas situaciones.
Extractos:
No es que él decida arrodillarse, simplemente le parece notar una fuerza que le hace doblar las rodillas. Su posición puede hacerle pensar a ella que él quiere quitarle la ropa interior. Cuando ella se le acerca, la ropa interior le queda a la altura de la cara. Él casi nota la textura de la tela de sus pantalones y el tacto de la alfombra que tiene debajo, contra las rodillas. La expresión de ella es una combinación de seducción y excitación, además de un revestimiento ligeramente burlón destinado a denotar sofisticación, la pérdida de todas las ilusiones hace mucho tiempo. Cuando él junta las manos delante del pecho queda claro que se ha arrodillado para rezar. Tiene la cara de un color muy subido. Cuando ella deja de caminar, sus pechos detienen su ligero temblor y su balanceo. Ella sigue estando en el mismo lado de la cama, pero todavía no está encima de él. El clava una mirada suplicante en el techo. Sus labios se mueven sin hacer ruido. Ella parece confusa. La conciencia de su propia desnudez se convierte en una clase distinta de conciencia.
Octeto es un compendio de acertijos pop que describen situaciones paradójicas sobre las situaciones personales más comunes que, a lo largo de nuestra vida, nos podemos encontrar. Desde una pareja inmensa en una situación peliaguda con la familia de uno de ellos, hasta la horrible situación de una madre soltera separada con un rico hombre de negocios. Estas narraciones son de las que más me gustan porque introducen al lector en un juego cargado de perspectivas en situaciones difíciles, horribles y peliagudas. De ellos destaco Acertijo 9, en el cual explica las dificultades y formas en la que un escritor narra y selecciona escritos, a través de ello descubrimos como traspasa la «cuarta pared», es decir, que se señala al lector en el texto, todo ello da lugar a una original narración.
Extractos:
De manera que haces un ciclo en ocho partes de estos pequeños textos ensamblados en mortaja y espiga. Y resulta un fiasco total. Cinco de los ocho textos no funcionan en absoluto —es decir, que no interrogan ni palpan lo que quieres que palpen y además resultan demasiado artificiosos, caricaturescos, inquietantes o las tres cosas a la vez— y tienes que descartarlos. El sexto solo funciona después de rehacerlo hasta que resulta intolerablemente largo y cargado de digresiones y, tal como temes, probablemente demasiado denso y tan lleno de recodos que nadie llegará siquiera a la parte final de los interrogatorios. Además, en la temible Fase de Revisión te das cuenta de que la reescritura del texto número 6 depende en tanta medida de la primera versión que tiene que volver a incorporar esa primera versión en el octociclo, aunque esa versión (es decir, la primera versión del texto número 6) se desploma por completo recorrido un 75% del camino. Decides intentar paliar el desastre haciendo que esa versión sea honesta y diga a las claras que no se sostiene y no funciona como «Acertijo Pop» y haciendo que la reescritura del texto 6 empiece con la admisión lacónica y no apologética de que se trata de otro «intento» de hacer la misma palpación o interrogación que la primera vez. Estas admisiones internas a la narración tienen la ventaja adicional de que diluyen ligeramente la pretenciosidad que supone estructurar los textos breves como «acertijos», pero también tiene la desventaja de que coquetean con la autorreferencia metanarrativa —a saber, el hecho de incluir en el argumento argumentos como «Este Acertijo Pop no funciona» y «He aquí otro intento del número 6»— que a finales de los noventa, cuando incluso Wes Craven está explotando la autorreferencialidad metanarrativa, puede parecer pobre, gastado y fácil, y también corre el riesgo de comprometer la extraña perentoriedad con que quieres que tus textos interroguen sobre lo que sea a quien los lea. Se trata de una perentoriedad que tú, el escritor de ficción, deseas de forma muy… bueno, perentoria, que el lector sienta también; lo cual quiere decir que de ninguna forma quieres que el lector acabe pensado que el ciclo no es más que un bonito ejercicio formal de estructuras interrogativas y metatextualidad estándar.
También resaltaré los relatos: Iglesia no construida por manos, Otro ejemplo más de la porosidad de ciertas fronteras (VI), En su lecho de muerte, cogiéndote la mano. El padre del aclamado nuevo dramaturgo joven y alternativo pide un favor, 
Este relato, Iglesia no construida por manos, es un alegórico e imaginativo relato sobre unos empleados de una empresa especializada en psicología, los personajes de este relato son especiales por sus capacidades, todos ellos crean con los poderes de su imaginación la extraordinaria iglesia, pero como todo en la mente, dura poco. Otro de mis relatos preferidos por su bella forma de comunicar la forma de vivir de sus personajes, sus miedos y sus actos avanzando en pequeños textos con títulos independientes.
Extractos:
Las pinceladas de sus buenas pinturas oníricas también son visibles en forma de ritmos. La pintura de hoy despliega sus ritmos sobre un territorio donde la luz es susceptible a la influencia del viento. Se trata de un viento muy fuerte y esporádico que azota el campus de la escuela, hace un ruido sibilante en torno al campanario estilo De Chirico de donde proceden todas las sombras. En este territorio se alternan los momentos de calma con las ráfagas de luz. En él los espacios abiertos lanzan destellos como nervios enfermos y los árboles doblados flotan con un aura viscosa que se detiene e incendia la hierba con un fuego del color de la willemita; en él la luz arrastrada por el viento se acumula en la base de las cercas y las paredes y luego se ondula y resplandece. Las aristas abruptas del campanario tiemblan y proyectan ráfagas en forma de espectros. Chicos larguiruchos con blazers avanzan como cuchillos a través de un resplandor rasgado sosteniendo cuadernos de dibujo a la altura de los ojos. Sus sombras revolotean delante de ellos. Los vientos centelleantes se calman y se reúnen, parecen enrollarse, luego estallan con ruidos sibilantes, llevan a cabo movimientos estroboscópicos y golpean intentando abrir grietas de color rosa pálido en el rosetón del Salón del Arte. Los bocetos de Day se iluminan. En las dos pantallas que hay al frente de la clase, sendas diapositivas con la misma imagen proyectan la sombra frágil y palmada del profesor de arte en su tarima, un jesuita viejo y consumido que susurra sus eses sibilantes en el micrófono mal conectado y lee el texto de su lección a una clase medio llena de chicos. La sombra del profesor mientras se frota los ojos tiene forma de insecto proyectado sobre el fondo del paisaje de colores del Delft de Vermeer. El sacerdote marchito lee su lección sobre Vermeer, la limpidez, la luminosidad y la luz entendida como una vestidura que se ajusta al contorno de las cosas. Muerto en 1675. Poco conocido en su época, claro, porque pintó pocas obras. Pero ahora lo conocemos bien, ¿verdad?, ejem. Los tonos amarillos azulados predominan a diferencia de, ejem, por ejemplo, Pieter de Hooch. Los alumnos llevan blazers azules. Su representación sin igual de la luz sirve como sutil glorificación de Dios. Ejem, aunque alguien puede considerar esto una blasfemia. ¿Lo ven? ¿No lo ven? Un orador notoriamente tedioso. Una inmortalidad con cedida de forma implícita por parte del espectador. Ejem, ¿lo ven ustedes? «La quietud hermosa y terrible de Delft», para usar la frase seminal de. La sala permanece a oscuras detrás de la hilera resplandeciente de Day. A los chicos se les permite cierta libertad de expresión personal a la hora de elegir corbata. La distribución irreal de la nitidez del enfoque convierte la pintura en lo que el cristal desearía ser en sus sueños más felices. «En esa forma de proyectarse las ventanas en los interiores se han resuelto todos los conflictos», por usar las tan citadas palabras de. Todo iluminado y revelado con total nitidez, ejem, ¿lo ven ustedes? Los martes y jueves después de la comida y la recogida del correo. Resuelve los conflictos, tanto orgánicos como divinos. De la carne y del espíritu. Day oye a alguien que rasga un sobre. El espectador ve igual que ve Dios, en otras ejem. Una luz que vence al tiempo, ¿lo ven? Supera al tiempo. Alguien hace estallar un globo de chicle. Alguien se ríe en voz baja en una de las hileras del fondo. El pasillo está sumido en la penumbra. Un chico situado a la izquierda de Day deja escapar un gruñido y se hunde en un sueño profundo. El profesor está, es cierto, totalmente consumido, está en las últimas, más muerto que vivo. El chico que tiene Day al lado parece muy interesado en la parte de su muñeca que hay alrededor del reloj. El profesor de arte es un hombre virgen de sesenta años en blanco y negro que lee con voz monótona sobre cómo las pinceladas de cierto holandés destruyen la muerte y el tiempo en Delft. Las cabezas con el pelo meticulosamente bien cortado se giran en ángulo oblicuo para ver el ángulo de las manecillas resplandecientes del reloj. La notoria eternidad de las lecciones del jesuita. El reloj está en la pared del fondo, entre dos ventanas con persianas que golpean contra el cristal con cada ráfaga de viento.
El siguiente es Otro ejemplo más de la porosidad de ciertas fronteras (VI) una narración muy breve que cuenta la historia de una pareja a la hora de separarse, un pequeño dialogo sarcástico sobre las costumbres y hechos que se suelen producir en esos casos.
Extractos:
—Te estoy preguntando si estás diciendo que lo quieres tú —Entonces eres tú quien está diciendo que lo quieres. —Mira, yo me quedo la caravana, tú te quedas con la camioneta y al chico nos lo jugamos a cara o cruz. —¿Eso es lo que estás diciendo? —Ahora mismo nos lo jugamos a cara o cruz. —A ver esa moneda. —Por Dios, no son más que veinticinco centavos. —Pues entonces a verlos. —Dios, aquí están. —¿Tú cara y yo cruz? —¿Y por qué tú cruz y yo cara? —Deja ya de joder.
Y por último En su lecho de muerte, cogiéndote la mano. El padre del aclamado nuevo dramaturgo joven y alternativo pide un favor narra la vida de un padre momentos antes de morir, contando sus vivencias con él, confesando sus sentimientos, errores y la incomunicación que ocasionó este a su vida junto a su pareja. Un relato sobre una difícil vida narrada con una genialidad quirúrgica, cargando cada detalle de los nimios pormenores.
Extractos:
EL PADRE: Nunca aprendió a respirar, eso es lo que pasaba. Es horrible que yo lo diga, ¿verdad? Y por supuesto, también resulta irónico, dado que... Y ella se habría muerto en el acto si me hubiera oído decirlo. Pero es la verdad. Un asma crónica y una tendencia a la bronquitis, sí, pero no me refiero... Yo hablo de algo nasal. Su nariz no presentaba ningún problema estructural. Yo pagué varias veces para que se la examinaran, para que la sondearan, y todos coincidieron en que era una nariz normal y que la mayor parte de la oclusión se debía al simple desuso. Al desuso crónico. La verdad: nunca se molestó en aprender. A respirar por la nariz. ¿Para qué molestarse? Respiraba por la boca, lo cual por supuesto es más cómodo a corto plazo, requiere un menor esfuerzo, maximiza la entrada de aire, permite coger más. Y sigue haciéndolo, mi hijo sigue respirando hoy todavía por esa boca adulta colgante y tan querida, que por consiguiente está siempre parcialmente abierta, colgante y húmeda, y se le forman cúmulos de espumilla rancia en las comisuras y por supuesto es demasiado esfuerzo echarles un vistazo ante el espejo del lavabo y ocuparse de ello en privado y ahorrarle a los demás la visión de esas bolitas de pasta en las comisuras de su boca, de modo que obliga a todo el mundo a no decir nada y fingir que no las ven. Es lo mismo que las uñas largas y sucias en los hombres, y me harté de explicarle que era por su propio interés que debía mantenerlas cortas y limpias. Cuando me lo imagino es siempre con la boca parcialmente abierta y el labio inferior colgando y más sobresaliente de lo normal, con un ojo obturado por la codicia y el otro paralizado y protuberante. ¿Suena desagradable? Es que era desagradable. Échele la culpa al mensajero. Vamos. Hágame callar. Diga la palabra. Ciertamente, Padre, ¿pero de quién es esa fealdad? Porque fue ella... El fue siempre un niño enfermo que... Siempre estaba en la cama por el asma o los oídos, la bronquitis constante, la gripe de vías superiores, sí es cierto que tenía asma crónica pero pasaba días enteros en la cama cuando un poco de sol y aire fresco no podían... Una llamada quería decir «me duele»... Tenía una campanilla plateada junto al morro del cohete para llamarla y que ella acudiera. No era una cama normal de niño sino una cama de catálogo, de un color gris como de barco de guerra que se llamaba Acabado Auténtico de Plata, más los gastos de envío y la manipulación, y aquella cama tenía alerones y morro aerodinámicos como los de un cohete, y las instrucciones estaban prácticamente en cirílico, y sí, a quién cree usted que le tocó... En cuanto se oía el tintineo de la campanilla ella salía disparada e iba volando con él, se inclinaba con dificultad sobre los alerones del cohete, aquellos alerones fríos de hierro, pad... Sonaba y sonaba.
Además, por supuesto de los relatos que dan título al libro: Entrevistas breves con hombres repulsivos de los que he elegido los que, en mi opinión, son más originales y únicos: E.B. n.° 31, III-1997, el cual trata la historia de un amante que cuenta cómo ve a los demás amantes que, como él, tratan de fascinar y explicar como tener relaciones sexuales con ellas de forma monótona y aburrida. También destacar E.B. n.° 40, VI-1997, en la cual se da las tramas y artimañas en las que, un hombre que tiene un brazo que oculta pues es desagradable, asqueroso, repulsivo. En esta narración se dan las descripciones descriptivas y detallistas de su autor. Y por último E.B. n.° 20, XII-1996, en la que el hombre repulsivo que protagoniza esta historia describe su relación con una mujer que ha sufrido un horrible secuestro y violación, dentro de esta historia descubrimos a un protagonista que a pesar de su forma de ser, le ha sorprendido la fortaleza con la que superó este incidente.
Extractos:
—Sí, y en la anécdota ella estaba haciendo autostop en actitud risueña por la autopista interestatal, y un buen día el tío del coche que paró casi en el mismo momento en que ella levantó el pulgar resultó ser... Ella me dijo que se dio cuenta de su error en el mismo momento de entrar. En el coche. Solamente a partir de lo que ella llamó el campo de energía del interior del coche, me contó, y que el miedo se había adueñado de su alma en el momento de entrar. Y claro está, el tío del coche enseguida salió de la autopista y se desvió por una especie de zona solitaria, que por lo visto es lo que siempre hacen los delincuentes sexuales psicóticos; uno siempre lee «zona solitaria» en las noticias de «brutales asesinatos sexuales» y de «terroríficos descubrimientos» de «restos no identificados» por parte de un explorador o de un aficionado a la botánica, etcétera, algo que todo el mundo sabe y que no te quepa la menor duda de que ella estaba recordando en aquel momento, llena de horror, a medida que el tipo empezaba a actuar de forma cada vez más terrorífica y psicótica ya en la autopista y en cuanto se desvió enseguida por la primera zona solitaria que encontró. P. —Lo que ella me explicó es que en realidad no sintió el campo de energía psicótica hasta que hubo cerrado la portezuela del coche y este arrancó, y para entonces ya era demasiado tarde. No me lo contó en tono melodramático, pero me dijo que estaba paralizada por el terror. Tal vez estés preguntándote igual que hice yo cuando uno oye hablar sobre esta clase de casos por qué la víctima no se tira del coche en cuanto el tío saca su sonrisa de loco o cuando empieza a actuar de forma extraña o cuando empieza a contar casualmente que odia a su madre con todas sus fuerzas y que sueña con violarla con su palo de golf para la arena aprobado por la Asociación de Mujeres Profesionales de Golf y después apuñalarla ciento seis veces, etcétera. Pero ella me contó que la perspectiva de tirarse en marcha de un coche a toda velocidad y chocar contra el asfalto a cien kilómetros por hora... Por lo menos te romperías una pierna o algo así, y luego mientras intentas alejarte a rastras de la carretera y esconderte entre la maleza, qué le impide al tipo dar media vuelta y volver a por ti, y además no olvidemos que entonces estará todavía más enfadado por el rechazo implícito en tu gesto de tirarte al asfalto a cien kilómetros por hora en lugar de quedarte en su compañía, puesto que los delincuentes sexuales psicóticos tienen una tolerancia notablemente baja al rechazo, etcétera.
Foster Wallace trasmite en cada uno de sus relatos originalidad, soledad, miedo, vértigo hasta la confusión más absoluta debido a su forma de narrar tan precisa, directa y al mismo tiempo explicita, repleta de comentarios a pie de texto que invaden las hojas explicándonos aún más las situaciones en las que su autor nos introduce en cada caso. Leer sus relatos es perderse en un mundo fantástico en algunos casos, pero realistas en su mayoría, directos, totalmente crudos y repulsivos pero siempre capaces de hundirnos en los pensamientos, actos e historias de cada uno de sus variados personajes. Los relatos que componen el libro son variados, y, aunque algunas veces el título se repita su contenido suele estar relativamente relacionado con el otro. En definitiva, un compendio de gran calidad que no deja indiferente en su lectura en ninguno de los casos debido a la capacidad de Wallace de trasmitir hasta el último pesar de aquel personaje repulsivo que cae en sus narraciones, desde aquellos que buscan relacionarse con el sexo opuesto de cualquier manera hasta aquellos incomprendidos que miran la vida pasar como si se tratara de una película.
Recomendado para aquellos que quieran descubrir a un autor que tiene una compleja forma de escribir, con gran cantidad de detalles y puntos de vista. También para aquellos que busquen la lectura de una narración diferente, por su precisión certera y sus textos descriptivos hasta el mínimo detalle. Y por último para aquellos que crean que, en cuanto a la creación del relato está todo escrito, les sorprenderá las narraciones de Foster Wallace.
Editorial: Mondadori Autor: David Foster Wallace
Páginas:  328
Precio:20 euros