Hay quien ejerce de cualquier cosa en la que se involucre con absoluta entrega, sin que la flaqueza o el desmayo malogren la empresa encomendada, sin que se aprecie otra voluntad que no esté izada por el entusiasmo, el limpio entusiasmo. Conozco gente con este perfil estajanovista, gente que salvaría el país si el país estuviese en sus manos y precisase ser salvado, cuándo no. No solo porque evidencien ese ardor en el desempeño de su trabajo sino porque contagian el vigor, la entereza, todo ese listado de virtudes que admiramos en los demás y que uno mismo, a poco que se hurgue, no encuentra casi nunca o, a lo sumo, las encuentra desmadejadas, un poco reticentes a que las traigamos y contemos con ellas para nada. Se me ha ocurrido si sería una actividad útil ocuparse infatigablemente en la lectura (hoy Modiano) o en recoger espárragos en el campo o a ver cine negro de la RKO. La utilidad de la que hablo es ajena, por supuesto. Que yo ahora, en lugar de estar dormido, ande enfrascado en libros, en paseos o tenga la mesa llena de papeles y cuadernos de clase de Inglés por corregir y hurgue en ellos y los aparte y abra el blog y escriba a ratos, mientras escucho a Bob Dylan, que hoy se ha convidado como a veces suele. Al principio no se sabe bien de qué escribir. Sucede la escritura, sin más. No hace falta revisar lo registrado, ver si algo no cuadra o si lo que se escribe puede ser de utilidad a alguien.