Se crea un círculo vicioso que termina perjudicando también la motivación para alcanzar las metas que se habían propuesto.
Además de recursos y conocimientos, para culminar un proyecto con razonable éxito, es necesario un factor mágico: la emoción compartida por cada resultado bien logrado.
Es frecuente que alguien del equipo suponga que los demás se harán cargo de su inacción, justificada o no, y esto se transforman en una carga colectiva que los demás no siempre están dispuestos ni obligados a soportar.