Leíamos recientemente en una prestigiosa publicación musical, al hilo del nuevo disco de Enya, que parecía que había que pedir dsiculpas a la hora de elogiar un trabajo de la artista irlandesa y que en algún momento parecía que muchos se sentían avergonzados de “confesar” su admiración por su música. Es cierto que en un momento determinado, los discos de la cantante resultaban repetitivos y sin una evolución palpable en términos estilísticos o sonoros pero no es menos cierto que a nivel compositivo, todos sus trabajos rayan a un nivel, como mínimo, notable. No creemos que el número de artistas que puedan decir eso tras treinta años de carrera sea muy elevado. Aunque “The Celts” fue un primer paso, es “Watermark” el gran hito que convierte a Enya en estrella, reforzado por el posterior “Shepherd Moons” que comentamos aquí tiempo atrás. El estrellato no cambió en absoluto a la artista pero sí influyó en la percepción popular de su obra. Enya se convirtió en un icono, en una marca que trascendía lo musical hasta convertirla en sinónimo de algo bonito pero sin fuerza, ñoño, cursi. Creemos que va siendo hora de revisar esta idea. Discos como “Watermark” están fuera de toda sospecha pero creemos que su obra posterior sale airosa de una re-escucha. Trataremos de que siga presente por aquí para comprobarlo.
Leíamos recientemente en una prestigiosa publicación musical, al hilo del nuevo disco de Enya, que parecía que había que pedir dsiculpas a la hora de elogiar un trabajo de la artista irlandesa y que en algún momento parecía que muchos se sentían avergonzados de “confesar” su admiración por su música. Es cierto que en un momento determinado, los discos de la cantante resultaban repetitivos y sin una evolución palpable en términos estilísticos o sonoros pero no es menos cierto que a nivel compositivo, todos sus trabajos rayan a un nivel, como mínimo, notable. No creemos que el número de artistas que puedan decir eso tras treinta años de carrera sea muy elevado. Aunque “The Celts” fue un primer paso, es “Watermark” el gran hito que convierte a Enya en estrella, reforzado por el posterior “Shepherd Moons” que comentamos aquí tiempo atrás. El estrellato no cambió en absoluto a la artista pero sí influyó en la percepción popular de su obra. Enya se convirtió en un icono, en una marca que trascendía lo musical hasta convertirla en sinónimo de algo bonito pero sin fuerza, ñoño, cursi. Creemos que va siendo hora de revisar esta idea. Discos como “Watermark” están fuera de toda sospecha pero creemos que su obra posterior sale airosa de una re-escucha. Trataremos de que siga presente por aquí para comprobarlo.