Reuben Nsemoh es un portero de fútbol estadounidense de 16 años que, tras una patada en la cabeza y el subsiguiente coma, despierta hablando un español fluido. Historión. Me gustaría ahondar en las múltiples posibilidades que los traumatismos craneoencefálicos ofrecen al sistema educativo ahora que (como siempre) está en horas bajas. Me querría incluso ofrecer voluntario a recibir una hostia bien dada en aras de aprender francés o sacarme de una santa vez el carnet de moto.
A lo mejor con un golpe en la cepa de la oreja así, con la mano abierta, como hacía Bud (en paz descanse), o una tollina bien administrada, inconsciencia mediante, empiezo a entender tantas y tantas cosas que ahora mismo me hacen ir por la vida con cara de pollaboba. Por ejemplo: el Euribor, la Bolsa, Joaquín Sabina, las rotondas, la salsa rosa, la Salsa, la felicidad, Maná, el honor, las rotondas, el orgullo, la teoría de cuerdas, los cordones de oro, la Semana Santa, el amor, la cocción de los garbanzos, las naciones, el café descafeinado, la leche con gofio, el funcionamiento del riñón, el caga tió, la droga que llevan las Pringles, el punto del embrague, la paz, la guerra, cuándo se pita mano en fútbol, los referéndums que están ganados y los que no, la vida, el Bitter Kas, el After Eight, el afterwork y los afterhours, la muerte y los que se alegran, la alegría, cuándo decir basta y pedir el cambio, las acelgas, las endivias, el paloselfi, el críquet y el croquet, Cristiano Ronaldo, el Derecho laboral, los sueldos, yo.
Pero resulta que soy hipersensible al dolor. Un cagado, vamos. Y son muchas cosas, muchas trompadas. Bueno, eso y que no creo en las epifanías, las revelaciones, las iluminaciones, los libros de autoayuda. Yo todo lo que sé lo he aprendido poco a poco. Tan poco a poco que más que aprender me he ido dando cuenta. Por no dar no di ni el estirón. Mis compañeros de clase llegaban en septiembre al colegio como quien había pasado tres meses colgado de los pies y yo, a mis casi cuarenta, sigo esperando que algún año me llegue ese “verano mágico”. Como la caída del cabello, todo lo que me ha llegado lo ha hecho despacito, solo que con la calvicie finjo que no existe y con la sabiduría hago al revés.
¿Epifanías? Que no hombre, que no. La única epifanía en la que creo es la Epifanía de Reyes. Y este año ya sé qué es lo único que voy a poner en mi lista: unos guantes de portero.
“El Ruben”, el portero antes conocido como Reuben Nsemoh, saliendo aún de su asombro (Foto: latintimes.com)