Al margen de lo bien que le haya ido a The Artist, o a nuestra iluminada favorita, hace un tiempecito que teníamos en el tintero una serie que comentaros y aprovechando que Matt Leblanc se ha llevado el gato al agua como mejor actor de serie cómica, os queremos recomendar Episodes.
Sean y Beverly Lincoln son una pareja de multipremiados guionistas británicos que aceptan llevar a cabo la adaptación de su serie estrella (típica historieta de director de internado que infunde valores a sus alumnos...) en el otro lado del charco.
Cuando llegan a su nuevo hogar, quedan eclipsados por el lujo de Beverly Hills pero pronto se encuentran de frente con la más terrible realidad para sus carreras (y para su propia vida personal) y lo que se suponía como una fiel traslación de su serie acaba convirtiéndose en una comedieta yanki de esas que pueblan la mayoría de cadenas y que acaba siendo pasto de cancelación a media temporada.
Y si la cosa no tiene suficiente guasa, para el papel principal descartan al protagonista de la versión británica (interpretado por Richard Griffiths el tio mongolo del cansino de Harry Potter y el profe plumífero de The history boys) y aparece en escena Matt LeBlanc mostrando su lado más excéntrico y ególatra (se puede reír de sus propias e idiotas gracietas o , lo suyo es humor y lo demás son tonterías).... por no mencionar al misógino del productor, un tapón caprichoso y mujeriego que tiene a su alrededor un fiel equipo de anemónas que besan el suelo
En un tono estudiadamente exagerado, Episodes pretende destripar la frivolidad, la crueldad y el chapucerismo del universo televisivo americanopero su mejor baza son los chistes sobre las diferencias culturales de los americanos con la facción inglesay a medida que avanzan los episodios poco importa como vaya la adaptación (qué va de pena), lo que más te va interesando es la interacción entre los personajes.
Miento. Queremos saber que ha sido de Joey Triviani (algunas mentes pensantes de Friends están metidas en el ajo y es un elemento que juega a favor). Como no podía ser de otra manera, es él quien nos produce todas las preguntas: ¿Infeliz?¿Tontaco?¿Imbécil? Sea un hijo de su santa madre o alguien que no da para más, el personaje (es decir, esa gran autoparodia de Matt LeBlanc) es un vendedor de humo que sólo se mueve por dinero (o senos sean de la naturaleza que sean) y como decía en un capítulo: Si no hubiese sido actor, habría sido piloto de carreras o actor porno (Y tan tranquilo, oiga). Con sus frases, su acentuada inmadurez y su facilidad para manipular a todo el que se le acerca el personaje te parece un cerdo encantador (venga, él no fue el único que se rió viendo el documental de los niños con Síndrome de Tourette).
Me encanta este Matt LeBlanc (el de ficción...) que mezcla bastantes detalles autobiográficos del real y acentúa todo aquello que da juego. No debe ser fácil prestarse a pardiar tu imagen y el concepto que tienen de tio hasta el límite y ser consciente que tu carrera (por infinidad de anuncios, películas, se reduce -al menos para el gran público- a tu papel de un idiota-gracioso de una de las sitcoms americanas más famosas).
El resultado es un producto sin grandes pretensiones y con más calidad de la que aparenta. No me gusta puntuar series debido a que de una temporada a otra suele cambiar su calidad (ni que hablar que de un capítulo a otro) pero si quereís pasar un rato divertido (y rememorar un poquito a nuestros chicos Central Perk).