Epístola al Borbón

Publicado el 04 mayo 2013 por Rgalmazan @RGAlmazan

Ciudadano Juan Carlos:

Veo con placer que la vida le pone a cada uno en su sitio. Mire usted –perdone el tratamiento, pero uno no se ve llamando a nadie majestad ni otras zarandajas—, lo primero que quiero es agradecerle todo lo que está haciendo para que se imponga la realidad, que no es lo mismo que la realeza.

Hoy, afortunadamente, gracias a sus esfuerzos y a los de otros miembros de la Casa Real, la Monarquía es considerada un peligro por algunos españoles –no es mi caso, yo le estoy empezando a tomar cariño--, y la suspenden sin ambages, con un 3,68. Lo que significa ‘necesita mejorar mucho’ o mejor un ‘qué coño hacen ahí todavía’. Es como si el pueblo, esos osados que tienen sangre roja, estuviera harto de monarcas y adláteres.

Y sí, todo ha cambiado en apenas dos años. Gracias a sus cacerías, tanto de elefantes como de princesas alemanas postizas, a sus golpes y operaciones que igualan bastante el color de su sangre al del resto de los mortales. A su querido yerno, ese elemento que ha manejado negocios sucios tan bien como antaño metía goles. Y también a su querida hija imputada, la infanta Cristina, la que ‘sin querer’ se llenó los bolsillos de dinero público procedente de una empresa sin ánimo de lucro. Gracias también a una herencia que no se sabe todavía si declaró y si sigue en Suiza. A esa opacidad en sus cuentas y sus tareas. A la inviolabilidad que hace que la Justicia no sea igual para todos, por más que usted diga lo contrario. A esa campechanía inigualable que le permite hablar con un sátrapa de Qatar para ver si puede endiñarle al balonmanista y quitárselo de en medio.

Le escribo esta misiva para agradecerle todos sus esfuerzos –hay quien dice que no lo ha hecho aposta, yo creo que en el fondo usted es republicano— porque usted y los suyos han hecho más por la República que todos los republicanos juntos. Sin duda, ha sido nuestro máximo promotor. Y yo, en nombre de la República de Kabila quiero concederle la medalla de plata.

No, ya sé que muchos pensarán que merece usted la medalla de oro, pero no. Todavía le queda un poco. Tiene que empujar más todavía. Por ejemplo, podría irse de caza mayor con su amiguita entrañable y comunicarlo a bombo y platillo. Y, además, hacerse acompañar de su hijo, el heredero, para que la cosa sea completita. Podría de nuevo pedir perdón por tener una herencia sin declarar y habernos hecho pensar que había llegado con una mano delante y otra detrás, y podría organizar una reunión internacional sobre “democracia incomprendida” a la que podría invitar a sus sátrapas preferidos, los mandamases de Qatar, Arabia Saudí y Marruecos –sus hermanos del alma--, entre otros, gente con pedigrí democrático imposible de igualar.

Pues bien, un empujoncito y ya está. No me dirá usted que no se lo pongo fácil. Últimamente está usted que lo tira. Así es que ya sabe. Abra las puertas a la Tercera República y tendrá usted mi agradecimiento más distinguido. Y hasta soy capaz de llevarle la merecida medalla de oro aunque sea a las islas Fidji.

Por cierto, no se le ocurra abdicar, usted ha de luchar por nuestra causa hasta el final. En eso quedamos. Espero que cumpla con estos retos, yo le prometo que siempre defenderé que el último rey fue el mejor… republicano de este país.

Se despide de usted un agradecido ciudadano,

Salud y República

P.D. La caricatura es de Kikelin