Que la legislatura más triste de la democracia se cierre con el indulto del gobierno a un banquero condenado, no es que sea una broma: es un epitafio brutal a todo lo que representa una forma de gobierno personalista, sorda, ciega y muda de un presidente que ha hundido cualquier atisbo ideológico.
Mientras el Consejo de Ministros acuerda esta vergüenza, miles de personas son desahuciadas por esos mismos bancos a los que este gobierno tan gentilmente rescata. Y como era de esperar, acaba avergonzando a tirios y troyanos en su último acto de gobierno.
Ya teníamos que haber desconfiado cuando en aquel 2003 le preguntaban si estaba cerca de Willy Brand y él contestó que sus ídolos del momento eran un tal Bill Clinton y Sarkozy.
Pues de aquellos polvos ideológicos estos lodos que nos ahogan.
Descanse en paz la nueva vía. Pero para siempre.
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