Equipaje personal

Por Insane Mclero @insanemclero

Hoy me siento un privilegiado al escribir este post desde la azotea de un hotel de la parte vieja de Estambul desde donde puedo ver la silueta de las mezquitas despuntar entre los edificios de la ciudad. He elegido este destino mágico para encontrarme con mi familia, sin alejarme del lugar en el que estudio. Y es aquí, en esta terraza, donde me he puesto a pensar en lo fascinante del momento que vivo.

Puede que haya algo de curiosidad en mi ansia por viajar, conocer mundo y explorar nuevos parajes. En cualquier caso, para mí es importante. Y, sobre todo, me ayuda a comprender la manera en la que mucha gente actúa, me abre las puertas a un mundo inmenso y a personas increíbles. Puede parecer un poco absurdo dejar todo lo que tienes, amigos, familia el lugar donde has vivido toda tu vida e irte solo a un país del que apenas había oído hablar con la intención de estudiar aquello que realmente te gusta, pero yo sé que es una decisión que siempre agradeceré haber tomado. Vivimos en un mundo en el que, por mucho que nos cueste creerlo o que nos aferremos a otra idea, estamos viviendo continuamente dentro de una burbuja: siempre el mismo entorno, siempre la misma gente, siempre nuestros lugares comunes, nuestras mismas bromas, nuestras mismas preocupaciones… siempre ese tiempo y ese espacio en el que nos sentimos identificados. Siempre la misma corriente y el mismo agua que fluye, como en esas fuentes en las que el mismo líquido brota como si fuera agua nueva sin serlo.

No es fácil coger tus cosas y decidir cambiar de lugar para una larga temporada. Romper con la rutina, también con todo lo maravilloso de esa rutina, para establecer otra nueva manera de vivir con nuevos lugares, nuevos rostros y hasta una nueva cotidianidad, es una experiencia mágica que te hace sentir que, de alguna manera, puede ser bueno dar un giro al timón de tu día a día. Un giro que te aporta nuevas vivencias. Descubres cosas en ti mismo y en los demás que antes desconocías y te das cuenta de tu capacidad de adaptarte a situaciones nuevas y, sobre todo, de entender a personas muy distintas a las que formaban tu núcleo de amigos y a las que tratas de comprender. Se rompen fronteras y uno se da cuenta de que hay puntos en común con gente de otros lugares, con creencias y costumbres que nada tiene que ver con las tuyas y que, en el fondo, están más próximos a ti de lo que en tu ciudad y desde el sillón de tu casa, nunca hubieras podido imaginas.

Sé que hay situaciones, momentos de largas conversaciones, paseo con amigos, discusiones ya sean de política, de religión, de tradiciones culturales o de cualquier cosa que, lo quiera o no, ya están dentro de mi equipaje vital. Sé que hay sentimientos de curiosidad ante lo nuevo, de nostalgia de mi ciudad, de superación día a día y momentos compartidos con la gente a la que he ido conociendo que se quedarán ahí para siempre. No son objetos, son sensaciones, ideas, percepciones que sé que me acompañarán siempre y que me ayudan a mejorar como persona y a recordar que el mundo no es tan pequeño como yo había imaginado.