Equivócate. Si no eres de quienes aspiran a la perfección -o de aquellos ilusos que se creen ya perfectos-, te lo mereces. Continúa cometiendo errores. Las personas que buscan, que dudan, que experimentan, que hacen a otros y se hacen a sí mismos preguntas, meten la pata constantemente.
Equivócate más a menudo. Es inadecuado, es incómodo, desde luego. Para nadie es fácil convivir con sus propios errores. ¿Pero cuál es la opción? ¿Esperar en un sillón a cumplir los ochenta años habiendo corrido los menos riesgos posibles? ¿Atormentarte pregúntandote qué hubiera pasado si hubieses dicho/hecho aquello que no dijiste/hiciste por miedo a equivocarte?
Equivócate sin miedo. Que más miedo deberían darnos los bloqueos que nos creamos a nosotros mismos y que condicionan nuestras decisiones:
-Y si me rechazan.
-Y si me sale mal.
-Y si no me entienden.
-Y si me rompen el corazón.
-Y si hago el ridículo.
Equivócate Más y Mejor
Aprendes y creces
Admitir que nos hemos equivocado nos enfrenta a las siguientes cuestiones:
¿Cómo afectará este error a mi vida?
¿Qué consecuencias va a haber?
¿Perderé algo o a alguien que me importa?
¿Pareceré una persona estúpida o poco profesional?
Cuando percibimos la pérdida como la consecuencia de admitir un error, esto nos conduce a negarlo una y otra vez, a esconderlo bajo la alfombra, a pretender que esa equivocación nunca ha existido. Y como consecuencia nos perdemos el aprendizaje que conlleva aceptar que somos responsables de que las cosas no salieran como teníamos previsto.
Te conviertes en la persona que estás destinada a ser
Equivocarnos nos hace más fuertes. Nos ayuda a averiguar lo que queremos y a quienes queremos tener cerca en nuestras vidas. Equivocarnos nos pone en el camino de convertirnos algún día en el tipo de personas que nos gustaría llegar a ser.
Eres más interesante
Las mejores historias suelen ser las que están originadas por un error. Cuando asumimos los riesgos de equivocarnos no solo resultamos personas más interesantes por las lecciones que hemos extraído de nuestros desaciertos. Además acumulamos unas cuantas historias que los demás seguramente están deseando escuchar.
Desarrollas tu sentido del humor
Cuando lo peor haya pasado, una persona emocionalmente inteligente será capaz de tomar perspectiva y encontrarle el lado divertido a todo aquel asunto. No hay nada como reírse -sobre todo si es de uno mismo- para espantar demonios, miedos y rencores.
No tropezarás más de dos veces con la misma piedra
Equivócate a fondo en dos ocasiones y verás cómo se desarrolla tu capacidad para adivinar las consecuencias que te esperan en el caso de que te las tengas que ver de nuevo con una situación parecida.
Vivirás tu vida en primera persona
Si te quemas, no volverás a tocar el fuego. No es lo mismo que te cuenten lo que te puede pasar si acercas tu mano a la llama que si experimentas la quemadura por ti mismo. Si eres listo el aprendizaje se te quedará grabado en la cabeza el tiempo suficiente para no salir achicharrado una y otra vez si la vida te vuelve a enfrentar a circunstancias similares.
Averiguarás de qué pasta estás hecho
Todos nos equivocamos. Todo el mundo sufre por sus errores. A todos nos han roto el corazón y todos nos hemos caído de la bicicleta. No eres la primera persona -ni la última- que pasa por lo que estás pasando. La única diferencia estriba en cómo nos enfrentamos cada uno a esas mismas situaciones.
Serás la persona que anima a otros a cometer errores
Serás esa persona que buscará y creará ambientes en los que se os permita, a ti mismo y a los demás, equivocarse. Esa persona que cree firmemente que quienes le rodean deberían explorar hasta el extremo sus propias habilidades, que es la zona donde se cometen más fallos pero también, como contrapartida, en la que se aprenden las lecciones más valiosas y perdurables. Y de la que surgen los mayores logros.
Tus errores te harán libre
Lo natural es tender a protegernos a nosotros mismos, por lo que hacernos responsables de nuestras equivocaciones es la opción más intimidante. Pero al hacerlo nos estamos liberando de la culpa y de la vergüenza. Estamos optando por la integridad, la honestidad, el crecimiento y el aprendizaje. Nos estamos permitiendo tener el coraje de reconocernos imperfectos. Y nos damos la libertad de disfrutar con ello.
Los demás también se equivocan
Es más fácil dejar pasar los conflictos que hacerles ver a los otros sus equivocaciones. Al confrontar a alguien nos preocupa que esa persona se moleste, o que dañemos sin remedio la cordialidad que reina en la relación. Aunque entre dos personas que se aprecian, se admiran mutuamente o se quieren, debería ser posible tener este tipo de conversación sin poner en peligro los lazos que les unen.
¿Eres de quienes corren el riesgo de cometer errores y se hacen responsables de ellos?