Nadie se lo creía cuando la portera, cansada de que todos los días le pisaran «lo fregao'»; dinamitó el edificio con un cinturón de explosivos que encontró en el inmueble del anciano del quinto piso. Nadie se creyó que lo único que se salvara fuera el cubo y la fregona puestos a secar en el patio. Texto: William E. Fleming Más Historias de portería aquí.